PARA UN AGONIZANTE
57. PREFACIO. La agonía es el preludio de la
separación del alma y del cuerpo, se puede
decir que
en este momento el hombre sólo tiene un
pie en este
mundo y el otro fuera de él. Este tránsito
es algunas
veces penoso para los que están muy
ligados a la
materia y han vivido más para los bienes
de este mundo
que para los del otro, o cuya conciencia
está agitada
por los pesares y remordimientos; en
aquellos, por el
contrario, cuyos pensamientos se han
elevado al
infinito y están desprendidos de la
materia, los lazos
son menos difíciles de romper y los
últimos momentos
nada tienen de doloroso; el alma,
entonces, sólo se
une al cuerpo por un hilo, mientras que en
la otra
posición está unida a él por profundas
raíces; en todos
los casos la oración ejerce una acción
poderosa sobre
el trabajo de la separación. (Véase
adelante: Oraciones
para los enfermos; El Cielo y el
Infierno, Segunda Parte,
cap. I, El Tránsito).
58. ORACIÓN. Dios poderoso y misericordioso,
he aquí un alma que deja su envoltura
terrestre
para volver al mundo de los Espíritus, su
verdadera
patria; que pueda entrar allí en paz y que
vuestra
misericordia se extienda sobre ella.
Buenos Espíritus, que la acompañasteis en
la
Tierra, no la abandonéis en este momento
supremo;
dadle fuerza para soportar los últimos
sufrimientos que
debe padecer en este mundo para su
adelantamiento
futuro; inspiradle para que ella consagre
al
arrepentimiento de sus faltas los últimos
destellos de
inteligencia que le restan o que pueden
volverle
momentáneamente.
Dirigid mi pensamiento a fin de que su
acción
haga menos penosa la separación, y que
lleve en su
alma, en el momento de dejar la Tierra,
los consuelos
de la esperanza.
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