La
puerta estrecha
3.
Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino
que lleva a la perdición y muchos los que entran por él. - ¡Qué angosta es la
puerta, y qué estrecho el camino que lleva a la vida: y pocos son los que
atinan con él. (San Mateo, cap. VII, v. 13 y 14).
4.
Y le dijo un hombre: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él le dijo: Porfiad
a entrar por la puerta angosta: porque os digo que muchos procurarán entrar, y
no podrán. Y cuando el padre de familia hubiera entrado, y cerrado la puerta,
vosotros estaréis fuera y comenzaréis a llamar a la puerta, diciendo: Señor,
ábrenos: y él os responderá diciendo: no sé de donde sois vosotros. - Entonces
comenzaréis a decir: Delante de tí comimos y bebimos, y en nuestras plazas
enseñaste. - Y os dirá: No sé de donde sois vosotros: apartáos de mí todos los
obradores de la iniquidad. Allí será d llorar, y el crugir de dientes: y cuando
veréis a Abraham y a Isaac y a Jacob, a todos los profetas en el reino de Dios,
y que vosotros sois arrojados fuera. - Y vendrá de Oriente y de Occidente, y de
Aquilón y Austro y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. -- Y he aquí que
son postreros los que serán primeros, y que son primeros los que serán
postreros. (San Lucas, cap. XIII, v. de 23 a 30).
5.
La puerta de la perdición es ancha, porque las malas pasiones son numerosas y
el camino del mal es frecuentado por el mayor número. La de la salvación es
estrecha, porque el hombre que quiere penetrar por ella debe hacer grandes
esfuerzos sobre sí mismo para vencer sus malas tendencias, y pocos se resignan
a ello; éste es el complemento de la máxima: Muchos son los llamados y pocos
los escogidos. Tal es el estado actual de la humanidad terrestre, porque siendo
la tierra un mundo de expiación, el mal domina; cuando sea transformada, el camino
del bien será más frecuentado. Estas palabras, deben, pues, entenderse en
sentido relativo y no en sentido absoluto. Si tal debiese ser el estado normal
de la humanidad, Dios hubiera condenado voluntariamente a la perdición la
inmensa mayoría de sus criaturas; suposición inadmisible desde el momento que
se reconoce que Dios es la justicia y la bondad por excelencia. Pero, ¿de qué
maldades se hubiera hecho culpable esta humanidad para merecer una suerte tan
triste en su presente y en su porvenir, si toda estuviese relegada en la tierra
y si el alma no hubiera tenido otras existencias? ¿Por qué tantos
inconvenientes sembrados en su camino? ¿Por qué esta puerta tan estrecha en la
que sólo puede penetrar el más pequeño número, si la suerte del alma está fijada
para siempre después de la muerte? Así es que con la unidad de existencia, se
está incesantemente en contradicción consigo mismo y con la justicia de Dios.
Con la anterioridad del alma y la pluralidad de mundos, el horizonte se
ensancha; se esclarecen los puntos más obscuros de la fe; el presente y el
porvenir son solidarios del pasado, y sólo entonces es cuando puede
comprenderse todo el fondo, toda la verdad y toda la sabiduría de las máximas
de Cristo.
Extraído del libro “El evangelio según el espiritismo”
Allan Kardec
Allan Kardec
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