Pecado de pensamiento. Adulterio
5. Oísteis que fué dicho a los antiguos: No
adulterarás. - Pues yo os digo
que todo aquél que pusiere los ojos en una mujer para
codiciarla, ya cometió
adulterio en su corazón con ella. (San Mateo, cap. V,
v. 27 y 28).
6. La palabra adulterio no debe entenderse aquí
en el sentido exclusivo de su
propia acepción, sino en un sentido más general; Jesús
la empleó muy a menudo por
extensión para designar el mal, el pecado y cualquier
mal pensamiento, como por
ejemplo en este pasaje: "Y quien se afrentare
de mí y de mis palabras en medio de
esta generación "adúltera y pecadora"; el
Hijo del hombre también se afrentará
de él cuando viniere en la gloria de su Padre,
acompañado de los santos ángeles".
(San Lucas, cap. XI, v. de 37 a 40).
La verdadera pureza no está sólo en los actos, también
está en el pensamiento,
porque el que tiene el corazón puro, tampoco piensa en
el mal; esto es lo que quiso
decir Jesús. Condena el pecado hasta de pensamiento
porque es una señal de impureza.
7. Ese principio, naturalmente nos conduce a esta
cuestión: "¿Sufre uno las
consecuencias de un mal pensamiento que no se ha
ejecutado?"
Debemos hacer una distinción importante. A medida que
el alma, que está en el
camino del mal, adelanta en la vida espiritual, se
instruye y se despoja poco a poco de
sus imperfecciones, según su mayor o menor voluntad,
en virtud de su libre albedrío.
Todo mal pensamiento, es, pues, resultado de la
imperfección del alma, pero según el
deseo que ha concebido de puríficarse, ese mal pensamiento
viene a ser aún para ella
una ocasión de adelantamiento, porque lo rechaza con
energía; ese indicio de una
mancha que se esfuerza en borrar, si se presenta la
ocasión de satisfacer un mal deseo,
no cederá, y después que haya resistido, se sentirá
más fuerte y alegre por su victoria.
La que, por el contrario, no ha tenido buenas
resoluciones, busca la ocasión, y si
no llega a cumplir el acto malo, no es por voluntad,
sino porque le ha faltado ocasión, y
de este modo, es tan culpable como si lo cometiera.
En resumen: en la persona que ni siquiera concibe el
pensamiento del mal, el
progreso se ha cumplido; en la que tiene este
pensamiento, pero que lo rechaza, el
progreso está en camino de cumplirse; en aquella, en
fin, que tiene ese pensamiento y se
complace en el mal, está en todo su vigor; en la una
está hecho el trabajo, en la otra está
por hacer; Dios, que es justo, toma en cuenta todos
esos matices en la responsabilidad
de los actos y de los pensamientos del hombre.
Extraído del libro “El evangelio según el espiritismo”
Allan Kardec
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