ESTUDIEMOS EL EVANGELIO
El perfeccionamiento del raciocinio en la Tierra, es la base de la
evolución de que los pueblos se enorgullecen.
La escuela, definida como un centro avivador del intelecto, desde el
alfabeto hasta la especialización académica, es el centro de la cultura.
Especulaciones religiosas, realizaciones científicas, preceptos
filosóficos y
experiencias artísticas le deben sus fundamentos.
Todo lo que brilla, en las construcciones de la inteligencia es fruto
del
estudio.
Colón fue quién descubrió América; entretanto, no alcanzó su propio
destino sin las anotaciones de Perestrello.
Newton enunció las Leyes de la Atracción Universal, inspirado en los
principios de Kepler.
Helen Keller, cuya selecta alma adquirió el respeto de la Humanidad,
no venció las sombras que la envolvían el campo de los sentidos sin el
concurso de la profesora que la orientó paso a paso.
Ocurre también así, en el perfeccionamiento de las almas.
Es indispensable conocer el Bien, para que las enseñanzas del Bien nos
perfeccionen la vida íntima.
Nosotros, los espíritas vinculados con Allán Kardec al Cristianismo
puro, no podemos prescindir del contacto con el Divino Maestro, a través
de
las lecciones con que nos dirige la renovación en procura de las Esferas
Superiores.
Estudiemos, pues, el Evangelio.
Es el pedido que formulamos en el comienzo de este libro que
representa el valioso esfuerzo del compañero que lo produjo, en las
labores
luminosas de la inspiración.
Y, tal cual ocurrió en nuestras primeras páginas de sencillos
comentarios de la Buena Nueva (1), repetimos aquí, con el Apóstol Pedro
(2)
que “ninguna palabra de la Escritura es de interpretación particular”
Emmanuel
(Página recibida por el médium Francisco Cándido Xavier)
(1) “Camino, Verdad y
Vida”
(2) II Pedro, 1.20
El estudio nos ayuda a entender mejor al ser humano
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