El
espiritismo y yo
Mi relación con el espiritismo
tiene un pasado remoto. Mi madre era asidua a un centro en donde se practicaba
el espiritismo criollo o popular de mesas blancas. En aquellos escenarios
convivían sin conflicto las obras de Allan Kardec, Camille Flammarion y la Biblia,
con una imagen de Santa Bárbara o Changó. Yo la acompañaba forzado por las
circunstancias. Mi padre no iba al centro y mi madre no me dejaba cuidando con
nadie. Sus visitas eran en busca de consejo, solidaridad, sanación física o
espiritual. Eran los primeros años de la década de 1960. Al cabo las visitas se
hicieron más esporádicas, el templo se hizo pequeño para las reuniones y se
mudó de barrio y todo se convirtió en un recuerdo borroso.
Mi relación académica con el
espiritismo es de principios de la década de 1990. En medio de los debates
generados por la irrupción postmodernista, volví a mirar hacia la masonería, la
teosofía y la antroposofía como formas de la crítica a los valores de la
modernidad. Entonces me topé con el espiritismo el cual también traducía una
reacción comprensible a un problema cultural concreto. El espiritismo francés
al cual miraba era una propuesta revisionista que puntualizaba los
límites de la ciencia positiva. De paso, esbozaba un nuevo y original humanismo
que mediaba entre el humanismo cristianismo y el secular. Pero el espiritismo
también era una censura contra las injusticias que emanaban del capitalismo
liberal en la Europa del siglo 19, resentía del individualismo egoísta y llamaba
a la solidaridad.
Mis reflexiones sobre el
espiritismo después del 2000 me han conducido a verlo como una propuesta
antisistémica (una crítica al orden dominante) cercana a otros sistemas de
pensamiento que entendieron que reducir la existencia a su materialidad, como
lo hacía el capitalismo y el mercado, profundizaba el problema de la
desigualdad. El espiritismo había caminado aquella ruta al lado de la
filantropía, la fraternidad, el abolicionismo, el mutualismo y el
cooperativismo. La mirada anti-individualista que lo caracterizaba también
había servido para llamar la atención del vitalismo alemán, el simbolismo
literario, el socialismo francés, el anarquismo y el sindicalismo. Los puntos
de contacto entre todas esas proposiciones son numerosos. Los énfasis de cada
una estaban en lugares distintos, pero todas pisaban el terreno común de la
resistencia a los valores deformantes de una modernidad en crisis.
La conexión del espiritismo con
Puerto Rico, una sociedad que hasta 1898 miró hacia Europa, siempre fue
intensa. El espiritismo ha interesado a figuras de la relevancia de Alejandro
Tapia y Rivera, Ramón E. Betances Alacán, Manuel Corchado y Juarbe, Francisco
Mariano Quiñones, Lola Rodríguez de Tió, Luisa Capetillo, Amalia Paoli, Rosendo
Matienzo Cintrón, Rafael López Landrón, Francisco Vincenty, Vicente Géigel
Polanco, Francisco Matos Paoli y Manuel Guzmán Rodríguez, entre otros. La
diversidad ideológica, de estas figuras demuestra la plasticidad del
fenómeno espiritista en el contexto puertorriqueño. Mis investigaciones me
decían que el espiritismo había sido parte del proyecto de resistencia y cambio
en un Puerto Rico colonial y capitalista antes y después de 1898.
Sin embargo mi interpretación
estaba centrada en la tradición de Allan Kardec, Camille Flammarion, León
Denis, Gabriel Delanne, Amalia Domingo Soler, Cesare Lombroso, Lev Tolstoi,
entre otros. Joaquín Trincado o la “Escuela Magnético Espiritual de la Comuna
Universal” no aparecían en el mapa del espiritismo puertorriqueño sino como una
nota al calce o un apunte marginal. El hecho de que Romeu Toro llamara mi
atención sobre este asunto es una deuda intelectual impagable que tengo con la
autora. Los apuntes sobre el discurso y la praxis humanística, filosófica y
social del trincadismo en Puerto Rico son la mayor aportación de este volumen.
https://puertoricoentresiglos.wordpress.com/tag/historia-de-la-cultura-popular/
Mis reflexiones sobre el espiritismo después del 2000 me han conducido a verlo como una propuesta antisistémica (una crítica al orden dominante) cercana a otros sistemas de pensamiento que entendieron que reducir la existencia a su materialidad, como lo hacía el capitalismo y el mercado, profundizaba el problema de la desigualdad. El espiritismo había caminado aquella ruta al lado de la filantropía, la fraternidad, el abolicionismo, el mutualismo y el cooperativismo. La mirada anti-individualista que lo caracterizaba también había servido para llamar la atención del vitalismo alemán, el simbolismo literario, el socialismo francés, el anarquismo y el sindicalismo. Los puntos de contacto entre todas esas proposiciones son numerosos. Los énfasis de cada una estaban en lugares distintos, pero todas pisaban el terreno común de la resistencia a los valores deformantes de una modernidad en crisis.
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