Pruebas y títulos


Pruebas y títulos


El desarrollo de un programa así estructurado, para un curso de cuatro años, es aún insuficiente para el estudio realmente profundo y minucioso de la Doctrina Espirita. Pero las Escuelas de Espiritismo pueden crear también cursos de especialización o de postgrado, de dos o tres años, conforme las necesidades de la materia.

Las pruebas del curso, para aprobación en los años sucesivos, no deben depender de exámenes ni de notas. Los trabajos realizados por los alumnos en el transcurso de cada año — trabajos y investigaciones orientados por los profesores, puesto que el verdadero aprendizaje se realiza más por el hacer que por el oír — serán los elementos de evaluación natural del aprovechamiento. Además de esto, las clases deberán ser siempre seguidas de conversaciones y debates, dándole al profesor la posibilidad de acompañar, anotando regularmente para su uso, el progreso de cada alumno. Se debe evitar el uso de notas, aunque en sentido global, para que no haya el problema antipedagógico y antiespírita de los primeros lugares.

Concluido el curso, el alumno deberá recibir su diploma, que no será de bachiller ni de licenciado o doctor, sino apenas de Formación Teórica en Doctrina Espirita. Este, según nos parece, el título justo de formación teórica, no implica una condición moral ni representa un grado de evolución espiritual. Dice simplemente que el formando adquirió los conocimientos teóricos referentes a la Doctrina. La práctica espirita, que será sobretodo moral, dependerá enteramente de su capacidad de aplicar estos conocimientos.

En los casos de especialización posterior, el alumno deberá recibir un certificado de especialización teórica. Pero será evidente que, si fuere posible la creación de cursos de especialización práctica, en lo tocante a investigaciones y experimentos mediúmnicos, el título será de especialización experimental. Como ya acentuamos atrás, no debemos embarazarnos con las posibles consecuencias de esos diplomas y certificados, puesto que el mismo esclarecimiento doctrinario adquirido en las Escuelas de Espiritismo constituiría la mejor barrera para cualquier desvirtuamiento.

Creemos, además, que por encima de todas estas pequeñas preocupaciones debe prevalecer el interés mayor de la formación espirita de los que desean estudiar.

PORQUÉ es benéfica: trátese no solo del problema de la gratuitidad, sino también de otros, sin la revisión de los cuales será imposible la creación de las Escuelas de Espiritismo. Tendremos que encarar el problema de la enseñanza espirita en si, con todas las implicaciones consecuentes de una interpretación puramente cultural humana. Las Escuelas Espiritas exigen profesores de Espiritismo, grados espiritas de enseñanza, diplomas de aprendizaje espirita.

Es evidente que todas estas exigencias chocan con las actitudes simplistas que hasta hoy hemos asumido, sin embargo necesariamente, dadas las condiciones espontáneas de la propagación de la Doctrina, en su fase de penetración en el Mundo. Ya ahora, sin embargo, sería grandemente perjudicial insistir en actitudes que no condicen con las exigencias del mismo desarrollo doctrinario. El Espiritismo es un proceso cultural y debe ser encarado como tal. Abarca todo el campo del conocimiento, toca en todos los ramos de la Ciencia, como acentuaba Kardec, y representa aquel momento de Síntesis del Conocimiento del que nos hablaran León Denis y Sir Oliver Lodge.

Kardec señaló que el aspecto religioso del Espiritismo es la consecuencia moral de la Ciencia Espirita y de la Filosofía Espirita. Comprendemos hoy perfectamente este problema. Ahora, no será posible que confundamos la exigencia natural de gratuitidad para las actividades religiosas con las condiciones especiales de las actividades culturales. El propio Kardec nos dio el ejemplo de esto, estableciendo la necesaria diferencia entre los dos campos. Para entregarse a las actividades de escritor y editor, en el campo doctrinario sin las cuales no tendríamos la Doctrina Espirita — tuvo que aceptar las prebendas de su actividad cultural y material, mientras que en las actividades morales y religiosas daba el ejemplo de la más absoluta abnegación.

Todas estas consideraciones tienen por fin demostrar que el director, los profesores y los funcionarios de las Escuelas de Espiritismo no pueden ni deben funcionar de manera gratuita, lo que además ya se verifica, por ejemplo, en el funcionamiento de los Hospitales Espiritas y de las propias escuelas del naciente sistema educacional espirita. Digno es el trabajador de su salario, y solo se podría dispensarlo cuando se tuviere medios propios de renta. Las Escuelas de Espiritismo son como las Escuelas de Filosofía, de Medicina, de Ingeniería, con la única diferencia de que no forman especialistas profesionales, pero preparan a los alumnos para la construcción de un mundo mejor, de una sociedad más humana. Esto no impide que también los prepare en otro sentido, para el ejercicio de la profesión de profesor, director o funcionario de esas mismas escuelas, o también de asistentes para los hospitales espiritas, orientadores de editoras espiritas, periódicos, revistas y publicaciones espiritas varias, y así por delante.

El campo de las actividades espiritas aumentará en la proporción en que mejor comprendamos la Doctrina y su profundo significado en la Vida mundana. Seríamos imprudentes como las vírgenes de la parábola, o hipócritas como los fariseos formalistas, si no tratásemos de preparar, con el rigor exigido por el desenvolvimiento cultural del siglo, a los especialistas que defenderán inevitablemente las actividades espiritas en el futuro, en este futuro, además, que ya está comenzando a nuestros ojos. O tratamos al Espiritismo con seriedad, dándole por nosotros mismos el lugar y el derecho de ciudadanía que le caben en el mundo cultural; o lo negaremos, también nosotros, lo que los adversarios siempre le negaron. Este es dilema con el que nos enfrentamos en el momento.

J. Herculano Pires

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