2 DIÁLOGO DE JESÚS CON NICODEMO


DIÁLOGO DE JESÚS CON NICODEMO 


Necesitaba, ante todo, salir de ese reinado, dejar esa obediencia, dejar a un lado todos esos dogmas, todos esos sacramentos, todos esos cultos, todas esas falsas enseñanzas, y volverse ignorante como una criatura que nace de nuevo.  Así como una criatura nace en este mundo, habiendo venido de otro y nada recuerda de ese otro mundo de donde vino, así también el hombre debe dejar aquella religión arcaica, en la cual vive sin conocer la verdad y sin tener consuelo de ninguna especie, para después aprender lo que Cristo Jesús está enseñando. En otras palabras: poner de lado todo espíritu preconcebido, todo orgullo de saber, todo egoísmo de virtudes, toda presunción de estar en la posesión de la verdad; porque el “camello” no puede entrar tan cargado en el Reino de los Cielos. Añade también otra circunstancia: nadie puede cargar dos pesos; aunque la doctrina de Jesús sea leve, el “camello” sobrecargado y casi sin poder andar con tanta carga, no la soportará; así como no se pueden imponer a quien quiera que sea dos yugos. El buey, que ya lleva un yugo al cuello que le molesta mucho, que sangra y encallece, no admitirá otro yugo más, aunque sea leve como la palabra del Maestro, pues en última hipótesis, él no sabrá cual es el yugo que le pesa; por eso, así como el camello necesita aligerar una carga, para tomar otro fardo; así como el buey necesita liberarse del yugo que lo oprime, para engancharse a otro yugo, así también el hombre necesita lanzar lejos de sí todas las creencias antiguas que le pesan en la conciencia y le oprimen el alma, para recibir la Religión amorosa de Jesús, que, como dijo el Maestro, no pesa, es suave y agradable de llevar. Es este el primer nacimiento que Jesús proclamó, como condición de Salvación para todas las criaturas humanas, y especialmente para los sacerdotes de todas las religiones humanas, incluso porque Jesús hablaba en aquella ocasión a un religioso que era sacerdote y principal representante de religiosos y sacerdotes de esas religiones. *

Por lo que se desprende de la nueva pregunta de Nicodemo a Jesús, ya se puede concluir: él, no le convidó a nacer de nuevo de esta forma – abandonar su secta, sus dogmas, sus cultos, sus honras, sus vanidades, sus preconceptos – fingió no entender la palabra, la orden expresa del Redentor del Mundo. Y entonces muy admirado por haber proferido el Maestro tal sentencia, preguntó: “¿Cómo puede un hombre nacer, siendo viejo? ¿Puede, por ventura, entrar nuevamente en el vientre materno y renacer?” A lo que Jesús le respondió: “En verdad, en verdad te digo que si alguien no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios; lo que es nacido de la carne es carne; lo que es nacido del Espíritu es Espíritu. No te maravilles que te diga: es necesario volver a nacer de nuevo.” Por este trecho vemos, bien claro, que las condiciones de salvación impuestas por Jesús son dos: “nacer del agua y nacer del Espíritu”. Vamos a analizar la primera proposición: “nacer del agua”. ¿Qué pretende el Maestro decir con esto: “nacer del agua”? No puede ser otra cosa sino: nacer en este mundo, con un cuerpo carnal; pues todos los cuerpos orgánicos e inorgánicos son, en último análisis, productos del agua. Sin agua en nuestro mundo no habría nacimiento, crecimiento y vida. Todo nace del agua, todo vive del agua; los peces en los mares, en los lagos y en los ríos, ¿de dónde vienen? Del agua. Los animales en los campos y en los bosques, ¿de dónde vienen, sino del agua? Los pájaros que deambulan por la Tierra y vuelan por los aires, ¿no es del agua de donde vienen? ¡Hasta las hierbas nacen del agua! Plantad una simiente o un tallo, un trasplante, dejadlos sin agua y ellos no nacerán. Sacad a los peces del agua y ellos morirán. Los animales de los campos, de los bosques; las aves de tierra y los pájaros que vuelan; los hombres de las montañas y de  las ciudades, todos ellos, sin agua, no nacerían, no crecerían, no vivirían porque el agua es condición de vida para los cuerpos, y hasta nuestro propio cuerpo contiene tres cuartas partes de agua, con la cual se alimenta, vive, crece y se nutre. Agua por dentro, agua por fuera; y hasta el propio niño en el vientre materno no dispensa el agua que lo envuelve y le da vida. Es del agua de donde viene todo; por tanto, “nacer del agua” no quiere decir otra cosa, sino nacer en este mundo con cuerpo de la naturaleza que es peculiar al género humano. ¡Notad! El trecho del Evangelio es bien claro: “nacer del agua”. Explicación más clara que esta, ni incluso el agua, por más limpia y cristalina que sea. No es necesario pedir prestado el dogma del bautismo de las Iglesias, parea explicar una cosa que el propio Evangelio, que es la Palabra de Jesús, enseña y explica con toda claridad. Aquellos que vienen a este mundo y quedan convencidos de esas creencias irrisorias, creencias que no enseñan nada, que nada explican, y que, teniendo empañados los ojos por esos cultos y sacramentos sacerdotales hasta el punto de creer sólo en esta vida; son incrédulos completamente de la Vida Eterna, de la Vida del Espíritu, de la Vida del Espacio, de la Inmortalidad, como ocurrió con Nicodemo, que no comprendía la Palabra del Maestro; sólo podrán salvarse y entrar en el Reino de Dios muriendo, para verse cara a cara con la Vida Eterna, la Inmortalidad, y después volver a este mundo, “naciendo del agua con un cuerpo de carne”, haciéndose criaturas para entonces, sin preconceptos, sin vanidades, sin orgullo, estudiar la doctrina de Jesús y recibir esa llave con la cual se abre la puerta del Reino del Cielo. Vamos a pasar ahora a la segunda condición de salvación: “nacer del Espíritu”. Como quedó explicado anteriormente, según dijo Jesús, hay necesidad de nacer del agua, para entrar en el Reino de Dios, es decir, es necesario entrar en la vida material, en la vida carnal, justamente en esta vida en la que vivimos con un cuerpo de carne.

Extraído del libro
https://espiritismo.es/Descargas/libros/Parabolas_de_Jesus.pdf

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