Los ídolos


Los ídolos



Le debe el arte al santo paganismo

del gentil cristianismo,

que a su gusto formó la egregia Roma,

riqueza y esplendor imponderable

en magníficos templos,

cuyas altivas torres

parece que en su anhelo

quieren audaces escalar el cielo.

Gigantes catedrales

con sus altas ventanas ojivales

en bóvedas sombrías,

donde el órgano arroja

imponentes y tristes melodías.

Sus naves espaciosas

dan paso a las capillas

donde el arte encerró sus maravillas;

al mármol prestó aliento la escultura,

y al lienzo te dio vida la pintura,

presentando figuras ideales

de vírgenes preciosas,

con negros mantos y con blancas tocas.

Y ángeles con doradas cabelleras

y leves alas de color de rosa,

cual las que ostenta el alma de las flores

la sencilla y voluble mariposa.

A cristo lo revisten a su antojo

con túnicas de negro terciopelo,

y de mirra y de incienso al cielo sube

blanca, ligera y ondulante nube.

Todo esto es bello, halaga los sentidos,

la inspiración humana allí se admira,

mas todo sus encantos son perdidos

al entrar en su fondo la mentira.

¡Cuando el alma cristiana considera

que no es esa la senda verdadera!.

¿Necesito Jesús flores y altares

para explicar sus máximas divinas?.

Bien sabemos que no;

buscó los mares

y le bastaron valles y colinas;

y encargo a sus discípulos que solo

en gran Ser en espíritu adoran,

y que fueran del uno al otro polo

y sus eternas leyes publicaran.

Mas no les exigió templos gigantes

con lienzos y grandiosas esculturas,

solo le repitió con voz vibrante:

“Escudriñad las santas escrituras”;

esto fue lo que Cristo pidió al hombre

un amor grande, sin rival, profundo;

y que el santo recuerdo de su nombre

fuera la luz que iluminara al mundo.

¿Por qué entonces el grabe cristianismo

alzo templos y alteres

limitando al pasado paganismo?.

¿Qué a sus dioses y genios tutelares

homenaje rendían

por que el nombre de Dios no conocían?.

Aquel no comprende que la vida

es la esencia de Dios cuya ternura

limitación no tiene conocida;

debemos perdonarle que en su anhelo

un ídolo levante

y que le rinda culto reverente;

pero el que tiene ilustración bastante

para saber que Cristo fue el Profeta

que al regenerar vino este planeta,

con este si, que la razón se ofusca

viendo que torpe busca

entre santos y santas

un buen intermediario

para llegar de Dios a santuario.

El culto de los santos

es la amarga irrisión del cristianismo

por que es darle derechos

a míseros mortales

que aunque mártires fueron

por la divina fe que a Dios juraron.

Pero estos grandes hombres

¿quien puede asegurar que no pecaron?.

Justo es que su recuerdo

se guarde de las historias en los anales,

y se limiten sus hechos inmortales.

Mas de esto a concederles,

derechos celestiales,

existe tan notable diferencia

como hay desde la duda y la ignorancia

a la verdad innegable de la ciencia.

Tan solamente a Dios pedir debemos,

por que El únicamente es el que puede

darnos la apreciación que merecemos:

¡Sólo El es infalible,

perfección que en el hombre es imposible!.

¿Se conoce en la tierra algo mas bello

que el sol resplandeciente?.

Ciertamente que no,

nada le iguala,

por él su aroma exhala

la cándida azucena,

el lirio de los valles

y las violetas de fragancia llena.

¿Pues cuando él lanza en la mitad del día

sus vivos resplandores

le hacen falta quizá de las estrellas

los pálidos fulgores?.

Cuando los mares salen de su centro

y arrancan despiadados

palacios y cabañas,

¿se aumentara su rápida corriente

por que a su paso arrojen las montañas

sus cristalinas fuentes?.

¡Que es una gota en los inmensos mares!.

¿Qué es un grano de arena

ante esas tumbas que el Egipto encierra?.

¡Pirámides gigantes

que guarden las grandezas de la tierra!.

Pues mucho mas pequeños todavía,

son ante Dios los mártires y santos

a quien el hombre rinde idolatrías.

Hace ya luengo siglos

que los profundos sabios de la Grecia

le dijeron al hombre:

“Para salvarte de un horrible abismo

conócete a ti mismo.

Los años y las épocas huyeron

y los hombres jamás se conocieron;

mas como la ignorancia

no conoce ni dique ni distancia,

es aquí que los mortales

la doctrina de Cristo analizaron,

en nada su grandeza comprendieron.

Pero atrevidos, si, la reformaron,

todas las obras que los hombres hacen

en llegado su tiempo prefijado

en humo se deshacen;

por eso el fanatismo

se perderá también en el abismo.

¡Moralidad social!. ¿Cuándo en tu trono

te sentarás triunfante?.

¿Cuándo el hombre cesará el encono?.

Cuando la luz del evangelio irradie

por todo los confines de la tierra

y el creyente no busque intermediario

para llegar de Dios al sanitario.

¡Década bendecida, avanza en tu carrera!.

La humanidad te espera

en su profundo sueño sumergida.

¡Rayo de luz, fulgura…resplandece!.

¡Atrás oscurantismo…!.

Ya tu poder fenece;

feliz el pueblo que a la sombra crece

del justo y verdadero Espiritismo!.

Este es el cristianismo;

la ampliación aumentada y corregida,

pues los espiritistas

para adorar a Dios no buscan templos

donde brille el poder de los artistas.

En la cóncava peña

en el volcán rugiente

en el ave que cante en la enramada

y en la región glacial, en todas partes

ven a Dios ostentando su belleza.

Para el espiritista no hay más templo

que admirar a la gran naturaleza,

que en ese inmenso libro se haya escrito

el resumen de Todo. ¡El infinito!.



1875

Amalia Domingo Soler

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