Parentesco corporal y parentesco espiritual
8. Los lazos de la sangre no establecen
necesariamente los lazos entre los espíritus. El cuerpo procede del cuerpo,
pero el espíritu no procede del espíritu, porque éste existía antes de la
formación del cuerpo; el padre no es el que crea el espíritu de su hijo, pues
no hace más que darle una envoltura corporal; pero debe procurar su desarrollo
intelectual y moral para hacerlo progresar. Los espíritus que se encarnan en
una misma familia, sobre todo entre próximos parientes, muchas veces son
espíritus simpáticos unidos por relaciones anteriores, que se manifiestan por
su afecto durante la vida terrestre; pero puede suceder también que estos
espíritus sean completamente extraños unos de otros, divididos por antipatías
igualmente anteriores, y que igualmente se traducen por su antagonismo en la
tierra para servirles de prueba. Los verdaderos lazos de la familia no son,
pues, los de la consanguinidad, sino los de la simpatía y de la comunión de
pensamientos que unen a los espíritus "antes, durante y después" de
su encarnación. De donde se sigue que dos seres de padres diferentes, pueden
ser más hermanos por el espíritu que si lo fueran por la sangre; pueden
atraerse, buscarse, gozar juntos, mientras que dos hermanos consanguíneos
pueden recházarse, como se ve todos los días; problema moral que sólo el
Espiritismo podía resolver por la pluralidad de las existencias. (Cap. IV, nº
13) Hay, pues, dos clases de familia: "las familias por lazos espirituales
y las familias por lazos corporales"; las primeras son duraderas, se
fortifican por la purificación y se perpetúan en el mundo de los espíritus
através de las diversas emigraciones del alma; las segundas son frágiles como
la materia, se extinguen con el tiempo y muchas veces se disuelven moralmente
desde la vida actual. Esto es lo que ha querido hacer comprender Jesús,
diciendo a sus discípulos: Esta es mi madre y éstos son mis hermanos, mi
familia por los lazos del espíritu, porque cualquiera que haga la voluntad de
mi Padre, que está en los cielos, este es mi hermano, mi hermana y mi madre. La
hostilidad de sus hermanos está claramente expresada en lo que relata San
Marcos, puesto que dice: Se propusieron cogerle bajo el pretexto de que estaba
"enajenado". Al anunciarle su llegada, conociendo sus sentimientos
con respecto a El, era natural que dijera, hablando de sus discípulos desde el
punto de vista espiritual: "Aquí están mis verdaderos hermanos; su madre
se encontraba con ellos, generaliza la enseñanza, lo que no implica de ninguna
manera que pretendiese que su madre según el cuerpo, no le era nada según el
espíritu, y que no tuviese por ella sino indiferencia; su conducta, en otras
circunstancias, ha probado sufícientemente lo contrario.
Extraído del libro “El evangelio según el
espiritismo”
Allan Kardec
Allan Kardec
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