LIBERTAD CON EL ESPIRITISMO
Gabriel
Delanne
En el
seno del pensamiento fulgente de la Doctrina Espírita, todos hallamos
motivación para iniciar el camino de nuestra verdadera liberación. Con Allan
Kardec, el sublime amigo e ínclito Codificador del Espiritismo, se torna menos
compleja esa urgente tarea para la
anhelada redención. El mundo sería más leve, y la vida humana más fácil de ser
vivida si consiguiésemos entender y usufructuar la soñada libertad.
La
Ciencia se libertaría con el pensamiento espírita, si al encontrar al agente de
todo, al principio inteligente del Universo: el Espíritu, se abstuviese de
atribuirlo todo solamente a los fenómenos materiales, como principio y fin de
todo. Verificaría, entonces, cuán rica y grandiosa sería la visión científica,
a partir del enriquecimiento traído por la constatación y valorización
consciente del horizonte espiritual.
La
Filosofía se libertaría por medio del pensamiento espírita, cuando asentase sus
reflexiones, fuese cual fuese la escuela de pensamientos sustentada, en la
realidad del ser inmortal, al concebir que el pensamiento es atributo del alma.
A partir de eso, se tornaría más simple la comprensión de que todo cuanto
existe en el campo de la materia densa, no pasa de las elaboraciones de la
mente, del psiquismo del ser espiritual. Entendería el filósofo, bajo la
profunda luz espírita, que hay un camino menos agreste para la comprensión del
ser y de la existencia, así como el sentido de todo eso, en los mundos
diseminados por los espacios.
La Fe
Religiosa se libertaría ante el pensamiento espírita, cualquiera que fuese su
línea interpretativa de los fenómenos del alma, al observar seriamente y
penetrar el conocimiento de las leyes de la Naturaleza, base en que se apoya la
estructura espírita. Destronaría el interés subalterno de dominación de
conciencias, valoraría el trabajo de maduración de las conciencias para la
visión de Dios, lo que aclararía la reflexión del creyente para libertarlo, por
fin, de la extravagancia, del fanatismo, del fundamentalismo destructivo.
Atenido
a la grandeza del pensamiento espírita, Allan Kardec obsequia a la Humanidad
con el ensanchamiento de establecer la liberación de los seres
humanos, gracias al conocimiento de la verdad, lo que confirmaría la enseñanza
del Cristo Jesús.
Si el
conocimiento que estamos adquiriendo en la vida no es capaz de liberarnos de la
sombra del intelecto, sombra del sentimiento, sombra de la moral, algo está en
equívoco. O ese conocimiento no es la expresión de la verdad, o, entonces, de
nuestra parte, no estamos asimilando debidamente sus contenidos.
Es hora
de despertar, en esa fase aciaga de la experiencia humana. Estamos ante la
propagación de locuras sin medida; nos hallamos delante de las explosiones del
egoísmo; nos encontramos sometidos a un tiempo de graves peleas provocadas por
incontables almas aturdidas, infelices en sí mismas, que pesan sobre el
psiquismo terrestre, esparciendo su infortunio. Es tiempo de cuidado intenso
para la inaplazable marcha.
Pero,
al frente de todo eso, raya el Sol portentoso del Espiritismo en la médula de
la Codificación de Kardec, que nos deberá abrigar e iluminar para la victoria,
para la liberación espiritual.
Ahora,
cuando rendimos al Maestro de Lyón, los justísimos homenajes a cuenta de esos
dos siglos de su nacimiento en el mundo, bajo los cielos que cantaban las
pautas de la libertad, de la igualdad, de la fraternidad, nos unimos en oración
para agradecer al Creador por esa oportunidad y por nuestro júbilo, júbilo de
la familia espírita del mundo, reunida en París.
Saludamos,
pues, al Codificador, por haberse tornado para nosotros en el instrumento de la
libertad que el Cristo anunció para la Humanidad entera.
Con los
más cordiales votos de progreso y de paz, soy el servidor de todas las horas,
el amigo de siempre:
(Mensaje Psicografiado por el médium
José Raúl Teixeira, en la sesión de clausura del Cuarto Congreso Espírita Mundial, el 5/10/2004, París, Francia, y
transcripto de Reformador,
noviembre/2004, pág. 34)
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