PARA LAS PERSONAS QUE SE HAN AMADO


PARA LAS PERSONAS QUE SE HAN AMADO

 

62. PREFACIO. Qué espantosa es la idea de la

nada. Qué dignos son de compasión los que creen que

la voz del amigo que llora a su amigo se pierde en el

vacío y no encuentra ningún eco que le responda. Jamás

conocerán las puras y santas afecciones los que

piensan que todo muere con el cuerpo; que el genio

que ha iluminado el mundo con su vasta inteligencia

es un juego de la materia que se extingue para siempre

como un soplo; que del más querido ser, de un padre,

de una madre o de un hijo adorado, sólo queda un

poco de polvo que el tiempo disipa para siempre.

¿Cómo un hombre de corazón puede permanecer

tranquilo con este pensamiento? ¿Cómo la idea de un

aniquilamiento absoluto no le hiela de espanto y no le

hace al menos desear que no sea así? Si hasta ese día

su razón no le bastó para salir de dudas, he aquí que el

Espiritismo viene a disipar toda incertidumbre sobre el

futuro por las pruebas materiales que da de la

sobrevivencia del alma y de la existencia de los seres

de ultratumba. Así es que por todas partes son acogidas

estas pruebas con alegría, y renace la confianza porque

el hombre sabe de aquí en adelante que la vida terrestre

sólo es un corto pasaje que conduce a una vida mejor,

que sus trabajos en este mundo no se pierden para él,

y que los afectos más santos no se rompen para

siempre.

 

63. ORACIÓN. Dignaos, ¡oh Dios!, acoger

favorablemente la oración que os dirijo por el Espíritu

de N... hacedle entrever vuestras divinas luces y que le

sea más fácil el camino de la felicidad eterna. Permitid

que los buenos Espíritus le lleven mis palabras y mi

pensamiento.

Tú que me eras querido en este mundo, oye mi

voz que te llama para darte un nuevo testimonio de mi

afecto. Dios permitió que fueses liberado primero; no

podría quejarme de ello sin egoísmo, porque sería estar

afligido por no tener más para ti las penas y los

sufrimientos de la vida. Espero, pues, con resignación

el momento de nuestra reunión en el mundo más feliz

en que me has precedido.

Yo sé que nuestra separación es momentánea y

que por larga que pudiera parecerme, su duración se

borra ante la eterna felicidad que Dios promete a sus

elegidos. Que su bondad me preserve de hacer nada

que pueda retardar este instante deseado, y que me

ahorre de este modo el dolor de no volverte a encontrar

al salir de mi cautiverio terrestre.

¡Oh! ¡Qué dulce y consoladora es la certeza de

que sólo hay entre nosotros un velo material que te

oculta de mi vista! Que puedas estar aquí, a mi lado,

verme y oírme como otras veces y aún mejor que antes;

que no me olvidarás como yo tampoco no te olvidaré;

que nuestros pensamientos no cesen de confundirse,

y que el tuyo me siga y me sustente siempre.

Que la paz del Señor sea contigo.

 

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