LOS DOS TESTAMENTOS Y LA DEROGACIÓN DE LA LEY  


LOS DOS TESTAMENTOS Y LA DEROGACIÓN DE LA LEY





“No penséis que he venido a derogar la ley y los profetas; no he venido a derogarla, sino a darle cumplimiento. Porque os aseguro que, mientras no pasen el cielo y la tierra, ni un punto ni una coma desaparecerán de la ley hasta que todo se cumpla.”



(Mateo, V, 17-18).





Así como no existen dos “leyes” en vigor, una en oposición a la otra, tampoco existen dos “Testamentos” en validez, ambos contradiciéndose, defraudándose y aniquilándose. Existe la Ley, existen los profetas; existieron los Profetas y existieron la Ley y los Profetas. Jesús no vino a derogar la Ley y los Profetas, sino a cumplirla; recordar el cumplimiento de la Ley, trabajar por el cumplimiento de la Ley, enseñar el cumplimiento de la Ley, imponer el cumplimiento de la Ley. Jesús es la Luz del Mundo: esa luz ilumina la Ley, la distingue de lo que no es Ley, orientando a todas las almas de un modo racional, inteligible, para cumplir la Ley, obedecer la Ley, practicar las ordenanzas de la Ley. Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida: siendo su principal misión cumplir la Ley, la Ley debe, forzosamente, limitarse, circunscribirse al Camino que Él personificó, a la Verdad de la que Él fue el paradigma, a la Vida de la que dio el más vivo ejemplo. La Ley está íntimamente unida a la incomparable personalidad de Jesús. Lo que a Jesús no se une, no se adapta, no se ajusta, no es Ley; no es, por tanto, Camino, no es Verdad, no es Luz, no es Vida: es desvío, es falsedad, es muerte y tiniebla.  “Porque os aseguro que, mientras no pasen el cielo y la tierra, ni un punto ni una coma desaparecerán de la ley hasta que todo se cumpla.”

La Ley es eterna, es de todos los tiempos, de todos los pueblos; y su propósito es hacer felices a los hombres uniéndolos por el mismo ideal a Dios. El ideal es el Amor. “El Amor a Dios y al prójimo es la síntesis, el resumen de toda la Ley y los Profetas.” Todo lo que inspira desamor a Dios y al prójimo, no es Ley, ni proviene de la Ley y de los Profetas; todo lo que divide, desune, desarmoniza a la familia humana, está fuera de la Ley; todo lo que impide la libertad, el libre examen, la comprensión, no está comprendido en la Ley. La Ley fue dada por intermedio de Moisés, pero la gracia y la verdad de la comprensión de la Ley fue dada por Jesucristo; Él es la Luz y la Verdad. La Ley no es de Moisés; si así fuese, pasaría con Moisés, como la ley de Moisés del diente por diente, ojo por ojo pasó, para no volver más; no sólo desaparecieron de ella el punto y la coma, sino también todo el valor, toda la potencia, todos los caracteres.  Para que la Ley se cumpla, es necesario que desaparezcan todos los opresores que, constituyéndose guardias de la Ley, no la practican, sino que la corrompen. Para que la Ley se cumpla, es necesario que el Viejo Testamento lo pongamos al margen, porque “En verdad, ningún otro fundamento puede ser puesto entre el cielo y la Tierra sino Jesucristo.”  El mayor de los Profetas anuncia al Mayor de los Enviados; el Mayor Enviado exalta el ministerio de los Profetas, adscrito a la Ley resumida en el amor a Dios y al prójimo. Los sacerdotes fueron puestos al margen, como infractores de la Ley; las iglesias de piedra están fuera de la Ley: de ellas no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada. (Lucas, XXI, 6). Los sacerdotes tienen una ley que no es la Ley, así como los científicos y los políticos tienen una ley, que no es la Ley; sus iglesias, sus academias, sus palacios tienen sus mandamientos, pero estos mandamientos no forman la Ley de Dios, son mandamientos y ordenanzas que están fuera de la Ley: han pasado, están pasando y pasarán para desaparecer para siempre.

No puede haber dos Testamentos, no puede haber dos leyes de Dios: hay un solo Dios, un sólo bautismo, una sola fe, una única verdad. La ley de las sinagogas, de los templos, del monte, fue derogada por Cristo: “Es llegada la hora, y ahora es cuando no adoraréis a Dios en Jerusalén, ni en el Monte Garizin, sino en espíritu y verdad, porque son estos los que el Padre quiere como sus adoradores.” (Juan, IV, 21-24). La ley de las iglesias no forma parte integrante de la Ley, ella es la misma de las sinagogas, de los templos, de los montes; la ley de las iglesias fue denunciada como infracción de la Ley, por Jesucristo.  La Ley no pasará, ni un punto ni una coma dejará de cumplirse. El Espiritismo repite las palabras de Jesús: “No penséis que vine a derogar la Ley y los Profetas, no vine a derogarlas, sino a darles cumplimiento.” 







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