El que no aborrece a su padre y a su madre


El que no aborrece a su padre y a su madre



1. Y muchas gentes iban con él: y volviéndose, les dijo: - Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre y mujer e hijos, y hermanos y hermanas, y aun también su vida, no puede ser mi discípulo. - Y el que no lleva su cruz a cuestas y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. - Pues así cualquiera de vosotros que no renuncie a todo lo que po- see, no puede ser mi discípulo. (San Lucas, cap. XIV, v. 25, 26, 27 y 33).



2. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí, y el que ama a hijo o a hija más que a mí no es digno de mí. (San Mateo, cap. X, v. 37).



3. Algunas palabras, muy extrañas, por cierto contrastan de un modo tan raro en boca de Cristo, que instintivamente se rechaza su sentido literal, y la sublimidad de su doctrina no sufre ningún menoscabo. Escritas después de su muerte, puesto que ningún Evangelio se escribió cuando vivía, es permitido creer, en este caso, que el fondo de su pensamiento no se ha transmitido bien o, lo que no es menos probable, que el sentido primitivo ha sufrido alguna alteración pasando de uno a otro idioma. Basta que la primera vez se cometiera un error, para que se haya reproducido por los que lo han repetido, como se ve muy a menudo en los hechos históricos. La palabra "aborrece", en la frase de San Lucas: "Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre y a su madre", viene comprendida en este caso; pues no hay nadie que haya tenido la idea de atribuirla a Jesús, y por lo tanto sería superfluo discutirla, y aún más procurar justificarla. Primero sería preciso saber si la pronunció, y en la afirmativa, saber si en el idioma en que se expresaba tenía esta palabra el mismo valor que en el nuestro. En este pasaje de San Juan: "El que "aborrece" su vida en este mundo la conserva para la vida eterna", es cierto que no expresa la idea que nosotros le atribuímos. El idioma hebreo no era rico y muchas palabras tenían diferentes significaciones. Tal es, por ejemplo, la que en el Génesis designó las fases de la creación, y que servía para expresar un período de algún tiempo y la revolución diurna; de aquí vino más tarde la palabra "dia", y la creencia de que el mundo ha sido obra de seis veces veinticuatro horas. Tal es, también, la palabra, que significa "camello" y "cable", porque los cables se hacían de pelos de camello, y fué traducida por "camello", en la alegoría de pasar por el agujero de una aguja. (Cap. XVI, Nº 2) (1).

_________ (1) "Non odit", en latín, "kai o misei" en griego, no quiere decir "aborrecer" sí no "amar menos". Lo que expresa el verbo griego "misein", el verbo hebreo, del cual debió servirse Jesús, lo dice mejor aun; no sólo no significa "aborrecer" sino "amar menos o no amar tanto como al igual de otro". En el dialecto siriaco, del cual se dice que Jesús hacía uso a menudo, esta significación es aún más clara. En este sentido se dice en el Génesis (cap. XXIX, v. 30 y 31) "Y Jacob amó también a Rachel más que a Lia, y Jehová, viendo que Lia era "aborrecida..." Es evidente que el verdadero sentido es "menos amada", y así es como debe traducirse. En muchos otros pasajes hebreos, y sobre todo siriacos, el mismo verbo se emplea en el sentido de "no amar tanto como a otro", y sería un contrasentido traductrín por "aborrecer", que tiene otra acepción bien determinada. El texto de San Mateo, borra además, esta dificultad. (Nota de M. Pezzani).



Además, es necesario tomar en cuenta las costumbres y el carácter de los pueblos, que tanto influyen en el genio particular de sus idiomas; sin este conocimiento, el sentido verdadero sobre ciertas palabras pasa desapercibido; de un idioma al otro, la misma palabra tiene más o menos energía; puede ser una injuria o una blasfemia en uno, e insignificante en el otro, según la idea que le acompaña; en un mismo idioma ciertas palabras pierden su valor después de algunos siglos; por esto una traducción rigurosamente literal no siempre expresa perfectamente el pensamiento, y, para ser exacto, es menester algunas veces emplear, no las palabras correspondientes, sino sus equivalentes o perífrasis. Estas observaciones encuentran una aplicación especial en la interpretación de las Santas Escrituras; y en particular de los Evangelios. Si no se toma en cuenta el centro en que vivía Jesús, se expone uno a engañarse sobre el valor de ciertas expresiones y de ciertas hechos, a consecuencia de comparar los otros a sí mismos. Bajo este supuesto es menester separar de la palabra "aborrecer" la acepción moderna como contraria al espíritu de la enseñanza de Jesús. (Véase también el capítulo XIV, números 5 y siguientes).



Extraído del libro “El evangelio según el espiritismo”
Allan Kardec

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