Amelia Gabriela Boudet
En esta publicación del
anuario, que hace referencia, principalmente, al trabajo de la mujer dentro de
los valores de la Doctrina Espírita, no podríamos dejar de mencionar a Amelia
Gabriela Boudet, esposa de Allan Kardec (Hipólito León Denizard Rivail). Una
mujer que tuvo una presencia fundamental en la codificación del Espiritismo.
Amelia era
conocida en su época como Madame Rivail. Nació en Thiais, Sena, el 23 de
noviembre de 1795, hija de Julián Luis Boudet, propietario y antiguo notario, y
de Julia Seat de Lacommbe. Después de cursar la primaria, se mudó con la
familia a
París,
continuando sus estudios en la Escuela Normal, donde se graduó como profesora
de primaria. Profesora de Letras y Bellas Artes, culta e inteligente,
demostrando mucha vivacidad e interés por los estudios desde la infancia, fue
autora de tres obras: Cuentos
primaverales, 1825, Nociones de
diseño, 1826, y Lo esencial en Bellas
Artes, 1828.
El 5 de febrero de 1832, se
casó con Allan Kardec. Nueve años más joven que Amelia, pero, Kardec en ningún
momento se preocupó por esa diferencia, que en ella pasaba desapercibida,
debido a su jovialidad física y espiritual. Asociándose al esposo, Amelia se
dedicó también a apoyarlo en el trabajo desarrollado en el Instituto técnico,
fundado por Kardec poco después de concluir sus estudios con Pestalozzi, en
Iverdum. Es importante observar que fue a partir de 1833 cuando se instituyó en
Francia la enseñanza primaria, por fuerza de la Ley Guizot. En el año 1835, Amelia
y Kardec, ante serias dificultades, fueron obligados a cerrar las actividades
del Instituto Técnico. Mientras Kardec trabajaba como contable para diversas
empresas comerciales, Amelia se dedicaba, durante el día, a la preparación de
los cursos gratuitos que comenzaron a dar –de 1835 a 1840– en su propia
residencia, por falta de recursos para implantarlos en otro local. Apoyando a
Kardec en los proyectos que emprendía, Amalia colaboró para que su obra
pedagógica ganase volumen y calidad, siendo adoptada por la Universidad de
Francia, reproduciéndose en decenas de ediciones. Con ese trabajo, fue posible
que el matrimonio alcanzase una posición económica satisfactoria, dando
respaldo a Kardec para iniciar, en 1855, una investigación sobre los fenómenos
sobrenaturales de las mesas giratorias, que fueron en la época, una verdadera
novedad continental.
Después del lanzamiento de El
libro de los Espíritus, el 18 de abril de 1857, Kardec fundó la Sociedad parisiense de estudios espíritas
con sede en su residencia. Envuelto en tramas de injurias y calumnias, Kardec
enfrentó todos los obstáculos contando siempre con el apoyo de Amelia,
comprensiva y tierna con él, segura de la inmensa grandeza y responsabilidad
que representaba el trabajo del marido.
El día 31 de marzo de 1869,
cuando Kardec, a los 64 años, partía hacia el mundo espiritual, Amelia fue
capaz de mantener la serenidad y la dignidad, que se esperaba de ella. Ante una
multitud de más de mil personas, en el día de los funerales de su esposo, se
mantuvo serenamente contemplativa, observando con respeto y admiración las
palabras de aquellos que se despedían de él.
Compareciendo a todas las
reuniones donde era invitada, después de la desencarnación de Kardec, Amalia
continuó presidiendo la sesión realizada anualmente en el Día de los Muertos,
durante el cual varios oradores transmitían enseñanzas sobre la desencarnación
y la vida espiritual.
Tomando para sí las
responsabilidades del esposo desencarnado, se empeñó, junto a los fieles
discípulos de Kardec, en crear, según los planes del Codificador, la Sociedad Anónima del Espiritismo, entidad
que llevó adelante la divulgación doctrinaria, la administración de la Revista Espírita y de la librería.
En 1871, P. G. Leymarie, médium y colaborador
incansable, asumió esas tareas, ante la necesidad de reposo que su avanzada
edad exigía de Amelia. El 18 de octubre de 1873, la razón social de la entidad
fue cambiada a Sociedad para la
continuación de las Obras Espíritas de Allan Kardec, atendiendo a las
sugestiones de aquellos que entendían que así se caracterizaba mejor el
objetivo propuesto inicialmente.
Hasta el final de su vida,
Amelia atendía en particular a aquellos que recurrían a ella en busca de una
palabra de consuelo y esclarecimiento. El 21 de enero de 1883, a las cinco
horas de la madrugada, aún lúcida y amable, a los 87 años de edad, Amelia
regresó a la patria espiritual. Sin contar con herederos directos, pues Amelia
y Kardec no tuvieron hijos, los bienes de la pareja fueron destinados, en
testamento, a la Sociedad para la
continuación de las Obras Espíritas de Allan Kardec. No obstante el empeño
de una parienta, y de sus hijos, en el intento de anular su voluntad, nada
consiguieron, en virtud de la decisión de la justicia, que consideró soberana
la decisión de Amelia, destinando a dicha entidad el patrimonio acumulado en
esa existencia.
El día en que fue sepultada,
junto al dolmen de Allan Kardec, en el cementerio Père–Lachaise, a doce
kilómetros de su residencia, durante la ceremonia sencilla y natural, Leymarie
habló de improviso, recordando el gran valor de Amalia, afirmando que las
ediciones El libro de los Espíritus y la Revista Espírita, se
debieron, en gran parte, a su esfuerzo personal, insistencia y perseverancia.
Es cierto que el encuentro de Amelia con Allan Kardec se debió a un compromiso
asumido en la espiritualidad, en función de la grandiosa misión que les
correspondería emprender a ambos. Ese encuentro de almas fue la alianza bendita
que reforzó en ambos la disposición y la fe para sobrepujar los innumerables
obstáculos, sirviendo, para la posteridad, como ejemplo de firmeza,
determinación, lealtad y amor.
Extraído del libro:
https://espiritismo.es/Descargas/libros/anuarios/Anuario2016.pdf
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