La
fe divina y la fe humana
12.
La fe en el hombre es el sentimiento innato de sus destinos futuros; es la
conciencia que tiene de sus facultades inmensas, cuyo germen ha sido depositado
en él, primero en estado latente y que debe hacer desarrollar y aumentar,
después por su voluntad de acción. Hasta el presente la fe no ha sido
comprendida sino por el lado religioso, porque Cristo la preconizó como palanca
poderosa y porque en El se ha visto el jefe de una religión. Pero Cristo, que
hizo milagros materiales, ha enseñado por estos mismos milagros lo que el hombre
puede cuando tiene fe, es decir, la "voluntad de querer" y la certeza
de que esta voluntad puede cumplirse. Los apóstoles, a su ejemplo, ¿no hicieron
también milagros? Pues ¿qué eran estos milagros sino efectos naturales cuya
causa era desconocida a los hombres de entonces, pero que en gran parte se
explican hoy y se comprenderán completamente por el estudio del Espiritismo y
del magnetismo? La fe es humana o divina, según como el hombre aplica sus
facultades a las necesidades terrestres o a sus aspiraciones celestes y
futuras. El hombre de genio que persigue la realización de alguna grande
empresa, consigue su objeto si tiene fe, porque siente en él que debe y puede
realizarló, y esta certeza le da una fuerza inmensa. El hombre de bien que
creyendo en su porvenir celeste quiere llenar su vida de nobles y bellas
acciones, saca de la fe, con la certeza de la felicidad que le espera, la
fuerza necesaria, y también con esto se realizan los milagros de la caridad, de
afecto y de abnegación. En fin, con la fe no hay malas inclinaciones que no
lleguen a vencerse. El magnetismo es una de las más grandes pruebas del poder
de la fe puesta en acción: por la fe cura y produce esos fenómenos extraños que
en otro tiempo se calificaban de milagros.
Lo
repito, la fe es "humana y divina"; si todos los encarnados
estuviesen bien persuadidos de la fuerza que tienen en sí y quisieran poner su
voluntad al servicio de esta fuerza, serían capaces de llevar a cabo lo que
hasta el presente se han llamado prodigios, y que sencillamente sólo son
desarrollo de las facultades humanas. (Un espíritu protector. París, 1863).
Extraído del libro “El evangelio según el espiritismo”
Allan Kardec
Allan Kardec
No hay comentarios:
Publicar un comentario