La vista de Dios. (34-37)


La vista de Dios. (34-37)



34. —Como que Dios es la esencia divina por excelencia, no puede ser visto en todo su esplendor sino por los Espíritus llegados al último grado de la desmaterializacion. Si los Espíritus menos perfectos no le ven, no es porque estén mas lejos de él que los otros,

pues todos los seres de la naturaleza están bañados por el Espíritu divino, como nosotros lo estamos por la luz del sol, sólo que sus imperfecciones son velos que lo ocultan á su vista. Cuando los velos hayan caido y se hayan disipado las nieblas, se verán brillar; para lo cual no tienen necesidad de subir ni de bajar á las profundidades de lo infinito. Cuando la vista espiritual se haya curado de las manchas morales que la oscurecen, verán aquellos á Dios donde quiera que se encuentren, aunque estén en la tierra, porque Dios está en todas partes.



35.—El Espíritu no se purifica sino á fuerza de tiempo, y las diferentes encarnaciones son les alambiques en el fondo de los cuales va dejando sus impurezas. Al abandonar su envoltura corpórea, no se despoja el alma instantáneamente de sus imperfecciones, y por eso despues de la muerte no vé á Dios mas que antes; pero á medida que se purifica va teniendo una intuicion mas dist:nta: no le vé, pero le comprende mejor, porque la luz es menos difusa. Cuando los Espíritus dicen que Dios les prohibe responder á tales ó cuales preguntas, no es que Dios se les aparezca ó les dirija la palabra para mandarles ó vedarles; sino que lo sienten, reciben los efluvios de su pensamiento, como nos acontece respecto á los Espíritus que nos envuelven ó penetran con su fluido, aunque no los veamos ni los sintamos.





36. —Ningun hombre puede ver á Dios con los ojos de la carne. Si tal favor fuera concedido á alguien, seria en éxtasis, cuando el alma se halla tan desprendida de la materia como sea posible durante la encarnacion. Tal privilegio solo pueden obtenerlo almas

muy escogidas, encarnadas para mision y no para expiacion. Pero como los Espíritus de orden muy elevado resplandecen con brillo deslumbrador, es posible que Espíritus menos elevados, encarnados ó desencarnados, asombrados del esplendor que los circunda, ha

yan creido ver á Dios mismo, como á veces un ministro puede por alguno ser tomado por su soberano.



37. —¿Cuál es la apariencia bajo que Dios se muestra á los que se han hecho dignos de ese favor? Es bajo una forma cualquiera? bajo el aspecto humano ó como un foco esplendente de luz? Cosa es esta para la cual el lenguaje humano no tiene palabras con que ex

presarla, porque no tenemos punto de comparacion quede ello pueda dar idea: somos como ciegos de nacimiento á quienes en vano se trataría de hacer concebir como es la luz. Nuestros idiomas, aun los mas sabios, están limitados á nuestras necesidades y al círculo de

nuestras ideas: el de los salvajes no podría pintar las maravillas de la civilizacion; y el de los pueblos mas civilizados es demasiado pobre para describir el esplendor de los cielos; nuestra inteligencia demasiado limitada para comprenderle, y nuestra pobre vista quedaría

ofuscada, si llegase á verlo.



Extraído del libro “EL GÉNESIS

LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO”
Allan Kardec


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