NO HUBO ECLIPSE 2
“Padre, si quieres, aparta de mí esta copa.”
Jesús presentía que los hombres
construían, en silencio, el crimen
innominable, por el cual habrían de
responder fatalmente, por siglos y
milenios.
“A cada uno les será dado de acuerdo con
sus obras” enseño en reiteradas
oportunidades.
Percibía, en su Divina Intuición, que los
hijos de su alma, (Alma
Maternal), engendraban el más hediondo
asesinato de toda la Historia
universal, a través de su inmolación, de
Él que había venido al mundo
justamente para redimirlos, para salvarlos.
“Padre, si quieres, pasa de mí esta copa…”
Los ciegos y los mudos, los paralíticos y
los sordos, los leprosos y los
infelices habían recibido de su corazón
inagotables beneficios.
En el alma de todos, (pobres y ricos,
grandes y pequeños), había plantado
las semillas de la fraternidad y del
perdón. Y ansiaba por que ellas germinasen.
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Había venido al mundo, así dijo, para
lanzar fuego sobre la tierra.
“Y bien quisiera que ya estuviese ardiendo…”
No exigía el Maestro el reconocimiento ni
la gratitud de los hombres, con
todo, esperaba que sus corazones
guardasen, retuviesen, el perfume de la
renovación, la esencia del Amor que les
trajera desde los Santuarios
Espirituales.
Y los hombres, hijos de su alma,
conjuraban, en silencio, su muerte…
En alguna parte forjaban, en la sombra, la
propia condenación.
Se auto sentenciaban.
Jesús, en un abrir y cerrar de ojos, en el
Getsemaní, entrevió el futuro de
la Humanidad.
Le descubrió los milenios de pruebas y
rescates y se apiadó de los
hombres.
Su alma se llenó de compasión.
Piedad por los hombres que volverían, en
nuevos cuerpos, varias veces
para el rescate inevitable.
No por su cuerpo, ni por su Espíritu,
indestructible y eterno, sino por el
alma colectiva de la Humanidad que, en
aquel instante se preparaba para
consumar, con la sangre del justo, su más
grande e histórico pecado, el
exterminio del Cordero de Dios.
La copa del Cristo no fue la del temor,
fue la de la compasión.
El cáliz del Cristo no fue el del miedo,
fue el de la piedad.
El trago del Cristo no fue el del recelo
ante la cruz de madera, fue el de la
tristeza ante la cruz de sufrimientos que
los hombres pondrían sobre sus
hombros, horas después, cargándola de allí
en adelante, por muchos siglos y
milenios.
Eclipse – nunca.
Cristo es un sol imperturbable, que
trasciende cualesquier sombra, que no
conoce eclipses…
Su corazón, compasivo y misericordioso que
ama, sufre y llora por el Hijo
Pródigo, se inundaría de felicidad,
desbordaría de júbilo, si aquel asesinato no
se consumase.
“Padre, si quieres, pasa de mí esta copa…”
Mas ante la obstinación de los verdugos,
respetándoles el Libre Arbitrio,
se vuelve para Dios, sereno y majestuoso: “Padre,
si no es posible, hágase Tu
Voluntad.”
El Padre quisiera también, que el Sumiso
Embajador bebiese, hasta la
última gota, en la taza de la
incomprensión humana, el licor de la piedad y del
amor.
De la misericordia y de la compasión
Nunca el cáliz del temor, que sería un
eclipse nublando un sol radiante,
eterno, inocultable.
Eclipse – no…
Martins
Peralva
Extraído del libro “Estudiando el evangelio a la luz del espiritismo”
Extraído del libro “Estudiando el evangelio a la luz del espiritismo”
Predicción de los eclipses
ResponderEliminarLos eclipses pueden predecirse de dos formas diferentes. La primera, que se hizo posible con el desarrollo de la informática, consiste en calcular con gran precisión las órbitas de la Tierra y de la Luna, prediciendo así las posiciones exactas de sus sombras y registrando los momentos en que las sombras se proyectan sobre el otro astro. La segunda forma, que es la que se ha utilizado desde la época de los asirios y babilónicos hasta nuestros días, consiste en anotar las repeticiones cíclicas de estos fenómenos. El ciclo más notable con que se repiten es, sin lugar a dudas, el llamado ciclo saros, basado en un modelo geocéntrico. Un saros contiene 6 585,3 días (18 años, 10 u 11 días y unas 8 horas), y tras este período se repiten circunstancias orbitales casi idénticas, por lo que se produce un eclipse muy similar, aunque desplazado unos 140° al oeste (por las 8 horas de diferencia, que hacen que la Tierra haya girado 1/3 de revolución).