Perdona nuestras deudas


“Perdona nuestras deudas, así como nosotros

perdonamos a nuestros deudores”

 

La influencia trascendental del perdón puede ser valorada por un hecho

aparentemente simple: el de su inclusión por parte de Jesús, en uno de los más

importantes documentos del Evangelio, como tal lo es, “El Padre Nuestro.”

Suponemos que bastaría con esto para que no quedasen dudas en cuanto a

su valor, sobre todo, en cuando la necesidad de su práctica y de su cultivo

sincero.

Innumerables veces, hace el Maestro referencia al perdón, destacándolo

como a un valioso e indispensable imperativo para la evolución humana.

Indagado por Pedro sobre si “tuviese que perdonar siete veces”, le

responde que debía perdonar “setenta veces siete”, lo que equivale a decir:

perdonar indefinidamente. Tantas veces cuantas fueran necesarias.

No tenía Jesús, evidentemente, la intención de fijar en cuatrocientas

noventa veces, el límite para realizar su ejercicio.

Sería absurdo creer en lo indisculpable de la ofensa número cuatrocientos

noventa y uno…

Lo que el Maestro nos quiso decir fue eso: “perdonar todas las veces que

seamos ofendidos”

Diez o veinte, cien o quinientas, mil o diez mil, billones o billones de

billones…

Perdonar indefinidamente.

Cualquier persona de mediana comprensión, entenderá esto.

Cuando el mismo Pedro, olvidando el consejo del Cristo, cortó la oreja al

siervo del Sumo Sacerdote, en el Getsemaní, renovó él su enseñanza sobre le

perdón ordenando: “Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que tomen

espada, a espada perecerán”

En esa ocasión, como se ve, no se limitó a enseñar el perdón, explicó

también las consecuencias, según la Ley de Causas y Efectos, según la

Reencarnación.

Cuando enseñaba el “Padre Nuestro”, a los discípulos les acentuaba: “Si,

por lo tanto, no perdonaras a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará

las ofensas”

Del “Padre Nuestro”, sólo explicó Jesús el párrafo referido al perdón, lo

cual es bien significativo en cuanto a su valor e importancia.

En otras expresivas demostraciones sin palabras, lo ejercitó a lo largo de

su ministerio en manera amplia, completa, integral, culminando con aquel:

“Padre, perdónalos pues no saben lo que hacen”, en la intercesión en favor de

sus verdugos, en el momento de la cruz.

Al incluirlo en el “Padre Nuestro”, quiso Jesús hacer un legado,

permanente y definitivo a la Humanidad.

Siendo la “oración modelo”, que abarca alabanza, ruego y

reconocimiento, todas las corrientes del Cristianismo necesitan de adoptarla.

Lo que significa, decir; diariamente, aquí o en otro lugar, sería ella recitada por

toda la humanidad terrestre.

MARTINS PERALVA

1 comentario:

  1. La acción de perdonar conlleva la existencia de las siguientes situaciones o hechos:
    Existencia de una ofensa de cualquier tipo;
    Conocimiento de la ofensa por el ofendido, por la "confesión" del propio ofensor o por otros medios;
    El perjudicado por la ofensa se siente ofendido;
    Se modifica la actitud del ofendido hacia el ofensor (resentimiento, situación de enfado);
    (eventualmente) conocimiento por el ofensor de la afectación de las relaciones entre ofensor y ofendido;
    (eventualmente) el ofensor siente y/o manifiesta su vergüenza y/o arrepentimiento;
    (eventualmente) el ofensor reconoce su error y culpa y/o solicita el perdón y/o da una satisfacción al ofendido para hacerse merecedor del perdón;quien pide perdón reconoce ante sí mismo su propio error y culpa, vence su orgullo y se humilla ante el ofendido, solicitándole la gracia del perdón (lo que puede afectar a la autoestima); se arriesga a haber reconocido la culpa o responsabilidad para eventualmente no recibir el perdón solicitado.
    El ofendido decide perdonar al ofensor, y, (eventualmente) se lo comunica expresa o tácitamente.

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