PARA  LOS  OBSESOS 4


PARA  LOS  OBSESOS 4





84. ORACIÓN. (Para el Espíritu obsesor) Dios infinitamente bueno, imploro vuestra misericordia para el Espíritu que obsesa a N... hacedle entrever las divinas claridades, a fin de que él vea el falso camino en que está empeñado. Buenos Espíritus, ayudadme a hacerle comprender que tiene todo para perder haciendo el mal y todo para ganar haciendo el bien. Espíritu que os complacéis en atormentar a N..., escuchadme porque os hablo en nombre de Dios. Si quisiereis reflexionar, comprenderéis que el mal no puede imponerse al bien, y que no podéis ser más fuerte que Dios y los buenos Espíritus. Ellos podrían haber preservado a N... de toda persecución por vuestra parte; si no lo han hecho es porque él (o ella) debía sufrir esta prueba. Pero cuando esta prueba se concluya, os quitarán toda acción sobre él; el mal que le habéis hecho, en lugar de perjudicarle, servirá para su adelantamiento y con ello será más feliz; así vuestra maldad habrá sido una pura pérdida para vos y revertirá sobre vos mismo. Dios, que es todopoderoso y los Espíritus

superiores sus delegados, que son más poderosos que vos, podrán, pues, poner término a esta obsesión cuando quieran y vuestra tenacidad se estrellará contra esa suprema autoridad. Mas, por el hecho mismo de que Dios es bueno, quiere dejaros el mérito de que ceséis por vuestra propia voluntad. Es una moratoria que se os concede; si no os aprovecháis de ella sufriréis sus deplorables consecuencias; grandes castigos y crueles sufrimientos os esperan; os veréis forzado a implorar su piedad y las oraciones de vuestra víctima, que ya os perdona y ora por vos, lo que es un gran mérito a los ojos de Dios y apresurará su liberación. Reflexionad, pues, mientras hay tiempo aún, porque la Justicia de Dios caerá sobre vos, como sobre todos los Espíritus rebeldes. Pensad que el mal que hacéis en este momento tendrá forzosamente un término, mientras que si os obstináis en vuestro endurecimiento, vuestro sufrimientos aumentarán sin cesar. Cuándo estabais en la Tierra, ¿no os hubiera parecido estúpido el sacrificar un gran bien por una pequeña satisfacción del momento? Lo mismo sucede ahora que sois Espíritu. ¿Qué ganáis con lo que hacéis? El triste placer de atormentar a alguno, lo que no os impide ser infeliz y cualquier cosa que podáis decir, os hará más infeliz aún. Al lado de eso, ved lo que perdéis; mirad a los buenos Espíritus que os rodean y ved si su suerte no es preferible a la vuestra. Participaréis de la felicidad que ellos gozan cuando lo queráis. ¿Qué es necesario para eso? Implorar a Dios y hacer el bien, en lugar de hacer el mal. Yo sé que no podéis transformaros de repente; pero Dios no pide nada imposible; lo que quiere es la buena voluntad. Probadlo, pues, y os ayudaremos. Haced que muy pronto podamos decir por vos la oración de los Espíritus arrepentidos (número 73), y no tengamos que colocaros más entre los Espíritus malos, hasta que podáis estar entre los buenos.


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