Le dijo: sal de tu tierra y de tu parentela y ven a la tierra que yo te mostraré


Le dijo: sal de tu tierra y de tu parentela  y ven a la tierra que yo te mostraré

 

Merece nuestra consideración el mensaje puesto en epígrafe, recordado

por el joven Esteban, (primer mártir del Cristianismo) al comparecer ante el

Sinedrio, el poderoso tribunal israelita.

Resaltemos las palabras tu tierra y tu parentela, y finalmente, la tierra

que yo te mostraré.

El patriarca Abraham vivía, en la tierra de los Caldeos, atento a las

actividades normales y rutinarias del campo, cuidando de sus rebaños de

ovejas, bueyes y asnos.

Vivía preso a su tierra y vinculado a su parentela.

Era, por consiguiente, un hombre circunscrito, limitado en sus objetivos,

confinado en sus aspiraciones.

El Señor, por la voz de Poderosas Entidades que se comunicaban por voz

directa, (Pneumatofonía) le retira de la Mesopotamia, para la ejecución, (junto

con el heroico pueblo hebreo), de una elevada misión fraternalita.

Lo retira de su tierra, de su parentela, de su familia, para confiarle una

familia mayor, una más numerosa descendencia, incontable como las estrellas:

“Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas si las puedes contar” Después

acrecentó: “Así será tu descendencia.”


 

El Padre Celestial, por la voz de sus iluminados servidores,

principalmente del plano extra físico, viene, con ternura, desde el comienzo de

las humanidades, procurando dilatar nuestros entendimientos.

Ampliar nuestra capacidad afectiva.

Despertándonos para el altruismo.

Librándonos, en fin, de los apretados preconceptos de familia, grupo,

creencia, raza.

A la manera del viejo Abraham, el hombre terrestre precisa dejar su tierra

y su parentela para integrarse en la gran familia universal.

Tan grande y tan numerosa cuanto las estrellas que refulgen en las

constelaciones distantes, que no pueden ser contadas.

El hombre que deja, subjetivamente, filosóficamente, mentalmente, su

tierra y su parentela no las repudia, como podría parecer.

Lejos de eso.

Las estima con la misma intensidad con que estima a otras tierras, otras

gentes, porque sabe que el menor pedazo de tierra y de criatura que nació en el

punto más alejado del globo pertenece, tierra y criatura, a Dios, quien es

también su Creador.

La ama con la misma pureza, el mismo cariño con que ama a la tierra en

donde nació y a sus compatriotas.

Las ama sin cualquier mancha de egoísmo.

Sabe que el pueblo más primitivo como el más civilizado, son hijos de

Dios cuanto el propio, aquí como en cualquier rincón del Universo.

Sabe también, que el habitante de Marte o de Júpiter es también su

hermano, miembro de la gran familia Universal.

Así, como Dios indicó a Abraham otra tierra que sería el santuario de la

Primera Revelación, el autor de la Segunda también nos muestra el bendito

camino de la fraternidad, preparándonos la inteligencia para la Sabiduría, el

corazón para el Amor, y el Alma Eterna para la Luz que no se extingue.



Génesis 12:1 Y el SEÑOR dijo a Abram: Vete de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré.

2 comentarios:

  1. Es la obediencia a la Palabra la que te vuelve un hombre de fe, y Abraham se volvió en uno que la biblia llama que su fe le fue contada por justicia.

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  2. Génesis 12:1 Y el SEÑOR dijo a Abram: Vete de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré.

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