CUANDO SE PREVÉ UNA MUERTE PRÓXIMA



 
CUANDO SE PREVÉ UNA MUERTE PRÓXIMA

 

40. PREFACIO. La fe en el futuro, la elevación

de pensamiento, durante la vida, hacia los destinos

futuros, ayudan al pronto desprendimiento del espíritu

debilitando los lazos que le retienen al cuerpo; y muchas

veces no se ha concluido aún la vida del cuerpo, cuando

el alma impaciente ha remontado el vuelo hacia la

inmensidad. Lo contrario sucede en el hombre que

concentra todos sus pensamientos en las cosas

materiales, pues los lazos son tenaces, la separación

es penosa y dolorosa y el despertar de ultratumba está

lleno de turbación y de ansiedad.

 

41. ORACIÓN. ¡Oh Dios! Creo en vos y en

vuestra bondad infinita; por esto no puedo creer que

dierais la inteligencia al hombre para conoceros y la

aspiración al porvenir para sumergirle después en la

nada.

Creo que mi cuerpo es sólo la envoltura

perecedera de mi alma y que cuando haya cesado de

vivir, me despertaré en el mundo de los Espíritus.

Dios Todopoderoso, siento romperse los lazos

que unen mi alma al cuerpo y muy pronto voy a dar

cuenta del empleo hecho de la vida que dejo

Voy a sufrir las consecuencias del bien o del

mal que hice; allí no hay ilusiones, no hay subterfugio

posible; todo mi pasado va a desenvolverse delante

de mí y seré juzgado según mis obras.

Nada me llevaré conmigo de los bienes de la

Tierra; honores, riquezas, satisfacciones de vanidad y

orgullo, en fin, todo lo que pertenece al cuerpo, va a

quedar en este mundo; ni la menor partícula me seguirá

y nada de todo esto me servirá de socorro en el mundo

de los Espíritus. Sólo llevaré conmigo lo que pertenece

a mi alma, es decir, las buenas y las malas cualidades,

que se pesarán en la balanza de una rigurosa justicia y

seré juzgado con tanta más severidad cuanto mi

posición, en la Tierra, más ocasiones me haya dado de

practicar el bien que no hice. (Cap. VI, número 9).

¡Dios de misericordia, que mi arrepentimiento

llegue hasta vos! Dignaos extender sobre mí vuestra

indulgencia.

Si os pluguiese prolongar mi existencia, que el

resto sea empleado para reparar, tanto como de mí

dependa, el mal que haya podido hacer. Si mi hora llegó

para siempre, llevo conmigo la idea consoladora que

me será permitido redimirme por medio de nuevas

pruebas a fin de merecer un día la felicidad de los

elegidos.

Si no me es dado gozar inmediatamente de esa

felicidad sin mácula, que sólo pertenece al justo por

excelencia, sé que no me está negada eternamente la

esperanza y que con el trabajo, alcanzaré el objetivo,

más temprano o más tarde, según mis esfuerzos.

Sé que buenos Espíritus y mi ángel guardián

están aquí, cerca de mí, para recibirme, y que dentro de

poco les veré como ellos me ven. Sé que encontraré a

los que amé en la Tierra, si lo hubiere merecido, y los

que dejo aquí vendrán a unirse conmigo para que un

día estemos juntos para siempre y que mientras tanto,

podré venir a visitarles.

Sé también que voy a encontrar a los que ofendí,

les ruego que me perdonen lo que puedan reprocharme:

mi orgullo, mi dureza, mis injusticias y que no me llene

de vergüenza con su presencia.

Perdono a todos los que me han hecho o me

han querido mal en la Tierra, no les conservo ningún

odio y ruego a Dios que les perdone.

Señor, dadme fuerzas para dejar sin pesar los

goces groseros de este mundo, que no son nada al

lado de los goces puros del mundo en que voy a entrar.

Allí, para el justo, ya no hay tormentos, sufrimientos,

ni miserias; sólo sufre el culpable pero le queda la

esperanza.

Buenos Espíritus, y vos, mi ángel de la guarda,

no me dejéis fallar en este momento supremo; haced

que resplandezca a mis ojos la luz divina para que

reanime mi fe, si llegase a vacilar.

 
 
 



 

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