(1831 - 1891) Argentina
Esta es la
historia de un hombre simple, de campo, que llevó la palabra de Dios y la
sanación espiritual a todos los necesitados, en nombre del Espiritismo.
Su nombre, como una luz brillante, recorrió y sigue recorriendo la Argentina de
norte a sur y de este a oeste.
El despertar
espiritual de Pancho Sierra
Pancho Sierra, como cariñosamente se lo conoce, nació
en la ciudad de Salto, Provincia de Buenos Aires, el 21 de abril de
1831. Sus padres don Francisco Sierra y de doña Raimunda Ulloa
eran acaudalados estancieros. Fue allí, en el campo, donde encontró la energía
de la naturaleza, manifestación divina, para su crecimiento espiritual y para
su obra de servicio al prójimo. Veía al Padre en cada pájaro, en cada flor, en
cada semilla lanzada al surco. Sentía latir la vida en cada amanecer y en cada
atardecer. Toda la obra del Padre estaba delante de sus ojos y la loaba. Sentía
el placer de saberse uno con el Todo.
Estudió en
Buenos Aires, como lo
hacían todos los jóvenes de familias acaudaladas en la época, y luego volvió a
su amado campo, donde cantaba el jilguero y se escondía la mulita. Allí había
depositado el corazón.
De su vida
personal se sabe muy poco. Siempre la resguardó con esmero, como un tesoro
personal. Sabemos que siendo muy joven se enamoró de una señorita muy hermosa,
llamada Nemesia, pero que ese romance no prosperó. A partir de entonces,
Pancho se volvió callado, meditativo, introvertido, y nunca se supo de otro
amor. Se retiró a su estancia “El Porvenir”, situada entre Rojas y
Pergamino, en la provincia de Buenos Aires.
La obra benéfica
de Pancho Sierra
Su campo era
famoso porque estaba lleno de familias que vivían allí, sin pagar un centavo.
Su generosidad era magnífica y decía que todo pertenecía a Dios, no a los
hombres. Cumplía con el mandamiento principal de amar al prójimo como a uno
mismo, y a Dios por sobre todas las cosas. Era un discípulo del Cristo en medio
de la pampa gaucha; un caminante de botas de cuero crudo; un terapeuta, en el
real sentido de la palabra, que significa, “aquel que camina hacia Dios”. Era
un obrero del Evangelio.
Después de su
desilusión amorosa, se dedicó a ayudar a los demás, sin límites. Se alejó de
los ambientes frívolos y ricos, a los que pertenecía por su fortuna, y se
dedicó al campo y a los humildes. Había encontrado su misión. Había encontrado
la Palabra, el Camino y la Vida.
Al final de su
vida se casa con una señora viuda. Nadie supo más que eso de su vida personal,
siempre rodeada de misterio y encerrada en sí misma.
Como la
mayoría de los hombres de campo, amaba la música de la guitarra, los versos
gauchescos y los enormes mates. Dicen en los pagos que era un eximio músico y
que los sonidos de su guitarra se escuchaban hasta entrada la noche, llevando
la esperanza y la fe.
Su aspecto
físico era el de un hombre alto y fuerte, usaba una larga y sedosa cabellera
blanca y gran barba. Parecía un patriarca. Vestía anchas bombachas de campo,
impecables y planchadas; la riestra, con las monedas de plata incrustadas
cuidadosamente en la cintura; un negro chambergo, ladeado a la izquierda del
rostro y sus famosas botas de cuero. Era un gaucho.
Su palabra era
siempre dulce, sincera y reconfortante, pero firme y segura. Había algo en su
tono que no dejaba dudas y hacía que todos se rindieran ante ella.
El contacto de
Pancho Sierra con el espiritismo
Cuando leyó y
adoptó como libro de cabecera el “Evangelio según el Espiritismo”, de Allan Kardec,
lo recomendó a todos sus conocidos y aquellos que pedían sus sanaciones. Se
vendieron más ejemplares que en ningún otro lugar de la provincia y más que el
famoso “Martín Fierro” de José Hernández. Cuando iba a la capital, Buenos
Aires, frecuentaba la Sociedad Espírita “Constancia”, la primera fundada
en esa ciudad, y mantenía contacto con hombres ilustres de la época, como Cosme
Mariño y el ingeniero Rafael Hernández (hermano del autor de “Martín
Fierro”).
Era socio
de esa Sociedad Espírita.
Allí conversaba y cambiaba ideas con los hombres del Espiritismo argentino, que
veían en él a un gran sanador espiritual. Fue un gran divulgador de la doctrina
de la Buena Nueva.
La mediumnidad
curativa de Pancho Sierra
Se
comunicaba con facilidad con el Mundo Invisible y se sentía unificado con la Naturaleza. Todo
deviene de Dios y por lo tanto, todo está interconectado con todo y con todos.
Él era uno más en la gran cadena de almas que formamos la gran familia
universal.
Se lo
conoció como un “médium curador”, de los más famosos de su tiempo. La gente acudía por centenas a su
estancia, haciendo largas filas, esperando una palabra amiga o una cura, que él
siempre estaba dispuesto a practicar, en nombre de Jesús. Sus métodos de cura
eran simples: solamente los pases y el agua fluidificada y, a veces, la
sugestión de su palabra segura, firme y amigable.
Asimismo, en
otras oportunidades, usaba la imposición de manos. Hay una anécdota famosa de
sus curas: Un día llegó un hombre en una carreta para pedir una cura, tenía las
piernas paralizadas. Don Pancho, sentado a la puerta de su casa, tomando mate,
lo vio llegar y le gritó: “¡Bájese, amigo!”. Todos lo miraron
asombrados, ya que sabían que el hombre era paralítico. Pancho volvió a gritar:
“¿A qué lo han traído? ¿A que lo cure? Entonces, ¡obedezca!”
Se vinculo a Pancho Sierra con el espiritismo por varias razones. En primer lugar fueron los espiritistas los que organizaron la ceremonia de homenaje realizada un año después de su muerte. El acto se llevó a cabo el día 15 de marzo de 1892 en el cementerio de Salto. Fue presidido por Don Rafael Hernández (hermano del autor del Martín Fierro), y se constituyó una Comisión de Amigos que colocaron en el sepulcro una corona de bronce. Dicha corona consistía en dos gajos de hiedra y una corona de laurel, los símbolos de la amistad y la unión de la idea.
ResponderEliminarPancho Sierra fue invitado varias veces a la Sociedad Espiritista Constancia y lo hicieron socio de dicha institución ya que sus directivos consideraban que Dios le había otorgado el don curativo, el carisma de la curación, intuición y clarividencia y era "un hombre dotado de facultades mediúmnicas, por medio de las cuales realizó mucho bien a los enfermos del cuerpo y del alma y a los pobres y humildes desde el punto de vista terapéutico". Los espiritistas llaman médium a la persona con gran desarrollo espiritual capaz, en ciertas ocasiones, de establecer un contacto con lo que se denomina plano astral.
Sin embargo, Fermín Chaves como otros historiadores e investigadores consideran que el Gaucho Santo no fue en vida un practicante del espiritismo y que su imagen espiritista es exterior y ajena a su personalidad y quizá posterior a su muerte "sería espiritista por atribución".
http://www.cuco.com.ar/pancho_sierra.htm