Pruebas voluntarias. - El verdadero silicio 3
28. "Un hombre está en la agonía, presa de
crueles tormentos; se sabe que no
hay esperanza de salvarle; ¿es permitido ahorrarle
algunos instantes de agonía
precipitando su fin?"
¿Quién puede daros el derecho de prejuzgar los
destinos de Dios? ¿Acaso no
puede conducir a un hombre al borde del sepulcro para
sacarle de él, con el fin de
hacerle volver en si y conducirle a otras
meditaciones? En cualquier estado en que se
encuentre un moribundo, nadie puede decir con certeza
que haya llegado su última hora.
¿Acaso la ciencia no se ha engañado nunca en sus
previsiones?
Sé muy bien que hay casos que con razón pueden
llamarse desesperados; pero si
no queda esperanza de vida y salud, ¿no hay
innumerables ejemplos de que en el
momento del último suspiro, el enfermo se reanima y
recobra sus facultades por algunos
instantes? Pues bien. Esa hora de gracia que se le
concede, puede tener para él la mayor
importancia, porque ignoráis las reflexiones que ha
podido hacer su espíritu, en las
convulsiones de la agonía y los tormentos que puede
ahorrarle un rayo de
arrepentimiento.
El materialista que sólo ve el cuerpo y nada le
importa el alma, no puede
comprender estas cosas; pero el espiritista que sabe
lo que pasa más allá de la tumba
conoce el precio del ultimo pensamiento. Mitigad los
últimos sufrimientos tanto como
podáis, pero guardáos de abreviar la vida, aun cuando
no sea sino por un minuto,
porque este minuto puede evitar muchas lágrimas en el
porvenir. (San Luis. París,
1860).
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