INFIERNO
“Allí será el lloro y el crujir de dientes…”
La Humanidad de hoy no acepta la clásica
definición del infierno,
adoptada y enseñada por algunas religiones.
Con alguna buena voluntad, se puede
admitir que, en la alborada de los
tiempos, cuando aún se arrastraba el
pensamiento humano, la tesis de un
infierno, del cual jamás se saldría,
tuviese alguna utilidad.
Concediendo por lo tanto, a semejante
tesis un crédito de comprensión y
tolerancia, con respeto a su ancianidad,
se puede admitir su utilidad en una
época en que la Humanidad se encontraba
sumergida, de “cuerpo y alma”, en
los profundos océanos del oscurantismo.
El hombre embrutecido, el hombre salvaje,
el hombre que luchaba por
alcanzar el nivel de la Razón, un hombre
así de primitivo, atrasado,
posiblemente necesitaría de algo que lo
atemorizase, de algo que le contuviese
los violentos y animalizados impulsos, generados
por la feroz ignorancia.
Hoy, con todo, el hombre ya se instruyó…
aunque aún no se haya
iluminado.
La Ciencia realiza, en la actualidad, los
más audaces vuelos en la
dirección del Conocimiento, desnudando
audazmente de la Naturaleza, las más
notables manifestaciones.
La Filosofía, por su lado, no se ha
quedado atrás en el afán de explicar los
enigmas de la Vida y de la Inmortalidad.
La Religión, a su vez, aliándose con
ambas, revela al espíritu del hombre
horizontes más amplios, perspectivas más
bellas y consoladoras, en el
esperanzado escenario de la evolución.
El infierno, aceptado y difundido por la
Teología, no impresiona más a
nadie por ser absurdo.
Los propios niños ya no lo toman en serio.
El hombre del siglo XX tiene una
concepción única, simple y lógica, para
definir al infierno: Estado de conciencia.
Concepción que la Doctrina Espírita
también adopta, difunde y pregona.
Concepción que asegura la integridad de la
Justicia Divina y la excelsitud
del Amor del Padre.
En la concepción Teológica, es un lugar en
donde las almas sufren
eternamente: en la concepción Espírita, es
un estado del alma, transitorio y
efímero.
De acuerdo con la Teología, es objetivo:
de acuerdo con el Espiritismo es
subjetivo.
Con la primera, fue creado y en él son
lanzados, por la eternidad, los
infelices: con el segundo, el hombre es
quien lo crea y en él se sumerge
temporalmente, alimentándose de sus
emociones y desesperanzas.
Dos tesis, por consiguiente,
irreconciliables.
Los Instructores Espirituales, con la
sabiduría y la claridad de siempre,
enseñan: no hay tormentos eternos para los
pecadores, mas si “hombres
infernales creando infiernos para sí
mismos.”
Por lo tanto, quienes fabrican el infierno
para los hombres, son los propios
hombres.
No sería Dios, el ILIMITADO AMOR e
INFINITA COMPASIÓN quién
debiera engendrar, con detalles de
estudiada crueldad, (como no lo haría el más
inhumano carcelero del mundo), tan
desalmada prisión para todas sus criaturas.
Si la permanencia en el Infierno, tuviese
la duración de cien, doscientos o
trescientos años, contando que le diesen
un límite cualquiera, un final aún
mismo postergado, aún así habría
oportunidad de admitir, en el Creador, algún
resquicio de piedad.
Mas el infierno que dicen ha destinado
Dios para los infelices, (infierno
cuya concepción se va desmoronando como
una casa vieja), ese jamás existió.
Admitirlo, sería considerar al más
riguroso padre terrestre, como mucho
más compasivo y generoso que el Padre del
Cielo…
Entretanto, continúan enseñando que Dios
permite que en él sean
eternamente torturados Sus hijos, en un
fuego que jamás se apaga.
Jamás se apaga…
Eterno…
Sin fin…
Su fuego quema, mas no consume las almas…
¡Horrible, pavoroso, alucinante!
Más que todo eso ¡ENLOQUECEDOR…!
En él crepitan, incesantemente, ardientes
llamas.
Lenguas de fuego, rojas encarnadas,
atroces.
Y, dentro de ellas, quemándose por toda la
eternidad, pero sin consumirse,
(lo que sería una “siniestra esperanza”,
pero siempre una esperanza), las
criaturas que el propio Dios puso en el
mundo para que evolucionen.
Amigos, quitemos la cobertura del
fanatismo.
Amigos, vistamos la túnica del raciocinio
y pongámoslo a funcionar…
El Espiritismo no acepta ese infierno, que
niega y destruye el mínimo de
Amor, Bondad, Ternura y Misericordia que
el Amantísimo Padre podría
ofrecer a sus hijos.
No aceptamos, como otros religiosos, ese
infierno circunscrito,
geográficamente definido.
Aceptamos, esto sí “el lloro y crujir de
dientes” que el Evangelio
menciona.
Aceptamos la existencia de planos de
sufrimiento, en varias partes del
Universo.
Y aceptamos también la existencia de los
Planos Inferiores, en donde
permanecen las almas que violaron las
Leyes Divinas, insultaron a la
moralidad y el bien, menospreciaron a la
virtud y al saber, hasta que se
dispongan ellas mismas, a recibir el
auxilio divino, siempre dispuesto a socorrerlas.
Martins
Peralva
Extraído del libro “Estudiando el evangelio a la luz del espiritismo”
Extraído del libro “Estudiando el evangelio a la luz del espiritismo”
Lucas 13:28 Allí será el llanto y el crujir de dientes cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros echados fuera.
ResponderEliminar