Resurrección de la carne
¿Sera posible una persona
volver a la vida, incluso después de literalmente haber muerto, esto es,
después del desprendimiento definitivo entre el cuerpo u espíritu?
Si eso fuese
posible, estaríamos delante de algo extraordinario, en oposición a una ley
divina básica, que trata con absoluta equidad a todos los seres humanos: la
muerte del cuerpo físico, cuyo propósito es la renovación del Espíritu y su
trayectoria evolutiva, la cual se hace por etapas.
Tal vez por eso parezca tan
extraños para nosotros, estudiosos de los principios espirituales, constatar
personas gastando millones de dólares con la criogenia humana, con la esperanza
de que, en un futuro incierto, sus cuerpos puedan ser descongelados y
resucitados, sea para la eliminación de dolencias actualmente incurables, sea
para alcanzar una utópica inmortalidad en la carne, que, si fuese posible, mas
se asemejaría a una “maldición” que una bendición.
La palabra “resurrección”, del
punto de vista semántico, es un término equivocado o polisémico, esto es, posee
más de un significado o interpretación. En el sentido tradicional del término,
es más conocido como el “Acto de resurgir o reaparecer vivo después de haber
muerto; restitución del muerto a la vida” (1).
Dicen los que defienden esta
tisis – de la vuelta del Espíritu a un cuerpo ya muerto – que para Dios nada es
imposible y que existen “milagros” como aquellos atribuidos a Jesús y descritos
en el Nuevo Testamento (Lucas, 7:11 a 17 “El hijo de la viuda de Naim”, y
Mateo, 9:23 a 26 “la hija de Jairol”), siendo la resurrección de Lázaro (Juan,
11:1 al 45), el caso más conocido).
No se desconoce el poder del
Creador, ¿pero tendría realmente necesidad de revocar las propias leyes,
solamente para probar su poder, para agradar o convencer criaturas céticas e
ignorantes como nosotros, aun matriculadas en las primeras lecciones del
alfabeto del Espíritus? Para decepción de los que veneran lo “maravilloso”, es
preciso informar que el fenómeno descrito en el Nuevo Testamento no se trata de
ningún milagro, pues aquellos personajes bíblicos no estaban efectivamente
muertos. (2)
Posiblemente, experimentaron los efectos de otra ley natural, la
facultad de emancipación o desdoblamiento del alma, que ocurre por medio de la
catalepsia y de la letargia, desconocidas de la Medicina de aquel tiempo, época
en que el diagnostico de la muerte era comparado por la simple parada
cardiorespiratoria y no por la cesación del funcionamiento del tronco
encefálico, criterio actualmente aceptado por la comunidad científica” (*)
Los teólogos, casi siempre
distanciados de las leyes naturales, adoptaron también, para el término
“resurrección”, la connotación escatológica, fundada en la interpretación
literal de la Biblia: la resurrección de los muertos en el día del “Juicio
Final”, ignorando que “muchas veces la palabra de Jesús era alegórica y en forma
de parábolas, porque El hablaba de acuerdo con la época y los lugares”(3),
hasta el momento en “que la Ciencia, de un lado, y el Espiritismo, del otro,
revelasen las nuevas leyes de la Naturaleza, haciendo comprensible su verdadero
sentido” (4)
En vista de eso, el
Espiritismo perfila una interpretación racional para el fenómeno de la
resurrección de la carne, en el día del “Juicio Final”: La resurrección de los
muertos en el último día, en el fin de los tiempos, es una alegoría judaica que
Jesús utilizo, como de tantos otros elementos del Judaísmo, para enseñar el
sentido verdadero de la muerte como transición o pasaje de un mundo para otro,
del mundo material para el espiritual.
El último día es apenas aquel en que
morimos. (5) (Grifo nosso) Por tanto, la creencia en la “resurrección” como
vuelta del Espíritu al mismo cuerpo, después del “Juicio Final”, también no
tiene respaldo científico, pues los despojos del organismo humano no se
conservan homogéneos y se descomponen en sus elementos químicos, que van a ser
utilizados para la estructura de nuevos cuerpos. (6)
Conforme orientan los
Espíritus de la Codificación, el dogma de la resurrección de la carne, tomando
en su verdadero sentido, es la consagración de la inmortalidad y de la
reencarnación enseñada por los Espíritus superiores: La reencarnación formaba
parte de los dogmas judaicos, bajo el nombre de resurrección; sólo los saduceos
que creían que todo terminaba con la muerte, no creían en ella.
Las ideas de
los judíos en este punto, como en muchos otros, no estaban claramente
definidas, porque sólo tenían nociones vagas e incompletas sobre el alma y sus
lazos con el cuerpo. Creían que un hombre que vivió podía revivir, sin
explicarse con precisión la manera cómo esto podía suceder; designaban con la
palabra resurrección, lo que el Espiritismo llama más juiciosamente
reencarnación.
En efecto, la resurrección supone el regreso a la vida del
cuerpo que murió, lo que la Ciencia demuestra ser materialmente imposible,
sobre todo cuando los elementos de ese cuerpo están, desde hace mucho,
dispersos y absortos. La reencarnación es el retorno del alma o Espíritu, a la
vida corporal, pero en otro cuerpo nuevamente formado para ella, y que nada
tiene de común con el antiguo.
La palabra resurrección podía de este modo,
aplicarse a Lázaro, pero no a Elías, ni a los profetas. Pues, si según su
creencia, Juan el Bautista era Elías, el cuerpo de Juan no podía ser el de
Elías, puesto que se había visto a Juan niño y se conocía a su padre y a su
madre. Así, Juan podía ser Elías reencarnado, pero no resucitado. (7)
Toda vez que se pronuncia el
termino resurrección, mas tarde la asociamos al fenómeno de la resurrección de
Jesús entre los hombres, después la tragedia del Gólgota, que, por regla
general, es interpretado como siendo el resurgir del Maestro con el mismo
cuerpo material que utilizo en su sublime misión terrena.
Todavía, más de una
vez, es preciso colocar las cosas en su debido lugar. La “resurrección”, de
Jesús no tiene nada que ver con lo que aconteció con el hijo de la viuda de
Naim, con la hija de Jairo o con Lázaro. Lo que los apóstoles y otras personas
vieron, muy probablemente, no fue el cuerpo físico de Jesús sino su Espíritu
momentáneamente materializado.
En esas afirmaciones,
encontramos los siguientes esclarecimientos del escritor espirita Severino
Celestino da Silva, profesor de la disciplina Ciencias de las Religiones, de la
Universidad Federal de Paraíba, que así resume la posición espirita:
Quien resucita es el Periespíritu. Es el molde del cuerpo, constituido de materia quintaesenciada, funcionando como el intermediario entre el cuerpo físico y el espíritu durante la vida corpórea, por tanto, es lo que vemos después de la muerte. Fue el periespíritu del Cristo que fue visto en el tercer día y no su cuerpo.
El cuerpo que sirvió de morada al espíritu no puede ser visto, después
de la muerte, pues vuelve a la tierra que lo origino y por ella es destruido. Y
así, lo que se llama de resurrección es lo mismo que Reencarnación, es como
vimos, según Daniel y Ezequiel, ella ocurre en la tierra y no en el mundo
espiritual, y ocurre todos los días conforme afirma Pablo a los hebreos 9:27
después de la muerte ocurre el juicio. Quedando la verdadera y conocida
“resurrección del último día” como sinónimo de “etapa final de evolución” en
nuestro planeta.
La resurrección del ultimo día será la conquista espiritual
suprema obtenida por nosotros. Después de ella, no habrá más necesidad de
Reencarnación. (8) (Grifos nosso)
En suma, la resurrección de la
carne es la propia reencarnación, corolario de la inmortalidad en innúmeros
pasajes de los textos bíblicos (Viejo y Nuevo Testamento), bajo la forma
alegórica. Su turno, la resurrección física de un ser que aun no desencarnó es
de efecto temporal, pues la ley natural de la muerte biológica alcance a todos
indistintamente, y hasta Jesús a esta se sometió dentro de la normalidad de las
cosas.
Ya la resurrección espiritual es el retorno del ser al mundo espiritual
de donde vino, antes de la reencarnación, pudiendo hacerse visible y hasta
tangible o no a los encarnados, conforme las circunstancias a que dan
oportunidad las leyes divinas.
Finalizando, nunca es de más
recordar que, en un otro sentido espiritual, tenemos la oportunidad de
resucitar todos los días para le mejora de nuestras condiciones morales,
ejercitando los legítimos valores de la vida, corrigiendo en nosotros los
vicios que entorpecen las potencias del Espíritu, destinado al progreso y a la
felicidad plena.
Christiano Torchi
(*) La catalepsia y la
letargia son una especie de sueño físico de orden patológico. Se caracterizan
por la pérdida temporal de la sensibilidad y del movimiento del cuerpo físico,
que asume, temporalmente, la apariencia de muerte biológica. Hay registros, aun
en la actualidad, de personas sepultadas vivas, por haber sido diagnosticadas,
equivocadamente, como muertos. (Para más información, remitimos el lector al
artículo de nuestra autoría, bajo el titulo Letargia, catalepsia, muertes
aparentes, publicado en esta Revista en noviembre del 2008 p29 (427) al 31
(429)
Referencia:
(1) Diccionario brasileño de
la lengua portuguesa. Palabra “Ressurreição”
(2) Allan Kardec. La génesis
(3) Allan Kardec. El libro de los Espíritus.
(4) Allan Kardec. El evangelio según el espiritismo.
(5) J. Herculano Pires. Educación para la muerte.
(6) Allan Kardec. El libro de los Espíritus.
(7) Allan Kardec. El evangelio según el espiritismo.
(8) Severino Celestino da Silva. Analizando las traducciones bíblicas.
(2) Allan Kardec. La génesis
(3) Allan Kardec. El libro de los Espíritus.
(4) Allan Kardec. El evangelio según el espiritismo.
(5) J. Herculano Pires. Educación para la muerte.
(6) Allan Kardec. El libro de los Espíritus.
(7) Allan Kardec. El evangelio según el espiritismo.
(8) Severino Celestino da Silva. Analizando las traducciones bíblicas.
Revista Reformador. Marzo 2013
Traducido por Jacob
R-2/3/2023
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