PARÁBOLA DE LA
LEVADURA
“¿A qué
compararé el Reino de Dios? Es como la levadura que una mujer toma y la mete en
tres medidas de harina hasta que fermenta toda la masa.”
(Mateo, XIII, 33
– Lucas, XIII, 20-21).
No hay quien
ignore el proceso de la panificación. Se echa un poco de levadura en la masa de
harina, se mezcla y se espera que fermente toda la masa, para lo que contribuye
mucho el calor. Aparentemente, quien ve la masa no dice que tiene levadura;
entretanto, después de algunas horas, la propia masa fermentada acusa la
presencia de la misma. Así es el Reino de los Cielos: el hombre no se puede
transformar, de simple e ignorante, a sublime y sabio de un momento para otro,
como la levadura no transforma la harina en el mismo momento en que en ella es
puesta. A medida que oye la voz de los profetas, la palabra de los emisarios de
lo Alto, la inteligencia del hombre se va esclareciendo y su Espíritu se
transforma: él asimila el Reino de los Cielos, que a primera vista le pareció
un enigma, pero después se le presentó positivo, racional y lógico. ¿Quién
diría que una sola medida de levadura, en tres medidas de harina, fermenta la
misma? Es necesario, sin embargo, recordar que el calor, no sólo en la harina
para el pan, sino también en el hombre, para la transformación de Espíritus, es
indispensable. Y este calor puede producirse en la actividad que empleamos para
el progreso al que somos llamados a conquistar.
CAIRBAR SCHUTEL
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