Si hubiese sido un hombre de bien, hubiera muerto
22. Decís muchas veces, cuando habláis de un hombre
malvado que escapa de un
peligro: "Si hubiese sido un hombre de bien,
hubiera muerto". ¡Pues bien! cuando decís
esto, decís la verdad, porque, efectivamente, muchas
veces sucede que Dios da a un
espíritu, joven aun en el camino del progreso, una
prueba más larga que a uno bueno,
logrando éste como una recompensa debida a su mérito
que su prueba sea todo lo corta
posible. Así, pues, cuando os servís de ese axioma, no
sospecháis que estás diciendo una
blasfemia.
Si muere un hombre de bien que tiene por vecino a un
perverso, os apresuráis a
decir: "Mucho mejor hubiera sido que se hubiese
muerto éste". Os engañáis mucho,
porque el que se va, concluyó su tarea, y el que
queda, puede muy bien ser que aun no
la haya empezado. ¿Por qué quisiérais, pues, que el
malo no tuviese tiempo de acabarla,
y que el otro quedase estacionado en la tierra? ¿Qué
diríais del preso que hubiese
concluído su condena y se le retuviera en la cárcel
mientras se diese libertad al que no la
hubiere concluído? Sabed, pues, que la verdadera
libertad consiste en desprender-se de
los lazos del cuerpo, y que tanto tiempo como estéis
en la tierra estáis en el cautiverio.
Acostumbráos a no vituperar lo que vosotros no podéis
comprender, y creed que
Dios es justo en todas las cosas; muchas veces lo que
os parece un mal, es un bien; pero
vuestras facultades son tan limitadas, que el conjunto
de lo grande se substrae a vuestros
sentidos obtusos. Esforzáos en salir con el
pensamiento de vuestra estrecha esfera, y a
medida que os elevéis, la importancia de la vida
material disminuirá a vuestros ojos,
porque sólo os parecerá un incidente de la duración
infinita de vuestra existencia
espiritual, la sola verdadera existencia. (Fenelón. Sens, 1861).
Extraído del libro “El evangelio según el espiritismo”
Allan Kardec
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