Mundos regeneradores
16. Entre esas estrellas que resplandecen en la bóveda
azulada, ¡cuántos mundos
hay como el vuestro designados por el Señor para
expiación y para prueba! Pero los hay
también más miserables y mejores, así como los hay
transitorios que pueden llamárseles
regeneradores. Cada torbellino planetario, corriendo
en el espacio alrededor de un foco
común, arrastra con él sus mundos primitivos, de
destierro, de prueba, de regeneración y
de felicidad. Se os ha hablado de esos mundos en donde
es colocada el alma naciente,
cuando ignorante aún del bien y del mal, puede marchar
hacia Dios, dueña de si misma,
en posesión de su libre albedrío; se os ha hablado de
cuán amplias facultades ha sido
dotada el alma para hacer el bien; pero ¡ah! las hay
que sucumben y no queriendo Dios
anonadarlas, las permite ir a esos mundos en donde, de
encar en encarnaciones, se purifican, se regeneran y se harán dignas de la
gloria que
se les ha destinado.
17. Los mundos regeneradores sirven de transición
entre los mundos de
expiación y los mundos felices; el alma que se
arrepiente encuentra allí la calma y el
reposo acabándose de purificar. Sin duda en esos
mundos el hombre está aun sujeto a
las leyes que rigen la materia; la humanidad
experimenta vuestras sensaciones y vuestros
deseos, pero está dispensada de las pasiones
desordenadas de las que sois esclavos; allí
no existe el orgullo que hace callar el corazón, la
envidia que lo tortura y el odio que lo
ahoga; la palabra amor está escrita en todas las
frentes, y una perfecta equidad arregla
las relaciones sociales; todos reconocen a Dios y
procuran ir a El siguiendo sus leyes.
Con todo, allí no se encuentra aún la perfecta
felicidad, pero sí su aurora. El
hombre aun es carnal y por lo mismo está sujeto a
vicisitudes de las que no se eximen
sino los seres completamente desmaterializados; aun
quedan pruebas que pasar, pero no
tienen las punzantes amarguras de la expiación. Esos
mundos, comparados con la tierra,
son muy felices y muchos de entre vosotros estaríais
satisfechos de quedaros allí porque
es la calma después de la tempestad, la convalecencia
después de la cruel enfermedad;
pero el hombre menos entregado a las cosas materiales,
entrevé mejor el porvenir que
vosotros, comprende que hay otros goces que el Señor
promete a aquellos que se hacen
merecedores de ellos, cuando la muerte ha segado de
nuevo sus cuerpos para darles la
verdadera vida. Entonces será cuando el alma libre
dominará todos los horizontes; ya no
tendrá sensaciones materiales y groseras, sino los
sentidos de un espíritu puro y celeste,
aspirando las emanaciones de Dios, bajo los perfumes
de amor y de caridad que se
derraman de su seno.
18. Pero ¡ah! en esos mundos el hombre es aún falible,
y el espíritu del mal no ha
perdido en ellos
completamente su imperio. No avanzar es retroceder, y
si no está firme en el camino del
bien, puede volver a caer en los mundos de expiación
en donde le esperan nuevas y más
terribles pruebas.
Contemplad, pues, esa bóveda azulada por la noche, a
la hora del descanso y de
la oración, y en esas innumerables esferas que brillan
sobre vuestras cabezas, dirigid
vuestras súplicas a Dios y rogadle que un mundo
regenerador os abra su seno después
de la expiacion de
la tierra. (San Agustín. Paris, 1862.)
No avanzar es retroceder, y si no está firme en el camino del bien, puede volver a caer en los mundos de expiación en donde le esperan nuevas y más terribles pruebas.
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