La Providencia (28-30)


La Providencia (28-30)



28.—Nosotros comprendemos el efecto, y ya es mucho: del efecto subimos á la causa, y juzgamos de su grandeza por la del efecto; más su esencia íntima nos es desconocida, como nos sucede respecto á la causa de multitud de fenómenos. Conocemos los efectos de la electricidad, del calor, de la luz, de la gravitación y los calculamos, aun cuando no conocemos la naturaleza íntima del principio que los produce.

¿Será, pues, racional negar el principio divino, porque no lo comprendamos?



29. —Nada impide admitir para el principio de soberana inteligencia un centro de accion , un foco principal que irradia sin cesar é inunda el universo con sus efluvios, como el Sol con su luz. ¿Pero donde está ese foco? Eso es lo que nadie puede decir. Probable es

que no esté fijo en un punto determinado, como no lo está su accion, y que recorra incesantemente las regiones del espacio sin límites. Si Espíritus comunes tienen el don de la ubicuidad, esta facultad en Dios debe ser ilimitada, llenando Dios el universo con su

presencia, se podría aun admitir, á título de hipótetesis, que este foco no tiene necesidad de trasportarse y que se forma en todos los puntos en que la soberana voluntad juzga conveniente producirse, de donde podría decirse que está en todas partes y en ninguna.



30. —Ante estos problemas insondables, nuestra razon debe humillarse. Dios existe: esto es incuestionable. Es infinitamente bondadoso y justo : esta es suesencia. Su amor se estiende á todo, todo lo abraza: esto lo comprendemos y lo sentimos. Luego no puede

querer mas que nuestro bien y debemos confiar en él ciegamente. Esto es lo esencial: en cuanto á lo demás, esforcémonos todo lo posible para hacernos dignos de comprenderlo, cultivando sin cesar nuestro entendimiento y practicando todas las virtudes.





Extraído del libro “EL GÉNESIS
LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO”
Allan Kardec

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