Los
falsos profetas
8.
Si alguno os dice: "Cristo está aquí", no vayáis, sino por el
contrario, preveníos porque los falsos profetas serán numerosos. Mas, ¿no veis
las hojas de la higuera que empiezan a blanquear? ¿No veis sus numerosos
renuevos esperando la época de florecer, y acaso no os ha dicho Cristo: Por el
fruto se conoce el árbol? Sí, pues, los frutos son amargos, juzgad que el árbol
es malo; pero si son dulces y saludables, decid: Nada puro puede salir de un
mal tronco. Así, hermanos míos, es cómo debéis juzgar; las obras son las que
debéis examinar. Si los que dicen estar revestidos del poder divino están
acompañados de todas las señales de semejante misión, es decir, si poseen allí
más alto grado las virtudes cristianas y eternas: la caridad, el amor, la
indulgencia, la bondad que concília todos los corazones; si, en apoyo de las
palabras, unen los actos, entonces podréis decir: verdaderamente son éstos los
enviados de Dios. Mas desconfiad de las palabras melifluas, desconfiad de los escribas
y fariseos que ruegan en las plazas públicas vestidos con largos ropajes.
¡Desconfiad de aquellos que pretenden tener el sólo y único monopolio de la
verdad! No, no; Cristo no está allí, porque los que El envíe a propagar su
santa doctrina y a regenerar a su pueblo, serán, a ejemplo del Maestro, dulces
y humildes de corazón sobre todas las cosas; aquellos que deben por sus
ejemplos y sus consejos, salvar a la humanídad que corre a su pérdida y vaga en
las sendas tortuosas, aquellos serán, sobre todo, modestos y humildes. Todo lo
que revela un átomo de orgullo, separadlo de vosotros como una lepra contagiosa
que corrompe todo lo que toca. Acordaos de que "cada criatura lleva en su
frente, sobre todo en sus actos, el sello de grandeza o de su decadencia. Id,
pues, mi muy amados hijos, marchad sin desviaros, sin segunda intención, por la
bendita senda que habéis emprendido. Marchad, marchad siempre sin miedo, alejad
con valor todo lo que pudiera poner trabas a vuestra marcha hacia el fin
eterno. Viajeros, no estaréis mucho tiempo en las tinieblas y en los dolores de
la prueba, si os entregáis de corazón a esta dulce doctrina que viene a
revelaros las leyes eternas y a satisfacer todas lás aspiraciones de vuestra
alma hacia lo desconocido. De hoy en adelante podéis dar un cuerpo a esas
sílfides ligeras que veis pasar en vuestros sueños y que, efmeras sólo podían
encantar a vuestro espíritu, pero nada decían a vuestro corazon. Ahora? amados
míos, la muerte ha desaparecido para hacer lugar al ángel radiante que
conocéis: ¡al ángel de la esperanza y de la reunión! Ahora vosotros, que habéis
cumplido bien la tarea impuesta por el Señor, nada tenéis que temer de su
justicia, porque es padre y perdona siempre a sus hijos extraviados que piden
misericordia. Continuad, pues, y avanzad sin cesar; que vuestra divisa sea la
del progreso, la del progreso continuo y en todas las cosas, hasta que
lleguéis, en fin, a ese término feliz en donde os esperan todos aquellos que os
han precedido. (Luis. Bordeaux, 1861).
Extraído del libro “El evangelio según el espiritismo”
Allan Kardec
Allan Kardec
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