Redención
Acusado sin culpa ante la calumnia
desmedida,
Me explico
llorando, no obstante, es así como muero... “¡Dios! ¡Ampárame, oh Dios! – exoro
por socorro,
Sin que la fuerza del Cielo me responda o
me dé señales.
En el alma, ningún remordimiento... Nada
que me condene...
En los límites de la
agonía, en llanto que mana a chorros, La bendición de la oración es el techo al
que recurro, Al rendirme, sin amargura, al minuto solemne.
Mas cuando el cuerpo cae
exánime, cansado, Me veo, austero verdugo, rugiendo en el pasado, Vomitando
lodo y cólera asesina...
¡Entonces el lobo que había sido, el
suplicio destierra!
¡Gloria a la
reencarnación! ¡Gloria a los dolores de la Tierra! ¡En que se cumple la Ley de
Justicia Divina!...
Profesor
Vivaldo J. De Araújo (Jornal Luces do Consolador,
Goiânia,
GO, Brasil, 02/2000)
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