Advenimiento del Espíritu de Verdad 2
6. Vengo a enseñar y a consolar a los pobres
desheredados; vengo a decirles que
eleven su resignación al nivel de sus pruebas; que
lloren, porque el dolor fué consagrado
en el Huerto de los Olivos; pero que esperen, porque
los ángeles consoladores vendrán
también a enjugar las lágrimas.
Trabajadores, trazad vuestro surco; por la mañana
continuad el trabajo rudo de
la víspera; el trabajo de
vuestras manos proporciona el pan terrestre a vuestro
cuerpo, pero vuestras almas no
están olvidadas: y yo, el divino jardinero, las
cultivo en el silencio de vuestros
pensamientos. Cuando haya sonado la hora del descanso,
cuando el estambre se escape
de vuestras manos y cuando vuestros ojos se cierren a
la luz, sentiréis brotar y germinar
en vosotros mi preciosa semilla. Nada se pierde en el
reino de mi Padre, y vuestros
sudores y vuestras miserias forman el tesoro que debe
haceros ricos en las esferas
superiores, en donde la luz reemplaza a las tinieblas
y en donde el más desnudo de
vosotros puede que sea el más radiante de luz.
En verdad os digo, que los que llevan su carga y
socorren a sus hermanos, son
mis muy amados: instruíos en la preciosa doctrina que
disipa el error de las revoluciones
y que os enseña el objeto sublime de la prueba humana.
Así como el viento barre el
polvo, que el soplo de los espíritus disipe los celos
contra los ricos del mundo, que a
menudo son muy miserables, porque sus pruebas son más
peligrosas que las vuestras.
Estoy con vosotros, y mi apóstol os enseña. Bebed en
el manantial vivo del amor, y
preparaos, cautivos de la vida, a lanzaros un día
libres y alegres en el seno del que os ha
creado débiles para haceros perfectibles, y quiere que
vosotros mismos modeléis vuestra
blanda arcilla a fin de que seáis los artífices de
vuestra inmortalidad. (El Espíritu de
Verdad. París, 1861.)
Extraído del libro “El evangelio según el espiritismo”
Allan Kardec
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