Hacer
bien sin ostentación
1.
Mirad que no hagáis vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de
ellos: de otra manera, no tendréis galardón de vuestro Padre, que está en los
cielos. - Y así, cuando haces limosna, no hagas tocar la trompeta delante de
ti, como los hipócritas hacen en las sinagogas, y en las calles para ser
honrados de los hombres. En verdad os digo, recibieron su galardón. - "Mas
tú cuando haces limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha"; -
para que tu limosna sea en oculto, y tu Padre, que ve en lo oculto; te
premiará. (San Mateo, cap. VI, v. de 1 a 4.)
2.
Y como descendió del monte, le siguieron muchas gentes. - Y vino un leproso, y
le adoraba diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. - Y extendiendo Jesús
la mano, le tocó diciendo: Quiero. Sé
limpio. Y luego su lepra fué limpiada. - Y le dijo Jesús: "Mira que no lo
digas a nadie; mas ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece la ofrenda que mandó
Moisés, en testimonio a ellos". (San Mateo, cap. VIII, v. 1 a 4.)
3.
Hacer bien sin ostentación es un gran mérito; ocultar la mano que da es aún más
meritorio; es señal incontestable de una gran superioridad moral, porque es
menester ver las cosas de más alto que lo que se ven vulgarmente, es preciso
hacer abstracción de la vida presente e identificarse con la vida futura; en
una palabra, es menester colocarse sobre la Humanidad para renunciar a la
satisfacción que procura el testimonio de los hombres y esperar la aprobación
de Dios. El que aprecia más el sufragio de los hombres que el de Dios, prueba
que tiene más fe en los hombres que en Dios, y que la vida presente es más
apreciable para él que la vida futura; o lo que es lo mismo, que no cree en la
vida futura; si dice lo contrario, obra como si no creyese en lo que dice.
¡Cuántos hay que sólo se obligan con la esperanza de que el obligado publicará
por todas partes el bien que se le ha hecho; que a la luz del día darán una
gran cantidad y en la obscuridad no darán ni un ochavo! Por esto dijo Jesús:
"Los que hacen bien con ostentación han recibido ya la recompensa";
en efecto, el que busca su glorificación en la tierra por el bien que ha hecho,
él mismo se ha pagado; Dios ya no le debe nada; sólo le falta recibir el
castigo de su orgullo. "Que la mano izquierda no sepa lo que da la
derecha", es una figura que caracteriza admirablemente la beneficencia
modesta; pero si hay modestia real, hay también modestia aparente, el simulacro
de la modestia: hay personas que ocultan la mano que da, teniendo cuidado de
hacer que se vea un poco, mirando si alguno les ve ocultarla. ¡Indigna parodia
de las máximas de Cristo! Si los bienhechores orgullosos son despreciados entre
los hombres, ¡qué no será ante Dios! Estos también han recibido su recompensa
en la Tierra. Se les ha visto; están satisfechos de haber sido vistos; esto es
todo lo que tendrán. ¿Cuál será, pues, la recompensa de aquel que hace pagar
caros sus beneficios a la persona obligada, que le impone de cierto modo
muestras de reconocimiento y que le hace sentir su posición encomiando el
precio de los sacrificios que se impone por él? ¡Oh! para éste, ni siquiera hay
la recompensa terrestre, porque está privado de la dulce satisfacción de oir
bendecir su nombre, y este es el primer castigo de su orgullo. Las lágrimas que
enjugan en provecho de su vanidad, en vez de subir al Cielo, vuelven a caer
sobre el corazón del afligido, y lo ulceran. El bien que hace es sin provecho
para él, puesto que lo echa en cara; porque todo beneficio reprochado, es una
moneda falsa y sin valor. El beneficio sin ostentacíón tiene doble mérito,
porque además de ser una caridad material, es una caridad moral; modera la
susceptibilidad del obligado; le hace aceptar el bien sin que sufra su amor
propio y salvando su dignidad de hombre, porque habrá quien acepte un servicio
y no reciba una limosna; así, pues, convertir el servicio en limosna por el
modo como se hace, es humillar a aquel que lo recibe, y hay siempre orgullo y
maldad cuando se humílla cualquiera La verdadera caridad, por el contrarío, es
delicada e ingeniosa para disimular el beneficio, a fin de evitar hasta las
menores apariencias que hieren porque todo agravio moral aumenta el sufrimiento
que nace de la necesidad; sabe encontrar palabras dulces y afables que ponen al
obligado en buena condición en presencia de su bienhechor; mientras que la
caridad orgullosa, le confunde: Lo suprime de la verdadera generosidad, es
cuando el bienhechor cambiando de papel encuentra el medio de parecer él mismo
obligado en presencia de aquel a quien hace el servicio. Esto es lo que quieren
decir estas palabras. No sepa tu izquierda lo que hace tu derecha.
Extraído del libro “El evangelio según el
espiritismo”
Allan Kardec
Allan Kardec
He aquí como se lo enseñó a ella:
ResponderEliminarEn el nivel ocho, que es el más básico nivel de dar a los demás, un
hombre compra un abrigo a regañadientes para un hombre que
está temblando de frío y que le pidió su ayuda, el se lo entrega
frente a otras personas en espera de ser agradecido.En el nivel
siete, un hombre hace lo mismo sin que le pidan ayuda.
En el nivel seis, un hombre hace lo mismo sinceramente sin que
le pidan ayuda.En el nivel cinco, un hombre da un abrigo que ha
comprado sinceramente a otro hombre, pero lo hace en privado.
En el cuarto nivel, un hombre le da su abrigo sinceramente y en
privado a otro hombre, en lugar de comprar un abrigo.
En el tercer nivel, un hombre le da su abrigo sinceramente a otro
hombre, que no sabe quien le ha dado tal regalo. Pero el hombre
sabe a quién le hizo el favor.En el segundo nivel, un hombre le da
su abrigo sinceramente a otro hombre y no tiene idea de quien lo
recibió. Pero el hombre que lo recibe sabe quien se lo dio.
Y finalmente, en el primero y más puro nivel de dar a los demás,
un hombre le da su abrigo sinceramente a otro hombre, y no tiene
idea de quien lo recibió y el que lo recibe no sabe quien le ha dado
tal regalo.
Entonces el dar se convierte en una expresión natural de la bondad
que existe en nosotros, y damos con la misma sencillez que una
flor emite su perfume.
“En ese momento,” explica Remen, “era importante para mi ser
buena y hacer bien las cosas, y escuché esta descripción con
mucha atención: ‘Yo solo lo voy a hacer bien Abuelo, ‘le aseguré.
El comenzó a reírse. ‘Ah, Neshume-le,’ — pequeña alma amada —
me dijo tiernamente, ‘Aquí tenemos algo especial.