PARÁBOLA DE LOS PRIMEROS LUGARES


PARÁBOLA DE LOS PRIMEROS LUGARES





“Jesús, al observar que los invitados escogían los primeros puestos, les dijo esta parábola: Cuando alguien te invite a una boda, no te pongas en el primer asiento, no sea que haya otro invitado más honorable que tú, venga el que te invitó y te diga: Cede el sitio a este, y entonces tengas que ir avergonzado a ocupar el último puesto, y así, cuando venga el que te invitó, te dirá: Amigo, sube más arriba. Entonces te verás honrado ante todos los comensales. Porque el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado.”



(Lucas, XIV, 7-11).





Es costumbre de los orgullosos, que quieren ostentar grandeza, ocupar en la sociedad las posiciones más distinguidas; quieren destacar para atraer atenciones. Jesús, que acostumbraba a frecuentar ciertas reuniones en ocasiones que creía apropiadas, para estudiar el carácter y la psicología de las gentes, antes de proponer a sus discípulos la Parábola de la Gran Cena, creyó que sería bueno enseñarles que, incluso como convidados de ese “banquete espiritual”, no deberían disputar por los primeros lugares, posiciones inadecuadas a los que deben observar estrictamente la humildad, único medio de exaltación y de conquista de mérito. Para Jesús no tienen ningún valor los que se destacan pomposamente en los primeros lugares y practican todas las obras que aparentemente son buenas, para ser visto por los hombres; los que aumentan sus filacterias, alargan sus adornos, y les gusta el primer lugar en los banquetes, los primeros asientos en las sinagogas, de los saludos en las plazas públicas y de ser llamados maestros. El invitado de la “gran cena” debe ser sobrio, modesto, prudente, recatado, lleno de buena voluntad, laborioso, y, en vez de recostarse cómodamente en el primer lugar que encuentra vacío alrededor de la mesa del banquete, debe hacerse como el siervo que,

después de examinar bien los entremeses, sirve equitativamente a los convidados, según el paladar de cada uno de ellos. “La silla de Moisés”, el estudiante del Evangelio ya lo sabe, no debe ser ocupada por los nuevos convidados de la “gran cena”, para que no les sea aplicado el escrito condenatorio pronunciado por el Maestro contra los escribas y fariseos. (Mateo, XXIII.) La sentencia del Maestro “El que se ensalza será humillado; pero el que se humilla será ensalzado”, tiene estricta aplicación a todos los que ya recibieron la Palabra de Jesús en espíritu y verdad. En la Parábola del Buen Siervo está escrita la obligación de los que desean los “primeros lugares espirituales”. No es por ocupar los “primeros lugares en la sociedad” que los obtendremos. Nadie piense recorrer las cimas de la gloria, sin haber prestado sus servicios a la causa de la Verdad, sin haber experimentado, para tal fin, pruebas difíciles de vencer, sin haber triunfado en las luchas, sin haber vencido al mundo con sus engañosas ilusiones. Los primeros lugares espirituales no son aquellos en los que somos honrados, sino aquellos en los que nos colocamos para honrar; no son aquellos en los que somos servidos, sino en los que nos dan la oportunidad de servir. “El hijo del Hombre no vino al mundo para ser servido, sino para servir.” La Parábola de Jotan, pronunciada en el crimen de Gerizin, para exhortar al pueblo Shechen, puede ser repetida hoy a los que conquistan las glorias y quieren naturalmente obtener aquellas que no pasan como la flor de la hierba:



LOS ÁRBOLES QUE ESCOGEN UN REY (Traducción libre)



Cierta vez los árboles decidieron escoger un rey. Unieron sus voces y le dijeron al olivo: reina sobre nosotros. El olivo respondió: ¿abandonaré, acaso, mi grosor, que se utiliza para honrar a los dioses y a los hombres, para reinar sobre los árboles? Los árboles se volvieron para la higuera y le dijeron: Ven, entonces, tú, y reina sobre nosotros. Pero la higuera respondió:

¿Abandonaré, acaso, mi dulzor y las demás cualidades que poseo para reinar sobre los árboles? En vista de la negativa, los árboles se congregaron alrededor de la vid y le dijeron: Ven tú, y reina sobre nosotros. La vid también se negó, diciendo: ¿he de dejar mi jugo que alegra a los dioses y a los hombres, para dominar sobre los árboles? Entonces los árboles se volvieron para el espinar, y le dijeron: Ven tú y reina sobre nosotros. A lo que el espinar respondió: Si vosotros, en verdad, me proclamáis vuestro rey, venid y refugiaos debajo de mi sombra; pero, si no, del espinar saldrá fuego que devorará los cedros del Líbano.



*



Este apólogo, que encierra profundas enseñanzas bajo el velo de la letra, deja ver bien claro que nuestros deberes espirituales para con los hombres, y para con Dios, no deben ser sustituidos por cualquier oferta que nos hagan, aunque aparenten que ellas son con fines de interés público o parezcan con miras de glorias espirituales.  

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