PARÁBOLA DE LOS DOS HIJOS


PARÁBOLA DE LOS DOS HIJOS






“Un hombre tenía dos hijos; se acercó al primero y le dijo: Hijo, vete atrabajar hoy a la viña. Y él respondió: Iré, señor; y no fue.  Se acercó al otro hijo y le dijo lo mismo, y este respondió: No quiero; pero más tarde tocado por el arrepentimiento fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Le contestaron: El segundo. Jesús dijo: Os aseguro que los publicanos y las prostitutas entrarán en el Reino de Dios antes que vosotros.”



(Mateo, XXI, 28-31).





Estas dos personalidades revelan perfectamente sus cualidades en sus palabras y acciones. El primer hijo, convidado por el padre a trabajar en su viña, dijo que iría, pero no fue. El segundo dijo que no iría, pero fue. El primero es la personalidad de la creencia (credo) sin obras. El segundo es el tipo de hombre inteligente que, negándose al trabajo espiritual, después de razonar y extraído sus conclusiones, transformó el no en sí, no con la palabra abstracta, la creencia, la obediencia ciega, sino por un esfuerzo intelectual y por las obras que decidió hacer, “trabajando en la viña”. Esta parábola enseña que la voluntad de Dios es que trabajemos no sólo en provecho nuestro, sino en provecho de nuestros semejantes: mientras la voluntad de Dios no es crearnos sin trabajo, es decir, ciegamente, sin obras. La creencia ciega es la creencia de los ancianos del pueblo, de los viejos rutinarios y de los sacerdotes, pues son estos a los que Jesús dice que los publicanos y las prostitutas eran superiores, tanto es así que los precederían en el Reino de los Cielos. La Parábola, en la parte en la que se refiere al hijo que dice: “iré, pero no fue”, entiende también con esos ancianos y sacerdotes que, asumiendo la tarea de guiar para la verdad, a los jóvenes y a los que les están subordinados, se mantienen en un exclusivismo condenable, apagando, hasta de las almas, alguna centella de fe que les fue donada.

En fin, el hijo que tardó, y dijo que no iría, pero fue – entiende con esos publicanos y prostitutas que se demoran, como es sabido, pero, al final, cambian de vida y se vuelven, las más de las veces, grandes obreros de la Siembra Divina. 

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