Conversando sobre Espiritismo...
Cuando nos disponemos a conversar sobre Espiritismo, una
doctrina cuya médula es el mismo ser humano, en sus aspectos físico y
espiritual, realmente estamos hablando de nosotros mismos, de nuestra vida,
como transcurre diariamente, como me siento con cada situación que se me
presenta, como la enfrento, como la resuelvo y qué debo aprender de ella. Todos
tenemos las mismas inquietudes, las mismas interrogantes sobre quienes somos,
de donde venimos v hacia donde vamos.
Todos reconocemos que la Creación es perfecta, Dios no
comete errores, por lo tanto, donde existe la situación existe también la
solución. Es a través del conocimiento, sobre todo del reconocimiento de sí
mismo, que encontramos soluciones y explicaciones que siempre acompañan las
situaciones existenciales.
En todas la épocas de la historia de la humanidad el mismo
ser humano ha ido atrayendo hacia sí mismo, por el desarrollo de su capacidad
de entender y asimilar, todos los conocimientos que aportan a su crecimiento
como ser humano y sobre todo en su esencia, como ser espiritual.
Si partimos de esa premisa, vemos que el advenimiento de
la doctrina espírita en el siglo 19 se realiza en el momento propicio para
disipar, o aclarar abiertamente muchos conceptos que hasta el momento la
consideración que se le otorgaba no permitía al hombre mayores avances en su
búsqueda de sí mismo, conocer su esencia, su relación unos con otros, su
existencia y su relación con Dios y el universo. Y sobre todo, entender que los avances en todas las áreas
de las ciencias corresponden también a la evolución del ser humano.
No desdeñamos otras muchas doctrinas, filosofías,
religiones cuyas ideas también persiguen el progreso del hombre, pero era
necesaria una doctrina que se apartara del dogma, del ritual, del fetichismo,
del sincretismo y apelara abierta y directamente a la conciencia del hombre, al
ser espiritual, para que pueda reconocerse a sí mismo con todas sus
potencialidades y ocuparse de desenvolver y desarrollar sus capacidades
latentes, esas que correctamente utilizadas, lo sostienen y lo conducen por una
trayectoria de progreso continuo, capacidades también sublimes como es la de
amar.
Como toda doctrina, el Espiritismo se sostiene sobre unos
postulados, pero de estos surge todo un engranaje de filosofía, ciencia y moral
capaz de transformar la perspectiva de vida de cualquier ser humano llevándolo
a trascender sus limitaciones, aquellas impuestas por el desconocimiento de
todo el potencial, la voluntad, que residen en él. Cada uno de estos postulados
constituyen de por sí profundos tratados, como ya dijimos, de filosofía,
ciencia y moral, que en su conjunto reúnen las enseñanzas traídas a este
planeta por el Maestro Jesús y otros profetas con el propósito de impulsar al
ser humano en su proceso evolutivo y, sin caer en los dogmas religiosos,
acercarlo cada vez más a su fuente de origen, Dios.
Estos postulados que son: la existencia de Dios,
preexistencia y supervivencia del espíritu, reencarnación y evolución
universal, comunicación entre el mundo físico y el mundo espiritual y
pluralidad de mundos habitados, componen la síntesis de una doctrina formulada
por seres, en ese momento incorpóreos, pero que asumieron el deber fraterno de
trabajar para el adelanto de la humanidad terrestre. Es así como el señor Allan
Kardec se da a la tarea de colaborar con estos hermanos de otras dimensiones para
dar forma de doctrina a toda la información recibida por método de preguntas de
parte de Kardec y respuestas de parte de ellos utilizando las facultades
mediúmnicas de muchos colaboradores que prestaron sus servicios.
Cada ser humano, al encarnar, trae consigo unas
inclinaciones, unas tendencias, unas destrezas naturales a desarrollar, que se
conjugan para que ese ser se encamine y realice el trabajo programado, de la
índole que sea ya que todo es útil en el universo para su propio progreso y a
la vez, contribuya al progreso de sus semejantes. Todos los seres humanos
tenemos esa condición, algunos la descubren y cumplen más prontamente que
otros.
Así, Allan Kardec dedicó años de su vida a poner en claro
unos conceptos que en su esencia, eran ya conocidos desde la antigüedad, pero
que necesitaban un pulimento, una ordenación metódica, profundización
científica y filosófica que lograra alcanzar tanto el intelecto como el
sentimiento del ser humano de esta época, sin dejar de ser sencilla,
inteligible y a la vez sumamente impactante a la sensibilidad humana. En su
trabajo Kardec deja espacio para que puedan ser incorporados nuevos
descubrimientos sobre las bases formuladas por él dando así al Espiritismo un
carácter de ciencia que avanza junto al hombre en su evolución.
Kardec acuña el vocablo "espiritismo" para
recoger en él unos conceptos claros dirigidos a toda persona que se interese en
conocerse a sí misma como individuo, como ente social y como componente de la
unidad cósmica. Kardec define la doctrina espírita como "la ciencia que
estudia el origen, la naturaleza y el destino del espíritu y sus relaciones con
el mundo corporal".
Para quienes no se han dado a la tarea de estudiar la obra
de Kardec -el Espiritismo- todavía tienden a confundir esta doctrina con otras
corrientes espiritualistas de prácticas proselitistas, dogmáticas, ritualistas,
sincretistas y que, a fin de cuentas, su único punto de convergencia con la
doctrina espírita sería la comunicación con los desencarnados (muertos). En el
Espiritismo esa comunicación constituye la plataforma del aspecto científico
donde comprueba la supervivencia del ser espiritual y de cuya interacción
resulta la enseñanza moral que debe transformar la vida de los encarnados.
En el Espiritismo, establecido por Kardec, no se practica,
sin que signifique que se condena, la adivinación en cualquier forma que sea,
esto es, lectura de manos, cartas, caracoles, etc. Sí se procura la
comunicación a modo de orientación en todos los aspectos tanto científico,
filosófico como moral, que sean conducentes a una mayor comprensión de
situaciones existenciales tanto de encarnados como de desencarnados, para que
puedan asumir las actitudes que nos llevan al mejoramiento, a la regeneración
de costumbres, a la limpieza y purificación de pensamientos y sentimientos
dentro del ambiente que nos ha tocado vivir.
Así pues, no digamos que somos espiritistas por el solo
hecho de ser médiums o realizar prácticas espiritualistas, si no estudiamos las
obras de Kardec y ponemos en práctica esas enseñanzas en nuestra vida diaria.
Enfáticamente lo dice Kardec: "se conoce al verdadero espiritista por su
transformación moral".
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