Motivos de resignación
12. Con estas palabras: "Bienaventurados los
afligidos, porque ellos serán
consolados", Jesús indica al mismo tiempo la
compensación que espera a los que sufren,
y la resignación que hace bendecir el sufrimiento como
preludio de la curación.
Estas palabras también pueden traducirse de este modo:
Vosotros debéis
consideraros felices sufriendo, porque vuestros
dolores son deudas de vuestras faltas
pasadas, y esos dolores sufridos con paciencia en la
tierra os ahorran siglos de
sufrimientos en la vida futura. Debéis, pues, teneros
por felices, viendo que Dios reduce
vuestra deuda, permitiéndoos que la pagués ahora, lo
que os asegurará la tranquilidad
para el porvenir.
El hombre que sufre se parece a un deudor que debe una
fuerte cantidad y a
quien su acreedor dice: "Si hoy mismo me pagáis
la centésima parte, os perdono el
resto; quedaréis libre; si no la hacéis, os perseguiré
hasta que hayáis pagado el último
céntimo". ¿No sería feliz el deudor, aun cuando
sufriese toda clase de privaciones para
librarse, pagando solamente la centésima parte de lo
que debe? En vez de quejarse de su
acreedor, ¿no le daria las gracias?
Tal es el sentido de estas palabras:
"Bienaventurados los afligidos, porque ellos
serán consolados"; son felices porque pagan la
deuda, y después de pagar, quedaron
libres. Pero si pagando por un lado, se contraen
nuevas deudas por el otro, nunca se
llegará al saldo. Cada nueva falta aumenta la deuda,
porque no hay una
sola, cualquiera que sea, que no lleve consigo su
castigo forzoso, inevitable; si no es
hoy, será mañana, y si no en esta vida, será en otra.
Entre estas faltas debería ponerse en
primer lugar el defecto de sumisión a la voluntad de
Dios; pues si en las aflicciones se
murmura si no se aceptan con resignación y como cosa
que ha debido merecerse, si se
acusa a Dios de injusto, se contrae una deuda nueva
que hace perder el beneficio que
podría esperarse del sufrimiento; por esto será
preciso empezar de nuevo, absolutamente
como si a un acreedor que os atormenta, le dais
cantidades a cuenta, y cada vez le pedís
prestado de nuevo.
A su entrada en el mundo de los espíritus, el hombre es
semejante también al
obrero que se presenta el día de la paga. A los unos
les dice el amo: "Aquí tenéis el
precio de vuestros jornales"; a los otros, a los
felices de la tierra, a los que hayan vivido
en la ociosidad, a los que hayan cifrado su felicidad
en la satisfacción del amor propio y
los goces mundanos, dirá:
"Nada hay para vosotros, porque habéis recibido
vuestro salario en la tierra. Idos y
empezad de nuevo vuestra tarea".
13. El hombre puede aliviar o aumentar las amarguras
de sus pruebas según el
modo como considere la vida terrestre. Sufre tanto más
cuanto más larga ve la duración
del sufrimiento; así, pues, el que se coloca en el
punto de vista de la vida espiritual,
abraza de una sola ojeada la vida corporal; la ve como
un punto en el infinito,
comprende su corta duración, y dice que ese momento
penoso pasa muy pronto; la
certeza de un porvenir próximo más feliz le sostiene y
le anima, y en lugar de quejarse,
da gracias al cielo por los dolores que le hacen
adelantar. Para el que sólo ve la vida
corporal, por el contrario, ésta le parece
interminable, y el dolor pesa sobre él con toda
su fuerza. Es resultado de ese modo de considerar la
vida el disminuir la importancia de
las cosas de este mundo, conducir al hombre a moderar
sus deseos y a contentarse
con su posición sin envidiar la de los otros;
atenuando la impresión moral de los reveses
y de los desengaños que experimenta, adquiere una
calma y una resignación tan útiles a
la salud del cuerpo como a la del alma; mientras que
con la envidia, los celos y la ambición,
él mismo se pone voluntariamente en el tormento y
aumenta de este modo las miserias y las angustias de su corta existencia.
Extraído del libro “El evangelio según el espiritismo”
Allan Kardec
http://soyespirita.blogspot.com/2011/11/la-resignacion-sin-murmuracion-y-sin.html
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