REENCARNACIÓN Y FAMILIA
“Ninguno verá el Reino de Dios si no naciera de nuevo…”
Uno de los argumentos más comunes de los opositores del Espiritismo es
el de que la Reencarnación, su ley básica, destruye los lazos de la
familia.
Tal argumento, como tantos otros que la ignorancia y la mala fe
sustentan,
teniendo como objetivo obstaculizar la marcha triunfante y gallarda de
la
Tercera Revelación, no resiste al más simple razonamiento, al más leve
examen de la lógica y del buen sentido.
Es por medio de la Reencarnación (y gracias exclusivamente a ella), que
los lazos de la fraternidad se amplían y fortalecen, sobre todo en los
círculos de
la consanguinidad.
Sin las nociones de la palingenesia, nuestra familia espiritual sería
reducida, porque en principio también sería reducida nuestra familia
corporal.
A través de la Reencarnación, se prolongan los afectos más allá de la
vida
física.
Continúan los lazos y vínculos espirituales, en los otros mundos y en
las
otras existencias.
Por su intermedio, se establecen ataduras eternas entre los corazones
que
se reencuentran, innumeras veces, en el paisaje del mundo, renovando
experiencias de perfeccionamiento.
Se nos figura imposible considerar a la Reencarnación como una doctrina
perjudicial a los lazos de la familia.
Solamente podemos entenderla como afirmación de la solidaridad entre
los seres, demostrando así, en toda su plenitud, la Bondad Celeste.
Tan solo conseguimos concebirla como elemento divino de reunión de las
almas, en un mismo grupo o ambiente, pueblo o nacionalidad, para
consolidar
los afectos iniciados, en otros grupos y en otros pueblos, en tiempos
que se
fueron.
Existe, sin embargo, otro aspecto que igualmente revela su excelsitud,
la
valía de la Reencarnación. Si por ella amigos se reaproximan en el mismo
hogar, también en el mismo hogar los adversarios se reencuentran para la
definitiva extinción de odios, cuyos orígenes se pierden en la bruma del
pretérito.
No fuera la Reencarnación, nos faltarían las oportunidades de la
reconciliación con aquellos a quienes ofendimos o herimos, o que nos
agraviaron y lesionaron.
Son por esto, benéficos los efectos y las consecuencias de la
Reencarnación.
¿Cómo podríamos, igualmente, restablecer el contacto con las almas que
sembraron espinas en nuestro camino y con espíritus que enfrentaron
piedras
colocadas por nosotros?
¿Cómo podríamos volver al escenario terrestre, con el fin de, al lado de
compañeros de otras jornadas, concluir programas individuales o
colectivos
apenas esbozados o simplemente iniciados?
¿Cómo nos rehabilitaríamos en frente a aquellos que, situados en nuestro
camino evolutivo, en la condiciones de hijos y cónyuges, parientes y
amigos,
tuvieron sus vidas y sus destinos complicados por nuestra desatención a
los
preceptos del Evangelio?
Como vemos, en vez de destruir los lazos familiares, las ataduras de la
consanguinidad, la Reencarnación los fortalece y consolida.
Les asegura la perpetuidad en la Tierra y en otros mundos.
Si el Divino Maestro la exaltó en varias ocasiones, inclusive con el
“ninguno verá el Reino de Dios si no naciere de nuevo”, la Doctrina
Espírita la
glorifica en la admirable síntesis que en el frente de nuestro movimiento
filosófico ostenta, gallardamente; “Nacer, morir, renacer nuevamente y
progresar continuamente, tal es la Ley.”
Jesús y Kardec plenamente identificados en la Ley Magnánima.
La Reencarnación niega el egoísmo, pues afirma, de manera elocuente, la
solidaridad entre todos los seres
Divulgarla, hacerla conocida es encender en el corazón de la Humanidad
la lámpara de la esperanza.
Ella diluye el preconcepto, en cualquiera de sus manifestaciones.
La Reencarnación es el bálsamo, también, para el sufrimiento.
Es llave que abre la puerta para la comprensión de los más complejos
problemas humanos.
Es luz que aclara la noche de nuestros sufrimientos y de nuestros deseos
para la Vida en el Más Allá.
La Reencarnación, es en síntesis, Amor…
El Periodista: La fe católica y la protestante luterana no conocen la reencarnación. Usted fue pastor evangélico luterano y cree ahora en le reencarnación ¿Cómo sucedió esto?
ResponderEliminarEl Teólogo: Yo quise vivir como cristiano y seguir a Jesús de Nazaret, y al comienzo creía que la enseñanza de una posible reencarnación no era cristiana. Como estudiante de teología, y más tarde como pastor, me hice cada vez más consciente de cuán grandes eran las tensiones y contradicciones entre la enseñanza luterana y la de Jesús de Nazaret, como lo conocía de la biblia. Durante algún tiempo traté de hacer coincidir ambas cosas, pero un día me encontré frente a la disyuntiva: O luterano o cristiano. Así decidí dejar mi profesión de pastor y poco después me retiré de la Iglesia.
Hoy vivo y trabajo en una comunidad cristiana originaria, cuyo propósito es vivir según los Diez Mandamientos y las enseñanzas del Sermón de la Montaña de Jesús de Nazaret.
Con el correr del tiempo, también llegué a conocer los escritos, sobre Jesús y el cristianismo originario, fuera de la biblia. Según esto también Jesús y los primeros cristianos sabían de la reencarnación. La meta del camino cristiano es, sin embargo, que las almas de los seres humanos no reencarnen una y otra vez nuevamente en cuerpos humanos, sino que regresen de vuelta «a casa» – a ese su hogar que ellos abandonaron un día. Esto está en contra de más de una enseñanza oriental, donde se pretende como meta la disolución de todas las formas. Allí también se cree que un alma humana puede reencarnar, por ejemplo, en un animal o en una planta. Según el cristianismo originario, la enseñanza de la reencarnación de un alma humana solo es posible en un nuevo cuerpo humano; aún cuando el alma humana se cargaron considerablemente en una o más encarnaciones y no se agotan cerca su potencial espiritual
https://www.theologe.de/reencarnacion.htm