“Ninguno
busque su propio bien, sino el del otro.”
La exhortación de Pablo en una invitación a la fraternidad, al amor, a la misericordia y al altruismo. Que las diversiones sean apenas, un descanso en nuestra existencia, es lícito. Que el libro vulgar, continúe alimentando ilusiones, intoxicando mentes, plasmando futilidades, robando horas, – es cosa lícita. Que la visita convencional, formalista, desprovista de sinceridad y cariño, permanezca fomentando la hipocresía entre los que en ella se complacen, – es cosa lícita.
Merece, con todo, nuestro aprecio el consejo de Pablo: “ninguno busque su propio bien, sino el del otro.” El hombre o la mujer que, a pesar de imperfectos, buscan en el cumplimiento de sus obligaciones espirituales, su propia edificación, por la comprensión de que, en la vida terrestre todo pasa, deben continuar prefiriendo el comportamiento constructivo.
La visita fraterna siempre es posible.
La lectura sustanciosa.
Las tareas del Bien.
Las labores del Evangelio y de la Doctrina.
En fin, el estudio y el trabajo.
Así conviene al Espíritu, ya despierto, en el proceso de la planificación cristiana. En lugar de las diversiones excesivas, hay mucha cosa útil para hacer. La visita al hospital, en donde el desvalido permanece olvidado. Al amigo enfermo o acosado por un problema moral, ansiando por un instante de lectura confortadora, en su lecho de sufrimiento, que la distracción o la falta de tiempo de la mayoría olvida. En ves de un libro común, prefiramos la obra seria, respetable, que hable de fraternidad y evolución, inmortalidad y progreso, luz y amor. Obra que enriquezca la inteligencia, con beneficios para el interés de otros.
Ya no más la visita convencional: ahora la solidaridad a los que sufren. La palabra cariñosa en el lecho del moribundo. El gesto afectuoso y comprensivo, simple y espontáneo, para con el criminal que la sociedad desprecia. La ayuda a la viuda que llora, con los hijos, la ausencia del esposo que se fue en el Gran Viaje.
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Todo esfuerzo en el sentido de la auto espiritualización es lucro para el alma eterna. Toda reducción de futilidades constituye, innegablemente, un paso al frente en la senda liberadora.
Contra nuestros deseos de crecimiento, nos aseguran los Instructores Espirituales, conspiran milenios de sombras. La jornada de la ascensión se realiza “bajo la cruz de sucesivos testimonios”, nos avisa la bondad de Emmanuel. Más, el verbo de los amigos dedicados, resuena aún muy frágilmente en nuestras conciencias. Aún buscamos, ávidamente, el interés propio, en detrimento del ajeno, desatendiendo el consejo del Apóstol.
Tenemos dificultad en conjugar, en todos sus tiempos y modos, el verbo “servir.”
El servicio, para nosotros, constituye todavía, una disciplina; una bendita disciplina que nos inclinará gradualmente, al estado de ayudar espontáneamente. No tenemos espíritu de renuncia. Tenemos dificultad en sacrificarnos por el prójimo. Pero, si preferimos lo conveniente a lo lícito, lo edificante a lo permitido, lo provechoso y útil a lo simplemente agradable, alcanzaremos con certeza, nuestro sublime destino dentro de la Eternidad.
El destino del Bien y de la Moral. De la Sabiduría y del Amor, con el Maestro de la cruz… Otras esferas, otros mundos, otros soles, aguardan que aprendamos aquí, la lección de la renuncia y del desinterés.
1 Corintios 10:24 Nadie busque su propio bien, sino el de su prójimo.
ResponderEliminarTodo esfuerzo en el sentido de la auto espiritualización es lucro para el alma eterna. Toda reducción de futilidades constituye, innegablemente, un paso al frente en la senda liberadora.
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