“Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen”


 “Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen”

Fijando los límites de la libertad cristiana o, en otras palabras, estableciendo reglas para el buen tono evangélico, advierte Pablo a los miembros de la Iglesia por él fundada en Corinto, Grecia, en 1ª Cor. 10:23, en cuanto a la licitud y conveniencia de las cosas.

La orientación Paulina es sabia y equilibrada, dado a que favorece nuestra comprensión en cuanto al comportamiento heterogéneo de los hombres, en determinadas circunstancias de la vida común. Para una mayor claridad del pasaje en estudio, la reproducimos también según otras traducciones bíblicas: “Todo me está permitido, mas no todo conviene; todo me es permitido, mas no todo edifica.”

En primer lugar, recalquemos al respecto, al Libre Albedrío individual, en el substrato ético del Cristianismo: todo está permitido al hombre, mas él modificará esa libertad de elección, dejará de usar ese permiso tan luego la Espiritualidad le muestre más amplios horizontes evolutivos, o la evolución le muestre más amplios horizontes espirituales.

El hombre puede hacer esto o aquello, desde que en esto o aquello se complace. Con todo, esclavo es el hombre en la cosecha, dado a que lo que es libre, es la siembra.

El pensamiento del Apóstol de los Gentiles es algo parecido, en el tópico bajo análisis, con el del Maestro (a quien Pablo tanto supo amar y a cuyo ideal tan bien supo servir), cuando rogaba por los discípulos, en la llamada “oración sacerdotal”: “Padre, no ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.”

La advertencia de Pablo nos lleva, inicialmente a reflexionar en cuanto a la conveniencia o no, de ciertas cosas. Nos impele, igualmente, hacia un detalle significativo: cuando un hombre determina su voluntad hacia las realidades eternas, (del Bien y la Moral, del Sentimiento y de la Cultura), ciertas normas de vida son, para él, evidentemente lícitas, pero no le convienen.

No le convienen porque no le edifican.

No le construyen íntimamente.

No le perfeccionan.

No le aprovechan al Espíritu Inmortal.

Estudiemos este asunto, delicado sin dudas, bajo algunos aspectos de la vida de relación. La vida social, teóricamente, es agradable y necesaria algunas veces al mantenimiento del círculo de amistades que el hombre forja día a día.

Entre tanto, hay criaturas que colocan este problema en términos tales, que llegan a afirmar: “Mi vida social es tan intensa, tan absorbente, que no me queda tiempo para nada más.” Es entonces el caso de ponderar con el Apóstol: Es lícito mantener una vida social, con todo, si tal programa, por su intensidad, se torna obsesivamente esclavizante y esclavizantemente obsesivo, con perjuicio para otro sublime programa, (el de las ocupaciones espirituales), obviamente no conviene, porque no edifica.

Otro caso, ahora relacionado con las diversiones. Hay personas que las frecuentan, durante casi la semana entera, no reservando siquiera una noche para la visita a un enfermo, a un encarcelado, a uno que sufre, a un amigo que atraviesa una prueba. Comparecer a diversiones instructivas, es naturalmente cosa lícita, inclusive porque ventilan y educan al Espíritu, aliviándolo de las sobrecargas mentales de un día de intenso trabajo. Es lícito, sin duda, mas no conviene al aprendiz de buena voluntad, procurarlas muchas veces en la semana, porque esas noches serán más cristianamente vividas si son utilizadas en la visita a los necesitados o en el cumplimiento de cualquier tarea espiritual.

En suma, el problema de la criatura, realmente interesada en dinamizar la propia renovación, es el de la vivencia cristiana por un mayor número de horas. Renovarse es liberarse. Liberarse es ascender en la comprensión y en el entendimiento. Cada hora, en nuestra existencia, es una oportunidad que nos compete valorizar, utilizándola en el Bien, en cualquiera de sus variadas modalidades.

Frecuentar las diversiones educativas, (simplemente las educativas y nunca las licenciosas) una vez que otra, es cosa lícita. El Espiritismo no pretende privarnos de ellas. Con todo, si se torna el hombre esclavo de las filas, obcecándose por los anuncios de espectáculos, no conviene porque no edifica. Penetremos bien en el pensamiento de Pablo:

“Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen.”

 

Martins Peralva

Extraído del libro “Estudiando el evangelio a la luz del espiritismo”

EN LAS AFLICCIONES DE LA VIDA


EN LAS AFLICCIONES DE LA VIDA

 

26. PREFACIO. Podemos pedir a Dios favores

terrestres, y Él puede concedérnoslos cuando tienen

un objeto útil y serio; pero, como nosotros juzgamos la

utilidad de las cosas desde nuestro punto de vista, y

nuestra visión está limitada al presente, no siempre

vemos el lado malo de aquello que deseamos. Dios,

que ve mejor que nosotros y sólo quiere nuestro bien,

puede, pues, negárnoslo, como un padre rehusa a su

hijo lo que podría perjudicarlo. Si lo que pedimos no

nos es concedido, no debemos desanimarnos; por el

contrario, es menester pensar que la privación de lo

que deseamos se nos ha impuesto como prueba o como

expiación y que nuestra recompensa será proporcional

a la resignación con que la sobrellevemos. (Cap. XXVII,

número 6; cap. II, números, 5, 6 y 7).

 

27. ORACIÓN. Dios Todopoderoso que veis

nuestras miserias, dignaos escuchar favorablemente

los votos que os dirijo en este momento. Si mi súplica

fuere inconveniente, perdonádmela; si es justa y útil a

vuestros ojos, que los buenos Espíritus que ejecutan

vuestra voluntad, vengan en mi ayuda para su

cumplimiento.

Cualquier cosa que me suceda, ¡oh Dios!, que

se haga vuestra voluntad. Si mis deseos no son

atendidos, es porque entra en vuestros designios el

probarme y a ello me someto sin murmurar. Haced que

no conciba por ello desaliento, y que mi fe y mi

resignación sean sustentadas.

(Formúlese la súplica)


Innecesaria Amargura


Innecesaria Amargura


Las relaciones humanas serán siempre pautadas por las dificultades que traemos en el alma. No podría ser diferente.

Como somos seres en evolución, muchos hay todavía, que tienen que construir en las conquistas emocionales para que el equilibrio, la justicia y la rectitud sean las herramientas en el relacionamiento humano.

No es raro individuos que, desgastados por los embates humanos, cansados de las dificultades de relacionamientos, alegan preferir vivir aislados del mundo, sin la necesidad de soportar a unos y aguantar a otros.

El raciocinio se torna casi natural, frente a tantos esfuerzos que tenemos que emprender tanta paciencia a ejercitar, con el trato con el semejante.

Y no son pocos aquellos que se aíslan del mundo. Sea buscando una vida de eremita, cerrándose en su hogar o aislándose en esa o aquella institución. Esos buscan la paz que no encontraban en las relaciones sociales familiares.

Muchos aunque así lo hagan imbuidos, algunas veces, por las más nobles intenciones, se olvidan de que, al aislarse, al huir de la sociedad, pierden la gran oportunidad del aprendizaje de la convivencia.

Solamente en los atritos que vivimos es donde vamos a encontrar la oportunidad de maduración en las experiencias, de crecer, de superar poco a poco las propias limitaciones en la interacción social.

Somos todos individuos creados para vivir en conjunto y la vida solitaria solamente nos causaría graves secuelas para la vida emocional y psicológica.

Es en la experiencia de vivir con los otros que el alma tiene la posibilidad de conocer diversas formas de aflicciones y ejemplos inolvidables.

Es natural que nuestras relaciones no sean siempre pautadas por la armonía. Son nuestros valores íntimos los que determinan los entrechoques que, no, raro, Vivenciamos, o los envolvimientos afectivos de calidad, que disfrutamos.

Como aun no nos acostumbramos a vivir en estabilidad intima por largos periodos de tiempo, una vez que otra surgen dificultades, problemas, indisposiciones variadas en nuestras relaciones.

Pensando así, se puede concluir cuento es innecesario e improductivo vivir cargando en lo intimo amarguras y mal quereres.

Nadie hay en el planeta que no se entristezca cuando recibe del otro lo que no le gustaría recibir. Sin embargo, no podemos olvidar que nadie pues también afirmar que, con su modo de hablar, de ser o de actuar, no cause tristeza y amargura a otras personas, aunque involuntariamente.

De esta forma, cabe a cada uno de nosotros procurar resolver malentendidos, molestias y amarguras con los recursos disponibles del dialogo, del entendimiento, de la disculpa y del perdón. Al final, si otros nos amargan por nuestra parte también acabamos amargando a uno u otro, algunas veces.

Pensando así, podemos concluir ser una gran pérdida de tiempo y un sufrimiento dispensable el almacenamiento de sentimientos como la amargura o la rabia en el corazón.

Hay tanto para realizar de bueno y de útil cada día, y el tiempo está tan apresurado, que pierde totalmente el sentido alimentar amargura en el alma, cualquiera que sea la intensidad.

Redacción de Momento Espirita

LOS PADRES SON RESPONSABLES



LOS PADRES SON RESPONSABLES POR EL DESENVOLVIMIENTO DE LOS VALORES DE LOS HIJOS

Actualmente cierne sobre las familias modernas una grave amenaza en torno a la cultura del placer. El instituto familiar necesita de gran choque de modelo y, sobretodo, de mucho apoyo religioso para alcanzar su equilibrio moral. Infelizmente, muchos padres quieren que los hijos tengan el placer sin responsabilidad. Sobre eso, el psiquiatra Içmi Tiba afirma: “las drogas son maneras fáciles de conseguir “placer”. El joven no precisa hacer nada, apenas ingerirla. Los hijos están siendo educados para que usen las drogas.Los padres han ofrecido todo a los hijos sin exigir responsabilidad a cambio, sin exigir que ellos mantengan una disciplina moral.

Los padres son responsables por el desenvolvimiento de los valores de los hijos y no deben apostar en la escuela para ejercer esa tarea. Para Içmi, “los niños se ha convertido en patatas calientes: los padres las dejan en mano de los profesores, los profesores los devuelven a los padres.” El psiquiatra reafirma que “un padre de verdad, es aquel que aplica en casa la ciudadanía familiar. O sea, nadie en casa puede hacer aquello que no se puede hacer en la sociedad. Es preciso imponer la obligación de que el hijo haga eso, así, se crea la noción de que el tiene que participar de la vida comunitaria.”

Los padres precisan hacer que los hijos entiendan que ellos tienen que cumplir su parte para disfrutar de los bienes del amor. Los padres precisan exigir más. “El exigir es mucho más que acompañar los limites, de aquello que el hijo es capaz de hacer”. Para Içmi Tiba, si “usted quiere educar? Sea educado. Y ser educado no es hablar “licencia” y “gracias”. Ser educado es ser ético, progresivo, competente y feliz.”

Los espiritas saben que la fase infantil, en su primera etapa, es la más importante para la educación, y no podemos relajarnos en la orientación de los hijos, en las grandes revelaciones de la vida. Bajo ninguna hipótesis, esa primera etapa reencarnatorio debe ser enfrentada con insensibilidad. Del o al 7 años, aproximadamente, es la fase infantil más accesible a las impresiones que recibe de los padres, razón por la cual no podemos olvidar nuestro deber de orientar a los hijos en cuanto a las enseñanzas morales. “El pretexto de que el niño debe desarrollarse con la máxima noción de libertad puede dar paso a graves peligros. Ya se dijo, en el mundo, que el niño libre es la simiente del villano.”

Si no observamos esas reglas, permitimos encender al faltoso de entonces la misma llama de los excesos de todos los matices, que lo conducen al exterminio y el delito. “Los padres espiritistas deben comprender esa característica en sus sagradas obligaciones, entendiendo que el hogar no se forma para la contemplación egoísta de la especie, más si para santuario donde, algunas veces, se exige la renuncia y el sacrificio de una existencia entera.”

Principalmente la madre, que según Emmanuel, “debe ser el exponente divino de toda la comprensión espiritual y de todos los sacrificios por la paz de la familia. La madre terrestre debe comprender, ante todo, que sus hijos, primeramente, son hijos de Dios. Desde la infancia, debe prepararlo para el trabajo y para la lucha que los esperan.

Desde los primeros años, debe enseñar al niño a huir del abismo de la libertad, controlándole las posiciones mentales, pues esa es la ocasión más propicia para la edificación de las bases de una vida. enseñará la tolerancia más pura, más no desdeñará la energía cuando sea necesaria en el proceso de la educación, reconocida a la heterogeneidad de las tendencias y la diversidad de los temperamentos”.

La madre “ no debe dar razón a cualquier queja de los hijos, sin un examen desapasionado y meticuloso de las cuestiones, levantándoles los sentimientos para Dios, sin permitir que se estacionen en la futilidad o en los prejuicios morales de las situaciones transitoria del mundo. En la hipótesis de fracasar en todas sus dedicaciones y renuncias, compete a las madres incomprendidas entregar el fruto de sus labores a Dios, prescindiendo de cualquier juzgamiento del mundo, pues el Padre Misericordioso sabrá apreciar sus sacrificios y bendecirá sus penas, en el instituto sagrado de la vida familiar.”

Los hijos rebeldes son hijos de nuestras propias obras, en vida anteriores, cuya Bondad de Dios, ahora, nos concede la posibilidad de unirse a nosotros por los lazos de la consanguinidad, dándonos la estupenda oportunidad de rescate, reparación y los servicios arduos de la educación. De esa forma, ante los hijos desobedientes e indisciplinados , impenetrables a todos los procesos educativos “los padres después de utilizar todos los procesos de amor y de energía en el trabajo de orientación a ellos, es justo que esperen la manifestación de la Providencia Divina para el esclarecimiento de los hijos incorregibles, comprendiendo que esa manifestación debe llegar a través de dolores y de acerbas pruebas, de forma a impregnarles , con éxito, el campo de la comprensión y del sentimiento.”

Los padres, después de agotar todos los recursos en el bien de los hijos y después de la practica sincera de todos los procesos amorosos y enérgicos para su formación espiritual, sin éxito alguno, “deben entregárselos a Dios, de modo a que sean naturalmente tratados por los procesos tristes y violentos de la educación del mundo. El dolor tiene posibilidades desconocidas para penetrar los espíritus, donde la linfa del amor no consiguío brotar, no obstante el servicio inestable del afecto paternal, humano. Es la razón por la cual, en ciertas circunstancias de la vida, se hace menester que los padres estén revestido de suprema resignación, reconociendo en el sufrimiento que persigue a los hijos la manifestación de una bondad superior, cuyo buril oculto, constituido por el sufrimiento, remodela y perfecciona con vistas al futuro espiritual.”

Jorge Hessen

Los Dos Fundamentos


Los Dos Fundamentos


 “El que escucha mis palabras y las pone en práctica se parece a un hombre sensato que ha construido su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y se echaron sobre ella; pero la casa no se cayó, porque estaba cimentada sobre la roca. Y todo el que escucha mis palabras y no las pone en práctica se parece a un hombre insensato que ha construido su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y se precipitaron sobre ella, y la casa se cayó y se arruinó totalmente.” (Mateo, VII, 24-27).

En esta alegoría Jesús compara la creencia con un edificio; la buena creencia es semejante al sólido edificio construido sobre la roca; la mala creencia es como un edificio de mala construcción, levantado sobre la arena movediza. Existen, pues, dos creencias: la creencia verdadera y la falsa creencia. La buena creencia nace del estudio, del libre examen, de la observación; es la creencia activa, racional y científica. La mala creencia es pasiva, tradicional, hereditaria; acepta los dogmas que le son sugeridos, sin conciencia, sin analizar, sin convicción. La verdadera creencia representa el edificio construido sobre la roca; la falsa, la edificada sobre la arena movediza. La alegoría es magnífica. Quien quiere construir un buen edificio, de duración y que pueda, por su solidez, resistir las intemperies, busca un buen terreno, cava cimientos, echa y asienta sobre esos cimientos una base de piedras para que los cimientos soporten el peso de la casa. Sólo después será cuando levante las paredes y concluya el edificio.

Existen otros que no hacen cuestión de terreno, ni de cimientos. Construyen en cualquier lugar y hasta incluso sin cimientos. Estas casas no ofrecen garantías y se vuelven peligrosas para sus habitantes. Así es la Religión: quien busca con buena voluntad y libre de ideas preconcebidas la Verdad, y está dispuesto a abrazarla, está edificando sobre la roca; quien se somete a cualquier doctrina, sin conciencia de lo que hace, edifica sin base y en terreno movedizo. Pero, así como no es suficiente encontrar el terreno para hacer la casa, tampoco es suficiente encontrar la Verdad para tenerla en sí. Es preciso construir la creencia, como se construye una casa. Después que se encuentra el terreno, se toma posesión de él y se comienza la construcción: primero los cimientos, después las paredes, después el tejado, después el acabado interior y el exterior. Así es también cuando se encuentra la Verdad, después de haberla buscado y de estar seguro por la investigación, examen, raciocinio, que es, de hecho, la Verdad, urge tratar la construcción de la creencia, comenzando por los cimientos y estos han de ser forzosamente los mismos puestos por Jesús, la Revelación Divina, como dice Él a sus discípulos:

“Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. (Mateo, XVI, 13-19). Y así, con el material venido del Cielo y con el trabajo y esfuerzo que empleamos, vamos, poco a poco, construyendo el edificio de la creencia que tanto más sólido y más bello será, cuanto mayor fuese la dedicación que tuviéramos para ver terminada esa obra grandiosa, que será nuestro eterno abrigo. Jesús comparó ambas formas de creencia, una, a un edificio bien construido, y la otra, a una casa mal edificada. Un edificio bien construido nos guarda de las intemperies y de las tempestades, nos libra de los malhechores, nos da sosiego y paz. Así es la verdadera creencia: nos consuela en las pruebas, nos libera de las emboscadas de los Espíritus maléficos, nos da calma, coraje y fortaleza para vencer. Una casa mal edificada corre el riesgo de ser abatida por las tempestades y de derrumbarse a la influencia de la corriente; sujeta de ser asaltada, siempre nos causa sobresaltos.

La creencia ciega es semejante a una casa así construida o adquirida; esa creencia popular, tradicional, hereditaria, sin Evangelio, sin Jesucristo, sin examen, sin raciocinio, en el primer momento de la adversidad, amenaza tales ruinas que ponen en peligro a sus propios adeptos. La creencia no es una mercancía que se adquiere en la plaza, ni la dádiva que se acepta para ser agradable. La creencia comienza por el estudio y por la investigación; crece en nosotros a medida que la cultivamos. La creencia es la que nos ilustra y nos hace aproximarnos a Dios. Las casas mal edificadas están sujetas a la demolición. La creencia bastarda debe ser repudiada para dar lugar a la nueva edificación sobre sólidos fundamentos. Examine cada cual su creencia y observe si la “casa” es de sólida construcción y si está levantada sobre fundamento inamovible.

CAIRBAR SCHUTEL

Sepa la diferencia entre vivir solo y ser solitario


Sepa la diferencia entre vivir solo y ser solitario

La soledad es un estado interno, al principio es un sentimiento de que algo o alguien esta faltando. En el vocabulario de la lengua portuguesa, la palabra “solidão” significa: estado de quien se siente o esta solo. Según la psicología, soledad es una “dolencia traicionera” que ningún aparato de la medicina consigue detectar y que provoca en la mayoría de las veces, reflejos en la postura humana como:

-Aislamiento.
-Constante desanimo e indisposición.
-Sentimientos de tristeza sin razón aparente.
-Baja auto estima.

Actualmente muchas personas viven solas y llevan una vida bastante independiente. De acuerdo con la terapeuta y educadora psico-corparal por la Dinámica Energética del Psiquismo (DEP) Elaine Lilli Fong, no podemos decir que son personas solitarias, desde que ellas se sientan en paz con esa situación. Entre tanto, lo que muestra es que el sentimiento de soledad puede estar presente en cualquier lugar o situación, como por ejemplo, durante una fiesta con los amigos, en el trabajo y hasta aun así, dentro de casa con la propia familia. Elaine recuerda que cada ser humano viene solo al mundo, pasa por la vida como una persona separada y muere sola. Que las fases del viaje por la vida física permiten muchas experiencias, pero todo es pasajero.

La terapeuta defiende la idea de que la separación, el estar solo son apenas ilusiones, pues nada se va totalmente y nada esta separado. Quedara siempre el recuerdo en lo cual contiene toda la experiencia y vivencia ocurrida, lo que es muy rico. Joanna de Ângelis, autora espiritual del libro “El hombre Integral” psicografiado por el médium Divaldo Pereira Franco, afirma “ (…) Soledad es espectro cruel que se origina en los paisajes del miedo y que en la actualidad, es uno de los mas graves problemas que desafían la cultura y la humanidad. El hombre solitario es todo aquel que se dice en soledad, excepto en los casos patológicos, alguien que se encuentra receloso, que evita descubrirse, conocerse, así ocultando su identidad en la apariencia de infeliz, de incomprendido y abandonado.” (Divaldo Pereira Franco, “El hombre integral”, de. Leal, 2006. São Paulo)

Para el espíritu Hammed, en el libro “Los dolores de Alma”, psicografiado por el médium Francisco do Espírito Santo Neto. “(…) Sufrimos de soledad toda vez que despreciamos las inherentes vocaciones naturales y tendencias del alma (…) nos distanciamos de lo que realmente somos, creamos un auto desprecio, pasando, a partir de ahí, a desarrollar un sentimiento de soledad, aun rodeados de las personas mas importantes y queridas de nuestra vida” (NETO, Francisco do Espírito Santo, As Dores da Alma,Ed. Boa Nova, 2000,São Paulo)

Los peligros de la soledad

La psicóloga y especialista en psicosomática Rosemeire Zago, alerta sobre los peligros de la soledad y afirma que cuando las personas se sienten en este estado, están mas propensas a recurrir al uso del alcohol, drogas o comida en exceso en busca de una fuga. Roseimeire alerta para el hecho de que no es negando, ni huyendo de lo que se siente, el mejor camino para librarse de todo el dolor. Según la psicóloga, el sentimiento de soledad, en la mayoría de las veces, provoca mucha angustia y trae un fuerte sentimiento de auto desprecio e inseguridad, con pensamientos negativos frecuentes. De esta forma, en vez de eliminar o aliviar la angustia, permite que ella misma aumente aun mas.

Rosemeire aun esclarece que es preciso tener conciencia de que no adelanta mantener esos pensamientos sobre si mismo, que con certeza ellos no reflejan la realidad. Encerrarse en casa y aislarse, dejando que el desespero y las lagrimas dominen la vida, no traerá mejoras, al contrario, solo agrava ese momento tan delicado. Aun en el libro “Los dolores del Alma”, el espíritu Hammed revela “(…) es preciso abandonar nuestras compulsiones de hacernos seres idealizados, nuestra expectativa fantasiosa de perfección y nuestro modelo social de felicidad (…) Exterminamos el clima de presión, de abandono, de tensión y de soledad que sentimos interiormente, para transportarnos para una existencia de satisfacción intima y para una indescriptible sensación de vitalidad”

Especialistas alertan la importancia de la observación de los sentimientos de soledad, independiente de estar o no solo(a) y, habiendo actitudes de constante aislamiento, es necesario buscar auxilio de un profesional de la salud, mas allá de actividades que estimulen el bien estar y eleven la auto estima.

Extraído de “Rádio Boa Nova”
Traducido por Jacob

“Si os he dicho cosas terrenales y no creéis…”


 “Si os he dicho cosas terrenales y no creéis…”

El Espiritismo es una doctrina que sustenta, defiende y difunde la idea de que las revelaciones son hechas en la medida en que se procesa la madurez del hombre. No estando en condiciones de comprender la “voz de los cielos”, venga ella en el campo de la Ciencia, de la Filosofía o de la Religión, la criatura humana se manifiesta pretendiendo, no solo conocer lo que no puede, sino lo que es peor, pretende ejercer el monopolio en la interpretación de pequeños trozos de las Revelaciones que el Padre Celestial, permite se nos hagan. Son “cosas celestiales”, como acentuó Jesús, que los Nicodemo de la actualidad no pueden comprender, dado a que aún mismo no entienden las cosas terrestres. Y la manifestación de ese trabajo, entre los hombres de la Tierra, se subordina a factores de los más variados. Culturales, morales y espirituales. No se condiciona con la voluntad, casi siempre infantil o pretenciosa, de los encarnados.

Cada uno recibirá de acuerdo con su grado de cultura, el índice de espiritualidad y la naturaleza de sus sentimientos. En las revelaciones científicas, cultura y conocimientos. En las religiosas, sentimiento moral. Todo viene a su tiempo, y Dios sabe cuando es el tiempo propicio. Jesús habló sobre la reencarnación a Nicodemo, mas el digno y respetable integrante del fariseísmo no pudo comprender la referencia del Maestro.

Nicodemo era un hombre intelectualizado, nadie lo puede negar. Sin duda estaba habituado, en el Templo y en las Sinagogas al juego fraseológico de la exégesis de las Escrituras. Pero, a pesar de eso, no poseía cultura espiritual para entender el trascendentalismo de la tesis palingenésica, expuesta sutilmente por Jesús. “Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? – resaltó el Maestro, comprensivo y paciente, generoso y sabio, ante el esfuerzo mental del curioso fariseo.

A pesar de eso, en un último intento, atento al hambre espiritual del Doctor de la Ley, prosiguió: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios” – palabras que, más tarde, el Consolador prometido por el propio Jesús, transformaría en “nacer, vivir, morir, renacer nuevamente y progresar continuamente…”

Para comprender a la Reencarnación, es indispensable, antes que nada, que el hombre se libere del fanatismo religioso. Aparte para bien lejos, el preconcepto científico. Mire desde afuera cualquier expresión dogmática. Si no se libera, no comprenderá. Entonces, liberarse para entender, esa es la cuestión. Es necesario que, superando la mala voluntad y el orgullo, dé el hombre una sacudida en la propia conciencia y se liberte, de una sola vez o gradualmente, pero con firmeza, de cualquier estrechez o inhibición. En ese esfuerzo por comprender, la humildad desempeña también, un papel relevante. Y el coraje moral tiene también su lugarcito… Estrechez e inhibiciones, mala voluntad y orgullo son herencias de las religiones que, o se modifican bajo el impacto de la evolución y el progreso, o pierden su finalidad y su prestigio en el seno del pueblo. Serán compelidas a ceder lugar, en definitiva, a las doctrinas más conformes con la fe y que no tienen miedo a la razón.

El hombre moderno está buscando, con ansiedad, el conocimiento de la Verdad. Es esencial, pues, no olvidar la advertencia de Jesús cuando afirmó que el hombre se liberará al conocer la Verdad…


Martins Peralva
Extraído del libro “Estudiando el evangelio a la luz del espiritismo”

Espiritas, amaos; este es el primer mandamiento


“Espiritas, amaos; este es el primer mandamiento. Instruíos, este es el segundo…”

La Espiritualidad Superior viene insistiendo, a través de consecutivos mensajes, sobre la necesidad del estudio y del trabajo, en las columnas renovadoras del Espiritismo. Amor e instrucción han sido, en verdad, la palabra de orden de los Mensajeros del Cristo.

Los trabajadores encarnados, identificándose con el pensamiento y la orientación de quienes los acompañan desde lo Más Alto, en la sorprendente e irresistible marcha de la Doctrina, se sienten naturalmente, con el deber de secundarles la recomendación. Por lo demás, no es de ahora que los espíritus exhortan a los hombres al estudio y a la instrucción; a la cultura, en tanto que no envanezca esta al hombre, sino que lo torne humilde, sinceramente modesto. Humilde desde adentro hacia fuera.

Cuando se lanzaban en Francia, los fundamentos del Espiritismo, las iluminadas entidades que organizaban la Codificación, utilizando la personalidad misionera de Allan Kardec, ya despertaban a los obreros de la primera hora hacia el imperativo de la instrucción.

El Espíritu de Verdad, cuyas palabras dejan indiscutiblemente entrever una trascendente autoridad, comunicándose en París en l860, exhortaba, incisivo: “Espíritas, amaos; este es el primer mandamiento, instruíos, este es el segundo.”

El Amor es el Trabajo, la Acción y el Servicio. La Instrucción es la lectura, el Estudio, el Conocimiento. Amor e Instrucción constituyen, por consiguiente, dos palancas, dos herramientas que deben estar, día y noche, en las manos de los espíritas. A través del Amor, ejercemos la solidaridad.

Nos identificamos con el sufrimiento del prójimo. Visitaremos al enfermo y al encarcelado. Despertaremos, en fin, en la esencia de nuestra individualidad eterna, la centella de bondad que existe, potencialmente en cada ser.

A través del estudio, aprenderemos a discernir el error de la verdad; la claridad de la sombra y la sinceridad de la hipocresía. El Espiritismo, como acentúa Allan Kardec, no es una doctrina que induzca a sus adeptos a extrañas y extravagantes singularidades. Ni estudio sin amor; ni amor sin estudio. En suma: ni bondad desprovista de conocimiento, ni conocimiento con ausencia de bondad.

Amor sin estudio es comportamiento unilateral, favoreciendo tan solo al sentimiento, pero retardando la ascensión hacia Dios. Estudio sin amor constituye, casi siempre, una experiencia simplemente intelectual, pudiéndonos llevar a la presunción y la vanidad, amenazando así al aprendiz a la caída y el fracaso. Es que, por regla general, consonante a la advertencia de Pablo de Tarso: “El conocimiento envanece, pero el amor edifica.” Emmanuel, hablándonos al corazón, exhorta también: “Recuerda que en Doctrina Espirita, es preciso estudiar y aprender, entender y aplicar.” Aconseja también, la divulgación del “estudio noble”. Con todo, reconociendo la fragilidad humana, destaca la necesidad de que el espírita, a través del amor “fundamente las palabras en el ejemplo.”

Observando el empeño de los Instructores Espirituales, en la incesante recomendación al estudio, no debemos olvidar a León Denis preocupado, ciertamente con el problema de la ignorancia, que lleva al fanatismo, asegurando a su vez: “El Espiritismo será aquello que de él, los hombres hagan.”

¿Que rumbo tomaría la Doctrina Espírita si nos encastillásemos en la pereza mental, y despreciando a los libros, nos embriagásemos con los mensajes que descienden de los cielos en cataratas interminables e incesantes? ¿A donde iríamos a parar, si los libros permaneciesen cerrados en los estantes de las editoras y librerías? ¿Qué sería del Espiritismo – que es Ciencia, Filosofía y Religión –dentro de solo algunas decenas de años?

La Doctrina Espírita es, sobre todo y esencialmente, la Doctrina del equilibrio y del buen sentido: Amor y Sabiduría, constituyen las alas de que se valdrá el Espíritu Humano en su vuelo hacia el Infinito. Trabajo e instrucción, con el fin de que el equilibrio sea una constante en la vida del aprendiz y en la expansión doctrinaria. Debemos, por eso mismo, preguntar también: ¿Qué rumbo tomaría también nuestro bendecido movimiento, si, solamente estudiando, olvidásemos a los necesitados del camino? ¿A donde iríamos a parar si, apenas manoseando libros y devorando mensajes, nos alejásemos del hambre del pobre, de la desnudez del huérfano, de la dificultad de la viuda, de la soledad del encarcelado, y de la desesperación del enfermo incurable? ¿Qué sería del Espiritismo – el Consolador prometido por Jesús – si estimulando la cultura, olvidásemos lamentablemente la sublime leyenda adoptada por el insigne Misionero lionés; “Trabajo, Solidaridad y Tolerancia.”?

Hay por lo tanto, y como se observa, una dupla inseparable e indisoluble necesidad: “Amor e Instrucción”. Evidentemente, no se ha podido engañar el Espíritu de Verdad cuando dijo: “Vengo, como otrora, a los extraviados hijos de Israel, a traer la Verdad y disipar las tinieblas. Escuchadme”, al preceptuar en los albores del Espiritismo, el imperativo del Amor y la Sabiduría. “Espíritas, amaos; este es el primer mandamiento; Instruíos, este es el segundo.”

 

Martins Peralva

Extraído del libro “Estudiando el evangelio a la luz del espiritismo”

PARA PEDIR UN CONSEJO


PARA PEDIR UN CONSEJO

 

24. PREFACIO. Cuando estamos indecisos en

hacer o no hacer una cosa, ante todo, debemos

hacernos estas preguntas:

Primero. – Lo que dudo hacer, ¿puede causar

algún perjuicio a otro?

Segundo. – ¿Puede ser de utilidad para alguien?

Tercero. – Si otra persona hiciera esto conmigo,

¿quedaría yo satisfecho?

Si esta obra sólo interesa a sí mismo, está

permitido pesar las ventajas y los inconvenientes

personales que puedan resultar de ella.

Si interesa a otro y haciendo el bien para uno

puede resultar en mal para otro, es menester igualmente

pesar la suma del bien y del mal, para abstenerse o

actuar.

En fin, aun para las mejores obras, es preciso

considerar la oportunidad y las circunstancias

accesorias, porque una cosa buena en sí misma puede

tener malos resultados en manos inhábiles, si no es

conducida con prudencia y circunspección. Antes de

emprenderla conviene consultar las fuerzas y los medios

de ejecución.

En todos los casos se debe siempre reclamar la

asistencia de los Espíritus protectores recordando esta

sabia máxima: En la duda, abstente. (Cap. XXVIII,

número 38).

 

25. ORACIÓN. En nombre de Dios

Todopoderoso, buenos Espíritus que me protegéis,

inspiradme la mejor resolución a adoptar en la

incertidumbre en que me encuentro. Dirigid mi

pensamiento hacia el bien y desviad la influencia

de aquellos que intenten separarme del buen

camino.
 
 
 

Enfermedades


Enfermedades


 “Levántate y anda”, ordenó el Maestro, mostrando que el acto de levantar y caminar cabe a nosotros mismos, por encima de todo. ¿Qué son las enfermedades? ¿Castigos de Dios? Claro que no. Dios no es verdugo. El es Padre….

Un Padre justo y sabio que educa a sus hijos con amor, ensenándoles a conducirse por las leyes de la fraternidad y del respeto porque esa es la receta para los seres humanos poder convivir bien unos con los otros. ¿Pero porque entonces las enfermedades? ¿Cosas de la Naturaleza?

La Naturaleza fue creada por Dios, así como todos nosotros, con amor y sabiduría. Por eso debemos buscar esas causas en otras fuentes, y esas fuentes están, ciertamente, en nosotros mismos. Explica el espíritu Miramez, que los malos pensamientos son una basura que, por ley, debe quedar con quien la produce. Todos producimos, en mayores o menores proporciones, esa basura mental y emocional, contaminante del alma, a través de los pensamientos, sentimientos y actitudes anti fraternas, depresivos o viciosos, tales como la envidia, el odio, el rencor, el pesimismo, la irritación, la revuelta, así como también la lujuria, el egoísmo, la ambición, la violencia y tantos y tantos otros valores negativos de los cuales no siempre nos damos cuenta.

Cuando esto ocurre, nuestra propia naturaleza se encarga de expulsar parte de esa basura para que no nos asfixie, y esa carga mórbida, al ser drenada para el cuerpo carnal, se materializa en forma de dolencias, o de predisposiciones para determinadas enfermedades. ¿Y te puedes estar preguntando por cual razón entonces no enferman tantos seres perversos, inmorales, ambiciosos, anti fraternos y semejantes, que están hombro con hombro con nosotros en lo cotidiano? La respuesta es simple: cuanto más atrasado el espíritu, más grueso y denso es su periespíritu, o cuerpo espiritual. Por eso puede convivir tranquilamente con la propia basura. Pero conforme va evolucionando espiritualmente, a través de las reencarnaciones bien aprovechadas, también más delicado y sensible va transformándose su periespíritu y, con eso, mayor y más urgente también se torna la necesidad de esos drenajes.

Explica aun Miramez, que esa basura mental de que hablamos es, muchas veces, puesta en las capas del subconsciente de nuestro ser y allí permanece cerrado en ese misterioso baúl, aguardando oportunidades de transformarse en grandiosas lecciones para el alma, a través de los sufrimientos causados por su purgación, en forma de enfermedades, en esta o en las futuras encarnaciones. Hay también los casos de enfermedades adquiridas en esta vida, por los estados de espíritu negativos. Hay personas que son verdaderas industrias de mal humor, que viven lamentándose, maldiciendo y quejándose de todo; otras cultivan emociones y sentimientos negativos como la envidia, los celos, el rencor, la irritación, el desamor… Ese tipo de actitudes o procedimientos genera un energismo pesado que queda circulando en el sistema energético, provocando bloqueos, produciendo males de mayor o menor gravedad. Ocurre también que muchos espíritus programan ciertas dolencias o limitaciones para sus encarnaciones, mirando evitar mayores caídas espirituales. Igualmente, hay casos en que la administración superior determina una enfermedad, un accidente o parecido, para desviar a alguien del camino que iría a llevarlo a caer espiritualmente. Esto ocurre por misericordia divina, cuando hay merecimiento.

Otra causa de enfermedades esta en el descuido, en no tener cuidado con la propia salud, en los vicios diversos, en la gula, en la alimentación equivocada, en la vida sedentaria etc. Y hay aun aquellas kármicas, motivadas por acciones practicadas en vidas pasadas. Como se ve, las causas profundas de las enfermedades son muy diversas pero están en nosotros mismos, tanto en nuestro pasado como en el presente. Tal vez argumentes diciendo que las enfermedades son causadas por microbios, virus etc. Es verdad. Solo que, por nuestras actitudes, acciones y omisiones creamos en nosotros mismos campos favorables al desarrollo de los microorganismos que generan enfermedades, más allá de otros desequilibrios. Tanto es verdad que innúmeras personas infectadas con determinados virus o bacilos, no contraen tales dolencias. Por esas razones, cuanto más la medicina y la farmacología avanzan en su capacidad de curar, más enfermedades nuevas y cada vez más virulentas van surgiendo.

La culpa no es de la medicina, ni de la farmacología. Es nuestra. Por eso solo nosotros mismos, con la ayuda de Dios y de nuestra voluntad, podremos generar condiciones reales de curar y ser inmunes a las enfermedades. Esto, a través de la reforma moral, del cambio de conducta y de actitudes, y aun, del desarrollo de nuestros potenciales interiores. Pero ese es un trabajo difícil y demorado. La Naturaleza no da saltos. Si durante milenios fuimos construyendo lo que somos hoy, no será de un momento para el otro que vamos a conseguir modificar toda esa estructura. Pero si no comenzamos, nunca llegaremos allí. En los momentos de dolor, o cuando la enfermedad castiga nuestro cuerpo acostumbramos “agarrarnos” a Dios o en otros seres superiores, implorando el cese de esos sufrimientos: – “Tengo fe en Dios, El me va a curar…” Pero si la cura no sucede, la fe queda comprometida, porque colocamos la cura como condición para la fe. En esos casos, aunque, en vez de las lamentaciones y actitudes negativas, es muy importante buscar elevar nuestra frecuencia vibratoria, porque es la más poderosa ayuda en la eliminación de la basura producida por nuestras actitudes.

Esa elevación la conseguimos a través de la oración, de los sentimientos de amor universal, fe, optimismo y alegría, buscando vivir siempre las enseñanzas de Jesús. Las enfermedades, en verdad, representan una de las mayores fuerzas para nuestra evolución. Es como si la debilidad del cuerpo hiciese crecer la luz interior, o el miedo a la muerte nos aproximase más a Dios. Jesús, al resumir toda la ley, la sintetizo en el amor, no como precepto religioso sino como verdad científica y cósmica.

Extraído del libro “Nosotros y el Mundo Espiritual”
Autora: Saara Nousiainen
Traducido por Jacob

Beneficios de la encarnación


Beneficios de la encarnación


Con la reencarnación, desaparecen los preconceptos de razas y de castas, pues el mismo Espíritu puede volver a nacer rico o pobre, capitalista o proletario, jefe o subordinado, libre o esclavo, hombre o mujer. De todos los argumentos invocados contra la injusticia de la servidumbre y de la esclavitud, contra la sumisión de la mujer a la ley del más fuerte, no hay ninguno que prime, en lógica, al hecho material de la reencarnación.

Sí, pues, la reencarnación funda en una ley de la Naturaleza el principio de fraternidad universal, también funda en la misma ley el de la igualdad de los derechos sociales y, por consiguiente, el de la libertad. Tirad al hombre el Espíritu libre e independiente, sobreviviente a la materia, y haréis de él una simple máquina organizada, sin finalidad ni responsabilidad; sin otro freno que el de la ley civil y propia a ser explotada como un animal inteligente.

Sin esperar nada después de la muerte, nada obsta a que aumente los gozos del presente; si sufre, sólo tiene la perspectiva del desespero y la nada como refugio. Con la certeza del futuro, con la de encontrar de nuevo a aquellos a quien amó y con el temor de tornar a ver a aquellos a quien ofendió, todas sus ideas cambian. El Espiritismo, aunque sólo hubiese forrado al hombre a la duda relativa a la vida futura, habría hecho más por su perfeccionamiento moral de que todas las leyes disciplinares, que lo detienen algunas veces, pero que no lo transforman.

Allan Kardec
Extraído del Libro “Génesis”

La familia


La familia


La familia es una institución divina cuya finalidad principal consiste en estrechar los lazos sociales, proporcionándonos el mejor modo de aprender a amarnos como hermanos. Existen grupos familiares cuyas relaciones afectivas, al ser débiles, se rompen fácilmente, tomando cada cual su propio rumbo tan pronto surja una oportunidad propicia; en otros, entretanto, la amistad con que se quieren y la abnegación recíproca de que dan pruebas llegan a rayar en lo sublime. Y, entre esos extremos, existe también un escalafón casi infinito, en el que la mayoría de los terrícolas vamos haciendo nuestro aprendizaje de fraternidad.

Alguien más sensible, capaz de razonar en términos de eternidad y no sólo en función de los breves instantes de una existencia terrena, tal vez nos pregunte: Si la convivencia familiar tiene como objetivo desarrollar y profundizar la simpatía y la amistad entre los hombres, ¿podemos alimentar la seguridad de que “post-mortem” reencontremos a nuestros entes queridos?

El amor que nos haya unido aquí en la Tierra ¿será tenido en cuenta por Dios, en el sentido de garantizar que continuemos juntos en el Más Allá? Y la madre que haya merecido el cielo, ¿podrá trabajar por la salvación de los hijos supuestamente condenados al infierno, de modo que pueda acogerlos, nuevamente, en sus brazos?

Por la enseñanza de la Teología, la respuesta a estas preguntas sería una sola: no, no y no, lo que, sí es verdad, es que haría inexistentes los lazos familiares y forzosa la conclusión de que sería mejor, en este caso, que nadie quisiese a nadie, para no sufrir, después, con esa inexorable separación. El Espiritismo, sin embargo, que es el Consolador prometido por Cristo nos abre perspectivas mucho más alentadoras. Nos dice, basado en el testimonio personal de las almas que se han manifestado, que ellas fueron, en el otro lado de la Vida, grupos afines, en los cuales todos aquellos que se estiman permanecen unidos, integrando comunidades tanto más perfectas son las cualidades morales que hayan adquirido.

Cuando unos reencarnan, sea en misión o en expiación, los otros que se mantienen en la patria espiritual velan por ellos, ayudándolos a salir victoriosos. Frecuentemente aceptan nuevas encarnaciones en el mismo país, en el mismo medio social o en la misma familia, a fin de trabajar juntos por el ideal común o por su mutuo adelantamiento. Incluso los que hayan fracasado en una o más existencias, y se hallen, por eso, en regiones purgatoriales, sufriendo por las consecuencias de sus errores o de sus pasiones infamantes, no permanecen en esa situación más que el tiempo necesario para que se arrepientan y se dispongan a redimirse. Después de que eso suceda, aquellos que los aman, aunque retardando su progreso o renunciando a la felicidad a la que tienen derecho, desciende para ampararlos, animándolos y, en ciertos casos, precediéndolos en el retorno a la Tierra, para recibirlos en tutela y encaminarlos por la senda del perfeccionamiento.

No creamos, todavía, que todos cuantos estuvieron aquí unidos por el parentesco mantengan esos mismo vínculos en las esferas espirituales. Se engañan los que se imaginan que es así. Las uniones, allá, conforme dijimos más arriba, obedecen al afecto real, a la semejanza de inclinaciones o a la igualdad de nivel evolutivo. De este modo, las personas que se unieron, en este mundo, sólo por la atracción física, por mera conveniencia o por otra razón cualquiera, sin que en tal convivencia, la simpatía les hiciese vibrar las cuerdas del corazón, estas, en verdad, “no tienen ningún motivo para buscarse en el mundo de los Espíritus, ya que las relaciones de naturaleza carnal o de interés exclusivamente material se extinguen con la causa que les dio origen”. (Kardec)

No admitiendo las doctrinas anti-reencarnacionistas la preexistencia de las almas y, por consiguiente, sus inter-relaciones en el pasado; dogmatizando, por otro lado, que la diversidad de la suerte, en la vida futura, es definitiva e irreversible, sin ninguna posibilidad de comunicación entre las “elegidas” y las “rechazadas”, las vuelve prácticamente extrañas unas a las otras, al mismo tiempo que destruye los afectos nacidos y cultivados a la influencia de las uniones familiares. Por la ley de reencarnación, al contrario, las almas amigas se mantienen solidarias, no sólo durante el fugaz período que va de la cuna a la tumba, sino por los milenios además, gravitando, juntas, en busca de Dios, nuestro Padre Celestial. (Cap. VII, preg. 773 y siguientes)

Rodolfo Calligaris
Extraído del libro “Las leyes morales según la Filosofía Espírita”

Discernimiento


Discernimiento


 “Por el fruto se conoce al árbol”

Las comunicaciones mediúmnicas, espontáneas o provocadas, no constituyen una invención del Espiritismo. Esas comunicaciones siempre existieron, en todos los tiempos y lugares. Le historia de todos los pueblos, occidentales y orientales, demuestra que el mundo espiritual nunca estuvo divorciado del mundo físico.

En la Antigüedad tales fenómenos no eran desconocidos, aunque permaneciesen limitados al recinto cerrado de los templos, monopolizados por los iniciados, que se interesaban en ocultarlos del pueblo, quien permanecía tan necesitado de él, como se demostraría en el futuro. En el tiempo de Jesús, los fenómenos se intensificaron. La presencia del Cristo en la Tierra, pone en efervescencia a las fuerzas espirituales, al punto de que los contemporáneos del Maestro se familiarizaran de tal modo con las comunicaciones, que las páginas evangélicas están repletas de hechos de esa naturaleza.

Con el Cristo, podemos observar que las cortinas de los templos iniciáticos se tornan transparentes. Se torna hasta tal punto tenue que las comunicaciones se generalizan, alcanzando los más variados niveles de la sociedad de la época. Los fenómenos ganan las calles. Viajan hasta las aldeas más distantes. Penetran en las metrópolis más famosas. Invaden los campos y las playas. Se consagran, finalmente, como una expresión inmedible del Amor de Dios, en el glorioso Día del Pentecostés. A pesar de que los vuelos mediúmnicos se hubiesen ampliado con el Maestro, fertilizando la siembra de la Buena Nueva, cabría, con todo al Espiritismo, el Consolador por determinación del propio Cristo, la misión de metodizar su práctica, disciplinado, a la manera de un ingeniero que, frente a la fuerza desgobernada de la catarata, utiliza los recursos de la técnica para convertirla en recurso de progreso y bienestar.

Le cupo al excelso misionero de la Codificación, no tan solo por medio de trabajos dispersos, sino sobre todo, a través del “Libro de los Médiums”, establecer las principales líneas para la práctica mediúmnica. A los herederos de la Tercera Revelación, les aseguró Allan Kardec con “El Libro de los Médiums” el camino fundamental y la directriz segura. Si deseamos que la práctica mediúmnica, con finalidad educativa y consoladora, para nosotros y también para los desencarnados, se realice bajo los preceptos del Evangelio y dentro de las normas doctrinarias, es imprescindible el estudio de ese libro, verdadero tratado experimental de Espiritismo, que garantiza al espírita una base sólida para el desempeño eficaz de sus compromisos, en este delicado y sublime campo de la Doctrina.

El sabor del fruto descubre al árbol. El estudio y la observación elevan el discernimiento. Sin las luces doctrinarias, hoy profusamente divulgadas, difícilmente conseguiremos éxito en el servicio mediúmnico. Promover el intercambio con los Espíritus, sin la orientación doctrinaria y el sentimiento evangélico, en cualquier tiempo y lugar, es camino abierto para desagradables sorpresas. Son el discernimiento y la bondad, vigas maestras del cuerpo mediúmnico, cualidades que solamente la Doctrina y el Evangelio proporcionan. Cabiéndole pues, al Espiritismo, la misión de orientar la práctica de la mediumnidad, no podemos ignorar que, ante la circunstancia de ser militantes de la Doctrina, cada uno de nosotros soporta sobre sus hombros, una parcela de responsabilidad. En su difusión, su desenvolvimiento y su ejercicio. Esto es lo que nos parece acertado. Y también a todos les ha de parecer, suponemos, porque el abecedario mediúmnico es uno solo: “El libro de los Médiums.”

Martins Peralva
Extraído del libro “Estudiando el evangelio a la luz del espiritismo”

CRISTO Y LÁZARO IV


CRISTO Y LÁZARO  IV

LA TERCERA FRASE“Desatadle, y dejadle ir”

Estamos del lado de afuera, ante el sol del Evangelio del Señor.

¡Mas, oh indescifrable realidad!, Tenemos las manos y pies atados por

fajas y el rostro envuelto en un lienzo, a la manera de Lázaro.

Realmente estamos de pie, mas no podemos andar.

La Luz se hace en torno a nosotros, pero nada distinguimos.

Alrededor de nosotros, personas y cosas, pero nuestros ojos nada

perciben.

La piedra fue retirada por generosos amigos, pero permanece, tirana e

cruel, la atrofia muscular.

Ya salimos del sepulcro, obedeciendo la determinación del Celeste

Benefactor.

Entretanto, una vez más, el Maestro ruega el concurso de nuestros

queridos cireneos, viejos amigos que removieron la piedra, cuando nosotros

solamente “dormíamos”, estando “muertos” para las realidades de la Vida Más

Alta.

Abnegados amigos, benefactores incansables de otras existencias, que

estuvieron a nuestro lado en la “muerte”, en el “sueño” y en el “despertar”,

acuden nuevamente, presurosos, para desligarnos de las fajas y del lienzo que

nos embarazan y nos inhiben, impidiéndonos dar el paso decisivo.

Hacia el frente y para lo alto.

En pro de la Sabiduría, por el camino del Amor.

Teniendo como meta el Conocimiento unido a la Bondad.

Jesús utiliza a aquellos amigos, abnegados compañeros de otras jornadas

reencarnatorias, que habiendo aprovechado mejor el Tiempo y las

oportunidades, se distanciaron de nosotros a través del esfuerzo propio, por la

perseverancia en el bien.

Compañeros que, ciertamente, como nosotros, tuvieron hace milenios su

piedra, pero de la cual se liberaron definitivamente, desde el sublime instante –

desde el glorioso minuto en que la voz del Cristo resonó en sus conciencias –

“Ven afuera.”

 

Aunque despierto, Lázaro no podría caminar.

Estaba atado, inhibido, cegado.

También nosotros, a pesar de despiertos, necesitamos aún de quien retire

las fajas mentales que nos impiden la Visión Mayor.

Fajas de egoísmo, generando otros males.

Ambición, orgullo, envidia, odio…

Viejas ataduras que nos mantienen atados al sepulcro de nuestras ilusiones

que porfían por no morir, por no extinguirse…


No basta con que sea retirada la piedra, por nuestros amigos encarnados o

desencarnados.

No alcanza con la repercusión, en la acústica de nuestra conciencia, de la

orden del Señor, compeliéndonos a levantarnos y salir para afuera.

No es suficiente conque nos desliguen, nos quiten las fajas, nos dejen ir,

soñolientos y aturdidos – cual fantasmas sin rumbo ni voluntad.

Es imprescindible que marchemos, conscientes y esclarecidos, en la

dirección de la Inmortalidad Sublime, en donde el Servicio con Jesús pide, de

cada uno, devoción y renuncia, decisión y buena voluntad.

Es imperioso, ya que reconocemos con Emmanuel que “toda reacción

sustancial procede del interior para el exterior”, empeñemos todo el esfuerzo

posible en el sentido de nuestra ascensión definitiva, en la dirección de la

Victoria con el Maestro.

Martins Peralva

Extraído del libro “Estudiando el evangelio a la luz del espiritismo”

Apuntes: Vísteme de poesía

Apuntes: Vísteme de poesía Antología Jayeiana Autores:  Carmelo Delgado, Dra. Hortensia Vidal, Janelys De Santiago, Juan C. Rodríguez   Dr....