La ley de progreso
Según la Teología, el hombre fue creado justo, puro y feliz, y así podría haberse mantenido por toda la eternidad. Habiendo sido tentado, sin embargo, por satanás, desobedeció al Creador, sufriendo, en consecuencia de ese grave pecado, “la privación de la gracia, la pérdida del paraíso, la ignorancia, la inclinación al mal, la muerte y toda suerte de miserias del cuerpo y del alma”. En otras palabras, eso quiere decir que el género humano había surgido en la Tierra perfecto, o casi, pero después se degradó.
Existe hasta quien opina que se viene volviendo cada vez peor. La Doctrina Espírita, por el contrario, afirma que el progreso es una ley natural, cuya acción se hace sentir en todo el Universo, no siendo admisible, por consiguiente, que el hombre pueda frustrarla o contraponérsele. En efecto, impulsado por ella, lejos de haber “decaído”, “el rey de la creación” fue perdiendo, a lo largo de los siglos, la ferocidad del troglodita, la anormalidad del bárbaro, la ignorancia del salvaje, en un desarrollo intelecto-moral lento, pero seguro e ininterrumpido, he aquí que, “imagen y semejanza de Dios”, está predestinado a adquirir todos los conocimientos de la Sabiduría y todas las virtudes de la Santidad.
Está claro que el hombre aún se encuentra bastante lejos de esa perfección, pero quien conozca un poco la historia de la civilización, no puede dejar de reconocer el enorme avance, no sólo en la técnica, sino en las costumbres, que consiguió realizar. Sí, es verdad, que su progreso moral se halla muy atrás del fabuloso progreso intelectual al que llegó, y de ahí el por qué prevalece, en nuestros días, una ciencia sin conciencia, valiéndose, no pocos, de sus adquisiciones culturales, sólo para la práctica del mal. Los funestos resultados del mal empleo de su inteligencia recaerán, no obstante, fatalmente, sobre sí mismo, arrancándole “sangre, sudor y lágrimas” en abundancia, hasta que, trabajando por el Dolor, ganará experiencia, aprendiendo entonces a equilibrar las fuerzas de la mente y del corazón, como le convenga, para que su marcha ascensional se efectúe sin caídas ni desvíos.
Es verdad, también, que el egoísmo y el orgullo, inspiradores de muchas de las leyes perversas en vigencia en este mundo, favoreciendo a los poderosos en perjuicio de los débiles, pueden retardar, como efectivamente han retardado, la prosperidad y el bienestar comunes. Es que la Providencia, para darle al hombre el mérito de elevarse por el propio esfuerzo y libre iniciativa, siempre le concede moratoria para que corrija y perfeccione sus instituciones, mirando aquél objetivo.
De vez en cuando, entretanto, agotadas las medidas de espera, las sacude violentamente, destruyendo privilegios odiosos, preconceptos estúpidos y gobiernos opresores, dando oportunidad a que, aunque en contra de los reaccionarios y de los retrógrados, el progreso se haga y la conducta humana se armonice, gradualmente, con la Ley Divina, que no quiere otra cosa, sino que los bienes terrenos sean repartidos equitativamente por cuantos hayan concurrido a producirlos, y que la Paz, basada en la Justicia, sea una bendición para felicitar a todas las razas y naciones.
Algunos filósofos argumentan que la civilización sólo sirve para aumentar la ambición, estimular la vanidad, multiplicar los vicios, complicar y dificultar la vida, etc., y que sería mejor para el hombre que él ¡ volviese al estado primitivo, de ignorancia e irresponsabilidad. Si tales pensadores tuviesen la razón, y el gozo fuese inversamente proporcional al grado evolutivo de las criaturas, nos convendría retroceder, no sólo a la semi-inconsciencia del bruto, sino a la condición de meros gusanos…
El absurdo de semejante concepción es evidente, ¿no creen? Antes de condenar a la civilización, urge que cada uno de nosotros ofrezca su contribución personal para que ella se depure; y, en vez de intentar obstaculizar la fuerza del progreso, acompañémoslo, porque, resistirse a él, es correr el riesgo de ser vencido.
(Cap. VIII, preg. 776 y siguientes. Libro de los Espíritus)
Rodolfo Calligaris
Extraído del libro “Las leyes morales”
Extraído del libro “Las leyes morales”
Ley del Progreso
Emitido en directo el 15 sept. 2018
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