PARA LOS ENFERMOS


PARA  LOS  ENFERMOS

77.               PREFACIO. Las enfermedades son parte delas pruebas y de las vicisitudes terrestres; son inherentes a la imperfección de nuestra naturaleza material y a la inferioridad del mundo en que habitamos. Las pasiones y los excesos de todas clases siembran en nosotros gérmenes malsanos, frecuentemente hereditarios. En mundos más avanzados física y moralmente, el organismo humano, más purificado y menos material, no esta sujeto a las mismas enfermedades y el cuerpo no está minado sordamente por los estragos de las pasiones. (Cap. III, número 9). Es menester, pues, resignarse a sufrir las consecuencias del centro en que nos coloca nuestra inferioridad, hasta que hayamos merecido cambiarlo. Entretanto consigamos el mérito, eso no nos debe impedir hacer lo que dependa de nosotros para mejorar nuestra posición actual; pero si a pesar de nuestros esfuerzos, podemos llegar a ello, el Espiritismo nos enseña a soportar con resignación nuestros males pasajeros.

Si Dios no hubiese querido que los sufrimientos corporales fueran disipados o aliviados en ciertos casos, no habría puesto medios curativos a nuestra disposición. Su previsora solicitud, con respecto a esto, de acuerdo con el  instinto de conservación, indica que está en nuestro deber buscarlos y aplicarlos.

Al lado de la medicación ordinaria, elaborada por la Ciencia, el Magnetismo nos hizo conocer el poder de la acción fluídica; después el Espiritismo vino a revelarnos otra fuerza en la mediumnidad curadora  y la influencia de la oración. (Véase en el cap. XXVI, información sobre la mediumnidad curativa).

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