Caracteres de la revelación espirita 33
62. —Una
comparacion vulgar hará comprender mejor todavía la situacion. Un navio cargado
de emigrantes parte para un país
lejano:
lleva gentes de todas condiciones, que dejan parientes y amigos numerosos.
Corre la voz de que el navio ha naufragado: no queda de él rastro, ni llega
noticia alguna de su suerte, por lo que se cree que todos los pasajeros han
perecido, y se esparcen
el luto y la
consternación en todas las familias. Sin embargo, todos sin exceptuar uno solo,
han arribado á una tierra desconocida, pero abundante y fértil, donde viven
bajo un hermoso cielo, alegres y felices. Pero esto se ignora. Mas un dia otro
navio llega á dicha tierra y encuentra á los náufragos sanos y salvos: la
noticia circula con la rapidez del rayo, y cada cual felicita á los demás diciendo
: « nuestros amigos viven» y dan gracias á Dios. No pueden verse,
mas están en
correspondencia regular, se cruzan los testimonios de afecto, y la alegría
sucede á la tristeza. Tal es la imágen de la vida terrestre y de la vida de
ultratumba antes y despues de la revelacion moderna; esta, semejante al segundo
navio nos trae la
buena
noticia de la supervivencia de los que nos son queridos, y la certidumbre de
irnos á reunir con ellos algun dia: la duda acerca de su suerte y de la nuestra
ya no existe; y la tristeza y el desaliento ceden supuesto á ima risueña
esperanza. Pero otros resultados
vienen á
fecundar esta revelacion. Juzgando Dios á la humanidad dispuesta para penetrar
los misterios de su doctrina y contemplar á sangre fria nuevas maravillas ha
permitido que se descorriese el velo que separaba el mundo visible del
invisible. El hecho de las
manifestaciones
no tiene nada de extrahumano: es la humanidad espiritual que viene á conversar con
la humanidad corporal y á decirle: «Nosotros existimos, luego la nada no
existe; ved ahora lo que somos y lo que habeis de ser; este es vuestro por venir,
así como el nuestro. Vosotros marchábais en las tinieblas, venimos á ilustraros
y á mostraros el camino; marchábais sin rumbo y á la ventura, y os enseñamos el
puerto. La vida terrestre lo era todo
para
vosotros, porque nada veíais despues de ella, y nosotros os decimos,
manifestando la vida espiritual que gozamos: la vida terrestre es nada. Vuestra
vista se detenia en los bordes de la tumba, y del lado de allá existen horizontes
espléndidos é interminables. No os dabais cuenta de la causa de vuestros sufrimientos,
y ahora veis en ellos la justicia de Dios; el bien, existia sin frutos
aparentes para lo futuro, mas en lo sucesivo tendrá un gran objeto presente y
será una necesidad; la fraternidad es una utopia generosa, ved ahora como es
una realidad espléndida fundada en las leyes de la naturaleza. Bajo el influjo
de la creencia de que todo acaba con la vida del cuerpo, la inmensidad es el
vacío, el egoismo impera entre vosotros y el mote de vuestro escudo y la última
palabra de vuestra moral es «cada uno para sí»; con la certidumbre del
porvenir, los espacios infinitos se pueblan
al infinito,
el vacío y la soledad no existen en ninguna parte: la solidariedad une á todos
los seres del lado de allá de la tumba; y existe el reinado de la caridad con
el mote en su escudo «cada uno para todos y todos para cada uno.» En fin, al
terminar la vida,
dábais un
eterno á Dios de despedida á los que amais, y en lo sucesivo les diréis: «hasta
la vista.»
Tales son,
en resumen, los resultados de la nueva revelacion. Ha venido á cegar el vacío
formado por la incredulidad; á reanimar los espíritus abatidos por la duda ó
por la perspectiva de la nada, y dar á todo su razon de ser. ¿Dejará de ser
importante este resultado, porque los Espíritus no vengan á resolver estos ó
los otros problemas de la ciencia y á regalar el saber á los ignorantes , y á
los perezosos el medio de enriquecerse sin trabajar? Sin embargo, los frutos
que el hombre debe reportar de ella, no solo se refieren á
la vida
futura: él los recogerá en la tierra misma por la transformacion que estas nuevas
creencias deben
realizar en
su carácter, en sus gustos , sus tendencias é inclinaciones, y por consecuencia,
en las costumbres y en las relaciones sociales. Poniendo fin al reinado del
egoísmo, del orgullo y de la incredulidad, preparan el del bien, que es el
reinado de Dios.
La
revelacion tiene, pues, por objeto poner al hombre en posesion de ciertas
verdades que no habria podido adquirir por sí mismo y esto con el objeto de activar
el progreso. Estas verdades se limitan en general á principios fundamentales
destinados á ponerlo en la via de las investigaciones, y no á llevarle como con
andadores: son los jalones que determinan la estension de su tarea y le
muestran su objeto. Queda á su cargo estudiarlos, sacar las consecuencias y
hacer sus aplicaciones: En vez de emanciparle del trabajo, son nuevos elementos
y medios que se proporcionan á su actividad.
Extraído del libro “EL GÉNESIS
LOS
MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO”
Allan Kardec
Allan Kardec
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