Causas anteriores de las aflicciones 2


Causas anteriores de las aflicciones 2

 
8. Las tribulaciones de la vida pueden ser impuestas a espíritus endurecidos o

demasiado ignorantes para hacer una elección con conocimiento de causa; pero son

elegidas libremente y aceptadas por los espíritus arrepentidos que quieren reparar el

mal que han hecho y acostumbrarse a obrar mejor. Lo mismo sucede con el que,

habiendo cumplido mal su tarea, pide que se le deje empezar de nuevo para no perder el

beneficio de su trabajo. Estas tribulaciones son, pues, a la vez, expiaciones por el pasado

que castigan y prueban para el porvenir que preparan. Demos gracias a Dios porque en

su bondad concede al hombre la facultad de la reparación y no le condena

irrevocablemente por una primera falta.

9. Tampoco debe creerse que todo sufrimiento en la tierra sea necesariamente

indicio de una falta determinada; a menudo son simples pruebas elegidas por el espíritu

para acabar su purificación y activar su adelantamiento. Así es que la expiación sirve

siempre de pruebas, pero la prueba no es siempre una expiación; pruebas o expiaciones

son siempre señales de una inferioridad relativa, porque el que es perfecto no tiene

necesidad de ser probado. Un espíritu puede, pues, haber adquirido cierto grado de

elevación, pero queriendo aún adelantar más, solicita una misión, una tarea que cumplir,

por lo que será tanto más recompensado si sale victorioso, cuanto más penosa haya sido

la lucha.

Tales son, especialmente, esas personas de instintos naturalmente buenos, de alma

elevada, de nobles sentimientos innatos, que parece que nada trajeron de malo de su

existencia precedente, y que sufren con una resignación muy cristiana los más grandes

dolores, pidiendo a Dios sobrellevarlos sin murmurar. Por el contrario, se pueden

considerar como expiaciones las aflicciones que excitan la murmuración y conducen al

hombre a rebelarse contra Dios.

El sufrimiento que no excita murmuraciones, sin duda puede ser una expiación;

pero más bien indica que ha sido escogido voluntariamente y no impuesto, y la prueba

de una fuerte resolución es señal de progreso.

 

10. Los espíritus no pueden aspirar a la perfecta felicidad, sino cuando son

puros; toda mancha les cierra la entrada de los mundos dichosos. Lo mismo sucede a los

pasajeros de una embarcación infestada por la peste, a los que les está prohibido entrar

en la ciudad hasta que se hayan purificado. Los espíritus se despojan poco a poco de sus

imperfecciones en sus diversas existencias corporales. Las pruebas de la vida perfeccionan

cuando se sobrellevan bien; como expiaciones, borran las faltas y purifican; es el

remedio que limpia la llaga y cura al enfermo; cuanto más grave es el mal, más enérgico

debe ser el remedio. El que sufre mucho debe decir que tenía mucho que expiar, y alegrarse

de curar bien pronto; depende de él hacer este sufrimiento provechoso con su

resignación y no perder el fruto con sus murmuraciones, pues no haciéndolo así, tendría

que empezar de nuevo.

 

Extraído del libro “El evangelio según el espiritismo”
Allan Kardec

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