La evidencia de los espíritus y de la Biblia
La evidencia del espiritismo científico para la reencarnación tiene base en el uso del método científico en términos de clasificación de la data coleccionada en los centros espiritistas. En el caso de Allan Kardec a base de las experiencias y publicaciones de las revelaciones de los espíritus este autor francés del siglo antepasado codificó sus enseñanzas en libros.[7] Entre las doctrinas reveladas fue la reencarnación. Es muy significativo notar que la creencia espiritista se funda en las revelaciones de los espíritus. Y según ellos ¿quiénes son ellos? Son almas de los difuntos seres humanos. Si eso es cierto,[8] entonces nos lleva a la conclusión de que su autoridad es finita o humana o por lo menos proviene de fuentes que no son omniscientes; ya que no saben todo, están limitados en sus conocimientos. ¿Puede uno confiar completamente en los testimonios de estos seres, especialmente cuando son de dos clases ‑‑ espíritus de luz y de tinieblas? ¿No sería mejor buscar una autoridad más fidedigna? ¿Una que siempre dice la verdad? El cristiano afirma que la tiene en la autoridad del Infinito, de Dios, en sus Sagradas Escrituras.
Y la Biblia ¿concuerda con la doctrina de la reencarnación? El espiritista afirma que sí mientras el cristiano dice que no. Para eso es necesario examinar con sumo cuidado los textos donde hay desacuerdo. Para el espiritista Gálatas 6:7 expresa la ley de karma y Juan el Bautista fue la reencarnación de Elías. Además, Jesús en su conversación con Nicodemo le dijo claramente que todos tenían que renacer (Jn 3:3, 7) y aún más Jesús mismo afirmó en Juan 8:58 que tuvo una encarnación anterior en la tierra. Además los espiritistas insisten que los espíritus han revelado una interpretación y revelación superior a lo que entendían los apóstoles.
Para el cristiano estos textos han sido interpretados incorrectamente. Son sacados fuera de su contexto y se les impone un sentido que no tenían originalmente. En Gálatas 6:7 Pablo no quiere decir que las consecuencias de las obras de esta vida se sufrirá en una próxima. El apóstol está recalcando que todo hombre tiene que rendir cuentas a un Dios personal el cual no puede ser burlado por cualquiera que intente engañarle (6:7). Mientras que las consecuencias de una mala vida conlleva la muerte (6:8) ‑‑ no otra vida después en otro cuerpo, la recompensa para una buena vida será la vida eterna[9] (6:8) ‑‑ no otra vida reencarnada que envuelve pruebas o expiaciones en la tierra. Por lo tanto este verso en su contexto original no enseña la ley de karma.
Además, Jesús niega o contradice la ley de karma en el caso de un hombre que nació ciego (Jn 9:1‑3).[10] Cuando los discípulos le preguntaron acerca de la relación entre su ceguera y su pecado y la de sus padres, las mismas preguntas presuponían la creencia judía del sufrimiento retributivo (compara a Job) y del castigo de los hijos por los pecados de los padres (vea ejemplo en Ex. 20:5). Jesús no los contestó a basa de una existencia anterior de su alma, más bien les dijo que su impedimento serviría para la gloria de Dios. De manera que Dios iba ser glorificado por medio de la sanación que Jesús iba a efectuar.[11] Efectivamente el hombre sanado glorificó a Dios. Está implícita, entonces que cualquier condición congénita de impedimento puede servir para la glorificación de Dios.
Además, la ley inexorable e inmutable de karma significa que se le exige al hombre expiar o purgar a sí mismo por sus propios errores, equivocaciones y maldades en la vida. Es una ley rígida que sin misericordia demanda de uno lo que se merece. Le reclama de uno todo y no da nada. Tampoco pasa por alto nada, se acuerda de todo. Lo contrario encontramos en la Biblia. Con misericordia, compasión, bondad y gracia Cristo ofrece un perdón completo, permitiendo un nuevo comienzo en esta vida (2 Cor 5:17). Además, ya que nosotros nunca podemos ser perfectos mediante la obediencia a la ley de Moisés (Gál. 3:10-12) o cualquier otra, nos imputa o atribuye la perfección de Cristo (Ro 4:6). Eso hace innecesario a que vivamos múltiples vidas con el fin de lograr la perfección por medio de los méritos personales. De hecho el ser humano por sí y en sí nunca puede ser perfecto. Por lo tanto, en realidad la ley de karma le condenará a los espíritus a una eternidad de existencias en cuerpos para expiar lo que es imposible.
¿Enseña Jesús la reencarnación cuando le dijo a Nicodemo que tenía que nacer de nuevo o de arriba? Al escucharle, Nicodemo inmediatamente pensó en otro nacimiento físico de sí mismo engendrado por su propia madre, pero Jesús aclaró esto indicando una diferencia entre el nacimiento corporal y el espiritual. Este contexto hace claro que Jesús hablaba de un renacer durante esta vida corporal como precondición para la vida eterna (Jn 3:1-18). Esto significa que la salvación tiene que ver con una regeneración espiritual durante esta vida terrenal.
¿Fue Juan el Bautista la reencarnación de Elías? Es decir, enseña la Biblia que el espíritu o alma de Elías encarnó en el cuerpo de Juan el Bautista con el fin de expiar los defectos de su existencia anterior? Juan el Bautista negó que él fuera Elías[12] (Jn 1:21) mientras que el ángel predijo que Juan vendría "con el espíritu y poder de Elías" (Lu 1:17) y Jesús dijo que sí cumplía con la profecía de Malaquías (3:1 y 4:5) y la expectativa del pueblo (Mt 11:11‑14; Mc 9:11‑13).[13] Además, en el monte de la transfiguración después de la vida y muerte de Juan el Bautista, Elías se presentó como Elías ‑‑ no como Juan como hubiera sido en caso de la reencarnación de Elías en el Bautista; obviamente retuvo su propia identidad en su propio cuerpo, por eso los discípulos que habían visto a Juan antes de su muerte no confundieron a los dos. Le reconocieron como Elías y no como Juan, una "encarnación" de Elías o su espíritu. Tampoco fue una ilusión,[14] ya que fueron tres los testigos que vieron con sus propios ojos la conversación de Jesús con los otros dos.
Está claro, entonces que la profecía de Malaquías y la interpretación popular de la gente se cumplía en Juan el Bautista. Fue un profeta-reformador que manifestaba el mismo celo por su Dios como Elías y que venía antes del Mesías, pero no era la misma persona.[15] En realidad su ropa (Mc 1:6), su ascetismo (Mt 11:18), su ministerio en el desierto (Mc 1:4; Mt 11:7) y su atrevida denunciación de los poderosos (Lu 3:7-14; Mc 6:18) todo recordaba al pueblo de Elías y sugería que de veras este profeta había venido para hacer una obra reformadora parecida a la del otro profeta. De manera que Juan el Bautista cumplió el rol de Elías; tenía el mismo poder con las mismas características. Cabe señalar que aunque estos se refieren a tradiciones populares marginales al evangelio, es evidente que no afirman el renacimiento del muerto Elías en otro cuerpo, sino el retorno de Elías en el mismo cuerpo que tenía cuando subió al cielo. Segundo Reyes 2:9-18 hace claro que Elías nunca murió, sino fue llevado vivo al cielo en alma y cuerpo. Esto sabían los israelitas, y por eso muchos esperaban su regreso. Para la reencarnación uno tiene que morir primero para librar el espíritu, luego el espíritu entra en otro cuerpo. Ya que Elías nunca murió, no había manera que él reencarnara en Juan el Bautista.
¿Quiere decir "Antes de Abraham Yo soy" que Jesús existía en otro(s) cuerpo(s) en la tierra anterior al siglo I? El contexto de la cita de Jesús en Éxodo 3:14 no apoya esa interpretación. Ya esa interpretación. YO SOY se deriva del raíz para el nombre de Jehová o Yahvé (YHWH). Es otra manera de referirse a Dios, implicando su eternidad como Creador. En Juan 8:58, entonces,
Jesús reclama ser Dios mismo en la carne. Es obvio que los judíos lo entendieron de esa manera, porque comenzaron a recoger piedras para apedrearlo a la muerte por una afirmación que para ellos era blasfemia.
De otro lado, desde el punto de vista cristiano los pasajes bíblicos que en sí se refieren a la idea de la reencarnación que han sido interpretados como referencia a ella son muy escasos. Sin embargo, otros que claramente contradicen a esta doctrina son Hebreos 9:27, y los versículos que eliminan los méritos como condición de la salvación y los textos que enseñan la resurrección del cuerpo.
En Hebreos 9:27 el escritor sagrado señala la superioridad del sacrificio de Cristo por nuestros pecados sobre las ofrendas del antiguo pacto, porque su sacrificio se hizo una sola vez para siempre. En forma parecida una sola vez es el número de veces establecido para que todo ser humano tenga que morir; luego después de una sola existencia en el cuerpo viene el juicio final. Establecido (apokeimai en el griego) sugiere algo fijo y permanente que ni varia ni puede ser cambiado. Expresa la certeza del futuro del hombre tal como está instituido en la voluntad de Dios. El pasaje quiere decir que la ordenanza divina a la cual es sujeta al hombre ha decretado que la muerte y el juicio final le aguardan o esperan invariablemente.[16] Por lo tanto, todo ser humano tiene que pasar por la experiencia de la muerte únicamente una sola vez. El dualismo absoluto del espiritismo afirma que se refiere al cuerpo y no al espíritu, pero para los autores sagrados la esencia de uno tiene un vínculo que le une para siempre a un cuerpo. Cabe señalar también que en este pasaje y otros el juicio del hombre elimina una oportunidad posterior de seguir purgándose por medio de existencias posteriores, porque el juicio se lleva a cabo con la muerte.[17] De hecho la gracia de Dios y la imputación o la atribución de la perfección de Cristo al creyente lo hace innecesaria.
Concluimos, pues, que la Biblia hace claro que tenemos una sola vida para reconciliarnos con Dios y no un número ilimitado de oportunidades para una evolución espiritual. Por eso el mismo libro señala que "Hoy es el día de salvación" (2 Cor 6:2), el momento oportuno para responder a la voz de Dios en vez de insistir en que le queda bastante tiempo para escuchar y ser salvo.
La doctrina de la reencarnación tiene como base fundamental los méritos personales de los seres humanos para alcanzar su perfección absoluta. La ley castiga y premia a todos según sus obras. Las buenas tienen que superar las malas para lograr la salvación de nunca tener que encarnarse en cuerpo humano otra vez jamás. Por lo tanto, todo depende de los deseos, la voluntad y los esfuerzos del hombre. Es por eso que necesita muchas existencias u oportunidades para seguir expiándose poco a poco. No hay una sola imperfección del espíritu que no lleva consigo sus consecuencias modestas e inevitables. Existen tres condiciones para borrar las huellas de una falta y sus consecuencias: el arrepentimiento, la expiación y la reparación.
La fórmula bíblica y apostólica de la salvación es completamente contraria, porque descansa sobre los méritos de un Salvador perfecto que ya pagó el precio completo por medio de un sacrificio expiatorio (Heb 2:17), y de esa manera juzga al ser humano inocente y le justifica o le exonera o le perdona a base de los méritos del que fue perfecto atribuyéndoles al imperfecto (Heb 10:13-14). Una sola violación de la ley de Moisés o cualquier ley, incapacita a uno para siempre de poder merecer la salvación (Gál 3:10-14), no importando el número de vidas vividas ‑‑ asumiendo, por supuesto, de que hay continuidad en cada existencia.
Para el creyente de la reencarnación su esperanza recae en las muchas vidas que le otorgan las muchas oportunidades para alcanzar su salvación. Para el cristiano su esperanza está en la resurrección del cuerpo (Jn 5:28; 1 Cor 15). Para el primero el cuerpo es el medio, el vehículo o instrumento temporero que deshace y desaparece para siempre al morir el ser humano, porque es desechable, no forma parte de la esencia espiritual del hombre mientras el espíritu pasa por una etapa de reciclaje. El espíritu que es la parte eterna es lo que importa. Es un dualismo absoluto entre el espíritu y el cuerpo. Para el cristiano su esperanza es que Dios le va a resucitar en un cuerpo glorificado, incorruptible e inmortal, como el que tuvo Cristo cuando resucitó. El Señor fue el primero, las primicias, de entre su pueblo[18] (1 Cor 15:20). Una parte de la segunda venida de Cristo y su victoria final y completa sobre las fuerzas de maldad envuelve necesariamente la unión del cuerpo resucitado con el alma. La resurrección de uno es un evento que ocurre una sola vez al final de los tiempos bajo la dirección de la soberanía del Señor mientras que la reencarnación es un proceso frecuente y constante bajo la ley impersonal de karma. Se trata de una lucha eterna de los espíritus con las pruebas y el sufrimiento. Además, después de la resurrección uno siempre disfrutará de la presencia de Dios (1 Tes 4:17) mientras con la reencarnación uno tiene que regresar a un mundo para seguir expiando sus faltas, o sea, se trata de un reciclaje eterno.
La evidencia del espiritismo científico para la reencarnación tiene base en el uso del método científico en términos de clasificación de la data coleccionada en los centros espiritistas. En el caso de Allan Kardec a base de las experiencias y publicaciones de las revelaciones de los espíritus este autor francés del siglo antepasado codificó sus enseñanzas en libros.[7] Entre las doctrinas reveladas fue la reencarnación. Es muy significativo notar que la creencia espiritista se funda en las revelaciones de los espíritus. Y según ellos ¿quiénes son ellos? Son almas de los difuntos seres humanos. Si eso es cierto,[8] entonces nos lleva a la conclusión de que su autoridad es finita o humana o por lo menos proviene de fuentes que no son omniscientes; ya que no saben todo, están limitados en sus conocimientos. ¿Puede uno confiar completamente en los testimonios de estos seres, especialmente cuando son de dos clases ‑‑ espíritus de luz y de tinieblas? ¿No sería mejor buscar una autoridad más fidedigna? ¿Una que siempre dice la verdad? El cristiano afirma que la tiene en la autoridad del Infinito, de Dios, en sus Sagradas Escrituras.
Y la Biblia ¿concuerda con la doctrina de la reencarnación? El espiritista afirma que sí mientras el cristiano dice que no. Para eso es necesario examinar con sumo cuidado los textos donde hay desacuerdo. Para el espiritista Gálatas 6:7 expresa la ley de karma y Juan el Bautista fue la reencarnación de Elías. Además, Jesús en su conversación con Nicodemo le dijo claramente que todos tenían que renacer (Jn 3:3, 7) y aún más Jesús mismo afirmó en Juan 8:58 que tuvo una encarnación anterior en la tierra. Además los espiritistas insisten que los espíritus han revelado una interpretación y revelación superior a lo que entendían los apóstoles.
Para el cristiano estos textos han sido interpretados incorrectamente. Son sacados fuera de su contexto y se les impone un sentido que no tenían originalmente. En Gálatas 6:7 Pablo no quiere decir que las consecuencias de las obras de esta vida se sufrirá en una próxima. El apóstol está recalcando que todo hombre tiene que rendir cuentas a un Dios personal el cual no puede ser burlado por cualquiera que intente engañarle (6:7). Mientras que las consecuencias de una mala vida conlleva la muerte (6:8) ‑‑ no otra vida después en otro cuerpo, la recompensa para una buena vida será la vida eterna[9] (6:8) ‑‑ no otra vida reencarnada que envuelve pruebas o expiaciones en la tierra. Por lo tanto este verso en su contexto original no enseña la ley de karma.
Además, Jesús niega o contradice la ley de karma en el caso de un hombre que nació ciego (Jn 9:1‑3).[10] Cuando los discípulos le preguntaron acerca de la relación entre su ceguera y su pecado y la de sus padres, las mismas preguntas presuponían la creencia judía del sufrimiento retributivo (compara a Job) y del castigo de los hijos por los pecados de los padres (vea ejemplo en Ex. 20:5). Jesús no los contestó a basa de una existencia anterior de su alma, más bien les dijo que su impedimento serviría para la gloria de Dios. De manera que Dios iba ser glorificado por medio de la sanación que Jesús iba a efectuar.[11] Efectivamente el hombre sanado glorificó a Dios. Está implícita, entonces que cualquier condición congénita de impedimento puede servir para la glorificación de Dios.
Además, la ley inexorable e inmutable de karma significa que se le exige al hombre expiar o purgar a sí mismo por sus propios errores, equivocaciones y maldades en la vida. Es una ley rígida que sin misericordia demanda de uno lo que se merece. Le reclama de uno todo y no da nada. Tampoco pasa por alto nada, se acuerda de todo. Lo contrario encontramos en la Biblia. Con misericordia, compasión, bondad y gracia Cristo ofrece un perdón completo, permitiendo un nuevo comienzo en esta vida (2 Cor 5:17). Además, ya que nosotros nunca podemos ser perfectos mediante la obediencia a la ley de Moisés (Gál. 3:10-12) o cualquier otra, nos imputa o atribuye la perfección de Cristo (Ro 4:6). Eso hace innecesario a que vivamos múltiples vidas con el fin de lograr la perfección por medio de los méritos personales. De hecho el ser humano por sí y en sí nunca puede ser perfecto. Por lo tanto, en realidad la ley de karma le condenará a los espíritus a una eternidad de existencias en cuerpos para expiar lo que es imposible.
¿Enseña Jesús la reencarnación cuando le dijo a Nicodemo que tenía que nacer de nuevo o de arriba? Al escucharle, Nicodemo inmediatamente pensó en otro nacimiento físico de sí mismo engendrado por su propia madre, pero Jesús aclaró esto indicando una diferencia entre el nacimiento corporal y el espiritual. Este contexto hace claro que Jesús hablaba de un renacer durante esta vida corporal como precondición para la vida eterna (Jn 3:1-18). Esto significa que la salvación tiene que ver con una regeneración espiritual durante esta vida terrenal.
¿Fue Juan el Bautista la reencarnación de Elías? Es decir, enseña la Biblia que el espíritu o alma de Elías encarnó en el cuerpo de Juan el Bautista con el fin de expiar los defectos de su existencia anterior? Juan el Bautista negó que él fuera Elías[12] (Jn 1:21) mientras que el ángel predijo que Juan vendría "con el espíritu y poder de Elías" (Lu 1:17) y Jesús dijo que sí cumplía con la profecía de Malaquías (3:1 y 4:5) y la expectativa del pueblo (Mt 11:11‑14; Mc 9:11‑13).[13] Además, en el monte de la transfiguración después de la vida y muerte de Juan el Bautista, Elías se presentó como Elías ‑‑ no como Juan como hubiera sido en caso de la reencarnación de Elías en el Bautista; obviamente retuvo su propia identidad en su propio cuerpo, por eso los discípulos que habían visto a Juan antes de su muerte no confundieron a los dos. Le reconocieron como Elías y no como Juan, una "encarnación" de Elías o su espíritu. Tampoco fue una ilusión,[14] ya que fueron tres los testigos que vieron con sus propios ojos la conversación de Jesús con los otros dos.
Está claro, entonces que la profecía de Malaquías y la interpretación popular de la gente se cumplía en Juan el Bautista. Fue un profeta-reformador que manifestaba el mismo celo por su Dios como Elías y que venía antes del Mesías, pero no era la misma persona.[15] En realidad su ropa (Mc 1:6), su ascetismo (Mt 11:18), su ministerio en el desierto (Mc 1:4; Mt 11:7) y su atrevida denunciación de los poderosos (Lu 3:7-14; Mc 6:18) todo recordaba al pueblo de Elías y sugería que de veras este profeta había venido para hacer una obra reformadora parecida a la del otro profeta. De manera que Juan el Bautista cumplió el rol de Elías; tenía el mismo poder con las mismas características. Cabe señalar que aunque estos se refieren a tradiciones populares marginales al evangelio, es evidente que no afirman el renacimiento del muerto Elías en otro cuerpo, sino el retorno de Elías en el mismo cuerpo que tenía cuando subió al cielo. Segundo Reyes 2:9-18 hace claro que Elías nunca murió, sino fue llevado vivo al cielo en alma y cuerpo. Esto sabían los israelitas, y por eso muchos esperaban su regreso. Para la reencarnación uno tiene que morir primero para librar el espíritu, luego el espíritu entra en otro cuerpo. Ya que Elías nunca murió, no había manera que él reencarnara en Juan el Bautista.
¿Quiere decir "Antes de Abraham Yo soy" que Jesús existía en otro(s) cuerpo(s) en la tierra anterior al siglo I? El contexto de la cita de Jesús en Éxodo 3:14 no apoya esa interpretación. Ya esa interpretación. YO SOY se deriva del raíz para el nombre de Jehová o Yahvé (YHWH). Es otra manera de referirse a Dios, implicando su eternidad como Creador. En Juan 8:58, entonces,
Jesús reclama ser Dios mismo en la carne. Es obvio que los judíos lo entendieron de esa manera, porque comenzaron a recoger piedras para apedrearlo a la muerte por una afirmación que para ellos era blasfemia.
De otro lado, desde el punto de vista cristiano los pasajes bíblicos que en sí se refieren a la idea de la reencarnación que han sido interpretados como referencia a ella son muy escasos. Sin embargo, otros que claramente contradicen a esta doctrina son Hebreos 9:27, y los versículos que eliminan los méritos como condición de la salvación y los textos que enseñan la resurrección del cuerpo.
En Hebreos 9:27 el escritor sagrado señala la superioridad del sacrificio de Cristo por nuestros pecados sobre las ofrendas del antiguo pacto, porque su sacrificio se hizo una sola vez para siempre. En forma parecida una sola vez es el número de veces establecido para que todo ser humano tenga que morir; luego después de una sola existencia en el cuerpo viene el juicio final. Establecido (apokeimai en el griego) sugiere algo fijo y permanente que ni varia ni puede ser cambiado. Expresa la certeza del futuro del hombre tal como está instituido en la voluntad de Dios. El pasaje quiere decir que la ordenanza divina a la cual es sujeta al hombre ha decretado que la muerte y el juicio final le aguardan o esperan invariablemente.[16] Por lo tanto, todo ser humano tiene que pasar por la experiencia de la muerte únicamente una sola vez. El dualismo absoluto del espiritismo afirma que se refiere al cuerpo y no al espíritu, pero para los autores sagrados la esencia de uno tiene un vínculo que le une para siempre a un cuerpo. Cabe señalar también que en este pasaje y otros el juicio del hombre elimina una oportunidad posterior de seguir purgándose por medio de existencias posteriores, porque el juicio se lleva a cabo con la muerte.[17] De hecho la gracia de Dios y la imputación o la atribución de la perfección de Cristo al creyente lo hace innecesaria.
Concluimos, pues, que la Biblia hace claro que tenemos una sola vida para reconciliarnos con Dios y no un número ilimitado de oportunidades para una evolución espiritual. Por eso el mismo libro señala que "Hoy es el día de salvación" (2 Cor 6:2), el momento oportuno para responder a la voz de Dios en vez de insistir en que le queda bastante tiempo para escuchar y ser salvo.
La doctrina de la reencarnación tiene como base fundamental los méritos personales de los seres humanos para alcanzar su perfección absoluta. La ley castiga y premia a todos según sus obras. Las buenas tienen que superar las malas para lograr la salvación de nunca tener que encarnarse en cuerpo humano otra vez jamás. Por lo tanto, todo depende de los deseos, la voluntad y los esfuerzos del hombre. Es por eso que necesita muchas existencias u oportunidades para seguir expiándose poco a poco. No hay una sola imperfección del espíritu que no lleva consigo sus consecuencias modestas e inevitables. Existen tres condiciones para borrar las huellas de una falta y sus consecuencias: el arrepentimiento, la expiación y la reparación.
La fórmula bíblica y apostólica de la salvación es completamente contraria, porque descansa sobre los méritos de un Salvador perfecto que ya pagó el precio completo por medio de un sacrificio expiatorio (Heb 2:17), y de esa manera juzga al ser humano inocente y le justifica o le exonera o le perdona a base de los méritos del que fue perfecto atribuyéndoles al imperfecto (Heb 10:13-14). Una sola violación de la ley de Moisés o cualquier ley, incapacita a uno para siempre de poder merecer la salvación (Gál 3:10-14), no importando el número de vidas vividas ‑‑ asumiendo, por supuesto, de que hay continuidad en cada existencia.
Para el creyente de la reencarnación su esperanza recae en las muchas vidas que le otorgan las muchas oportunidades para alcanzar su salvación. Para el cristiano su esperanza está en la resurrección del cuerpo (Jn 5:28; 1 Cor 15). Para el primero el cuerpo es el medio, el vehículo o instrumento temporero que deshace y desaparece para siempre al morir el ser humano, porque es desechable, no forma parte de la esencia espiritual del hombre mientras el espíritu pasa por una etapa de reciclaje. El espíritu que es la parte eterna es lo que importa. Es un dualismo absoluto entre el espíritu y el cuerpo. Para el cristiano su esperanza es que Dios le va a resucitar en un cuerpo glorificado, incorruptible e inmortal, como el que tuvo Cristo cuando resucitó. El Señor fue el primero, las primicias, de entre su pueblo[18] (1 Cor 15:20). Una parte de la segunda venida de Cristo y su victoria final y completa sobre las fuerzas de maldad envuelve necesariamente la unión del cuerpo resucitado con el alma. La resurrección de uno es un evento que ocurre una sola vez al final de los tiempos bajo la dirección de la soberanía del Señor mientras que la reencarnación es un proceso frecuente y constante bajo la ley impersonal de karma. Se trata de una lucha eterna de los espíritus con las pruebas y el sufrimiento. Además, después de la resurrección uno siempre disfrutará de la presencia de Dios (1 Tes 4:17) mientras con la reencarnación uno tiene que regresar a un mundo para seguir expiando sus faltas, o sea, se trata de un reciclaje eterno.
http://www.sanadoctrinaonline.org/la-reencarnacioacuten.html
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