Discernimiento
“Por el fruto se conoce al árbol”
Las comunicaciones mediúmnicas, espontáneas o provocadas, no constituyen una invención del Espiritismo. Esas comunicaciones siempre existieron, en todos los tiempos y lugares. Le historia de todos los pueblos, occidentales y orientales, demuestra que el mundo espiritual nunca estuvo divorciado del mundo físico.
En la Antigüedad tales fenómenos no eran desconocidos, aunque permaneciesen limitados al recinto cerrado de los templos, monopolizados por los iniciados, que se interesaban en ocultarlos del pueblo, quien permanecía tan necesitado de él, como se demostraría en el futuro. En el tiempo de Jesús, los fenómenos se intensificaron. La presencia del Cristo en la Tierra, pone en efervescencia a las fuerzas espirituales, al punto de que los contemporáneos del Maestro se familiarizaran de tal modo con las comunicaciones, que las páginas evangélicas están repletas de hechos de esa naturaleza.
Con el Cristo, podemos observar que las cortinas de los templos iniciáticos se tornan transparentes. Se torna hasta tal punto tenue que las comunicaciones se generalizan, alcanzando los más variados niveles de la sociedad de la época. Los fenómenos ganan las calles. Viajan hasta las aldeas más distantes. Penetran en las metrópolis más famosas. Invaden los campos y las playas. Se consagran, finalmente, como una expresión inmedible del Amor de Dios, en el glorioso Día del Pentecostés. A pesar de que los vuelos mediúmnicos se hubiesen ampliado con el Maestro, fertilizando la siembra de la Buena Nueva, cabría, con todo al Espiritismo, el Consolador por determinación del propio Cristo, la misión de metodizar su práctica, disciplinado, a la manera de un ingeniero que, frente a la fuerza desgobernada de la catarata, utiliza los recursos de la técnica para convertirla en recurso de progreso y bienestar.
Le cupo al excelso misionero de la Codificación, no tan solo por medio de trabajos dispersos, sino sobre todo, a través del “Libro de los Médiums”, establecer las principales líneas para la práctica mediúmnica. A los herederos de la Tercera Revelación, les aseguró Allan Kardec con “El Libro de los Médiums” el camino fundamental y la directriz segura. Si deseamos que la práctica mediúmnica, con finalidad educativa y consoladora, para nosotros y también para los desencarnados, se realice bajo los preceptos del Evangelio y dentro de las normas doctrinarias, es imprescindible el estudio de ese libro, verdadero tratado experimental de Espiritismo, que garantiza al espírita una base sólida para el desempeño eficaz de sus compromisos, en este delicado y sublime campo de la Doctrina.
El sabor del fruto descubre al árbol. El estudio y la observación elevan el discernimiento. Sin las luces doctrinarias, hoy profusamente divulgadas, difícilmente conseguiremos éxito en el servicio mediúmnico. Promover el intercambio con los Espíritus, sin la orientación doctrinaria y el sentimiento evangélico, en cualquier tiempo y lugar, es camino abierto para desagradables sorpresas. Son el discernimiento y la bondad, vigas maestras del cuerpo mediúmnico, cualidades que solamente la Doctrina y el Evangelio proporcionan. Cabiéndole pues, al Espiritismo, la misión de orientar la práctica de la mediumnidad, no podemos ignorar que, ante la circunstancia de ser militantes de la Doctrina, cada uno de nosotros soporta sobre sus hombros, una parcela de responsabilidad. En su difusión, su desenvolvimiento y su ejercicio. Esto es lo que nos parece acertado. Y también a todos les ha de parecer, suponemos, porque el abecedario mediúmnico es uno solo: “El libro de los Médiums.”
Martins Peralva
Extraído del libro “Estudiando el evangelio a la luz del espiritismo”
Lucas 6:43-45 Dios Habla Hoy (DHH)
ResponderEliminarEl árbol se conoce por su fruto
43 »No hay árbol bueno que pueda dar fruto malo, ni árbol malo que pueda dar fruto bueno. 44 Cada árbol se conoce por su fruto: no se cosechan higos de los espinos, ni se recogen uvas de las zarzas. 45 El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en su corazón. Pues de lo que abunda en su corazón habla su boca.