Parábola
de la semilla
5.
En aquel día saliendo Jesús de la casa, se sentó a la orilla del mar. - Y se
llegaron a El muchas gentes por manera que entrando en un barco se sentó, y
toda ella estaba de pie en la ribera. Y les habló muchas cosas por parábolas,
diciendo: He aquí que salió un sembrador a sembrar. - Y cuando sembraba,
algunas semillas cayeron junto al camino, y vinieron las aves del cielo y las
comieron.
Otras
cayeron en lugares pedregosos, en donde no tenían mucha tierra; y nacieron
luego porque no tenían tierra profunda. - Mas en saliendo el sol, se quemaron y
se secaron, porque no tenían raíz. Y otras cayeron sobre las espinas; y
crecieron las espinas y las ahogaron. Y otras cayeron en tierra buena; y
rendían fruto, una a ciento, otra a sesenta, y otra a treinta. El que tenga orejas
para oir, oiga. (San Mateo. cap. XIII, v. de 1 a 9). Vosotros, pues, oíd la
parábola del que siembra. Cualquiera que oye la palabra del reino, y no la
entiende, viene el malo y arrebata lo que se sembró en su corazón: éste es el
que fué sembrado junto al camino. Mas el que fué sembrado sobre las piedras,
éste es el que oye la palabra, y por el pronto la recibe con gozo. - Pero no
tiene en sí raíz, antes es de poca duración. Y cuando le sobreviene tribulación
y persecución por la palabra, luego se escandaliza. Y el que fué sembrado entre
las espinas, éste es el que oye la palabra, pero los cuidados de este siglo y
el engaño de las riquezas, ahogan la palabra, y queda infructuosa. Y el que fué
sembrando en tierra buena, éste es el que oye la palabra, y la entiende y lleva
fruto; y una lleva a ciento y otra a sesenta y otra a treinta. (San Mateo, cap.
XIII, v. de 18 a 23).
6.
La parábola de la semilla representa perfectamente los cambios que existen en
la manera de aprovecharse de las enseñanzas del Evangelio. ¡Cuántas personas
hay, en efecto, para las cuales es sólo una letra muerta, que, semejante a la
semilla que cavó en las piedras, no produce ningún fruto! Encuentra una
aplicación no menos justa en las diferentes categorías de los espiritistas.
¿Acaso no es este el emblema de aquéllos que sólo se concretan a fenómenos
materiales, y no sacan de ellos ninguna consecuencia porque sólo ven un objeto
de curiosidad? ¿De aquéllos que sólo buscan la brillantez en las comunicaciones
de los espíritus y no las toman con interés sino cuando satisfacen su
imaginación, pero que después de haberlas oido están tan fríos e indiferentes
como antes? ¿Que encuentran los consejos muy buenos y los admiran, pero los
aplican a los demás y no a ellos mismos? ¿De aquellos, en fin, para quienes
estas instrucciones son como la semilla que cayó en tierra buena y produce
frutos?
Extraído del libro “El evangelio según el espiritismo”
Allan Kardec
Allan Kardec
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