ACCIÓN DE GRACIAS POR UN FAVOR OBTENIDO



ACCIÓN DE GRACIAS POR UN FAVOR OBTENIDO
 
28. PREFACIO. No es preciso considerar tan
sólo como acontecimientos felices las cosas de gran
importancia; las más pequeñas en apariencia, son, con
frecuencia, las que más influyen en nuestro destino. El
hombre olvida fácilmente el bien y se recuerda más de
lo que le aflige. Si registrásemos diariamente los
beneficios de que somos objeto, sin haberlos solicitado,
nos admiraríamos muchas veces de haber recibido
tantos que se han borrado de nuestra memoria y nos
humillaríamos por nuestra ingratitud.
Cada noche, elevando nuestra alma a Dios,
debemos acordarnos de los favores que nos ha
concedido durante el día y darle gracias. Sobre todo en
el mismo momento en que experimentamos el efecto de
su bondad y de su protección, debemos, por un
movimiento espontáneo, manifestarle nuestra gratitud;
basta para esto un pensamiento que le atribuya el
beneficio, sin que sea necesario dejar el trabajo.
Los beneficios de Dios no consisten solamente
en las cosas materiales; es menester darle gracias por
las buenas ideas y por las felices inspiraciones que
nos son sugeridas. Mientras que el orgulloso se
atribuye por ello un mérito y el incrédulo lo atribuye a
la casualidad, el que tiene fe da por ello gracias a Dios
y a los buenos Espíritus. Para eso las frases largas son
inútiles: Gracias ¡Oh Dios!, por el buen pensamiento
que me habéis inspirado. Esto dice más que muchas
palabras. El impulso espontáneo que nos hace atribuir
a Dios el bien que recibimos, atestigua una costumbre
de reconocimiento y humildad, que nos atrae la simpatía
de los buenos Espíritus. (Cap. XXVII, números 7 y 8).
 
29. ORACIÓN. Dios infinitamente bueno, que
vuestro nombre sea bendito por los bienes que me
habéis concedido; sería indigno de ellos si los
atribuyese a la casualidad de los acontecimientos o a
mi propio mérito.
Buenos Espíritus, que fuisteis ejecutores de la
voluntad de Dios y a vos sobre todo, mi ángel guardián,
os doy las gracias. Alejad de mí el pensamiento de
enorgullecerme y de hacer de ello un uso que no sea
para el bien. Particularmente os doy las gracias por...
ENIDO


 

28. PREFACIO. No es preciso considerar tan

sólo como acontecimientos felices las cosas de gran

importancia; las más pequeñas en apariencia, son, con

frecuencia, las que más influyen en nuestro destino. El

hombre olvida fácilmente el bien y se recuerda más de

lo que le aflige. Si registrásemos diariamente los

beneficios de que somos objeto, sin haberlos solicitado,

nos admiraríamos muchas veces de haber recibido

tantos que se han borrado de nuestra memoria y nos

humillaríamos por nuestra ingratitud.

Cada noche, elevando nuestra alma a Dios,

debemos acordarnos de los favores que nos ha

concedido durante el día y darle gracias. Sobre todo en

el mismo momento en que experimentamos el efecto de

su bondad y de su protección, debemos, por un

movimiento espontáneo, manifestarle nuestra gratitud;

basta para esto un pensamiento que le atribuya el

beneficio, sin que sea necesario dejar el trabajo.

Los beneficios de Dios no consisten solamente

en las cosas materiales; es menester darle gracias por

las buenas ideas y por las felices inspiraciones que

nos son sugeridas. Mientras que el orgulloso se

atribuye por ello un mérito y el incrédulo lo atribuye a

la casualidad, el que tiene fe da por ello gracias a Dios

y a los buenos Espíritus. Para eso las frases largas son

inútiles: Gracias ¡Oh Dios!, por el buen pensamiento

que me habéis inspirado. Esto dice más que muchas

palabras. El impulso espontáneo que nos hace atribuir

a Dios el bien que recibimos, atestigua una costumbre

de reconocimiento y humildad, que nos atrae la simpatía

de los buenos Espíritus. (Cap. XXVII, números 7 y 8).

 

29. ORACIÓN. Dios infinitamente bueno, que

vuestro nombre sea bendito por los bienes que me

habéis concedido; sería indigno de ellos si los

atribuyese a la casualidad de los acontecimientos o a

mi propio mérito.

Buenos Espíritus, que fuisteis ejecutores de la

voluntad de Dios y a vos sobre todo, mi ángel guardián,

os doy las gracias. Alejad de mí el pensamiento de

enorgullecerme y de hacer de ello un uso que no sea

para el bien. Particularmente os doy las gracias por...
 
 
 

1 comentario:

  1. Dios infinitamente bueno, que

    vuestro nombre sea bendito por los bienes que me

    habéis concedido; sería indigno de ellos si los

    atribuyese a la casualidad de los acontecimientos o a

    mi propio mérito.

    Buenos Espíritus, que fuisteis ejecutores de la

    voluntad de Dios y a vos sobre todo, mi ángel guardián,

    os doy las gracias. Alejad de mí el pensamiento de

    enorgullecerme y de hacer de ello un uso que no sea

    para el bien.

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