“Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja…”


“Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja…”

 

La Doctrina Espírita, ofrece a sus adeptos, (a aquellos que procuran

seguirla y sinceramente nutrirse con sus luces santificantes), un adecuado

concepto en torno de tan importante, cuan difícil aspecto de la experiencia

humana, como es el de la Riqueza.

Hay quien se enriquece por el esfuerzo propio, a través del trabajo

honesto.

Existe el que se vuelve millonario por efecto de herencias o donaciones.

Pero también están, los que tienen sus arcas repletas como consecuencia

de actividades ilícitas, deshonestas, expoliando aquí, engañando allá,

defraudando más adelante…

La fortuna, sin embargo, en sí misma no es buena ni mala. Es neutra,

absolutamente neutra.

En forma de relucientes monedas o manifestándose a través de billetes de

elevado valor, conserva ella, a pesar de todo, su neutralidad.

El Hombre, por la aplicación que de ella hace, es quién la transforma en

vehículo del bien o del mal, de salvación o de condena, alterándole la finalidad.

Puede el hombre con ella construir soberbios monumentos de bien

público, pero con ella puede cavar, enfrente de sí, abismos de alucinación y

crimen.

Ennobleciendo a quien la posee, la riqueza bien empleada, provee de

remedio, de alimento, de vestimenta al hogar humilde en donde, tantas veces,

la pobreza digna se oculta humillada, arrinconada.

La riqueza mal aplicada, encerrando al hombre en los paneles de la

ambición, lo conducen de la miseria espiritual, a la demencia y a la locura.

Como se ve, podemos convertirla en bendición o en condena para nuestra

vida.

El hombre esclarecido que se desprendió del cuerpo dejando valiosos

recursos, económicos o financieros, ha de alegrarse, se sentirá dichoso, si nota

que tales recursos están distribuyendo en la Tierra el perfume de la Caridad, en

sus más diversas manifestaciones.

En la copa de leche para la criatura enferma.

En el plato de sopa para el necesitado.

 

En el vestuario para el que se enfrenta con dificultades.

En la instrucción y evangelización de sus semejantes.

Si alguien dejó en el mundo grandes posibilidades materiales y no se

encuentra espiritualmente en buenas condiciones, las oraciones de

reconocimiento de sus protegidos le alcanzarán en donde estuviere, en forma

de consuelo y paz, de buen ánimo y aliento, alegrando de este modo al que da

cuanto al que recibe.

Hay un tipo de riqueza que invariablemente constituye una brasa en la

conciencia de quién ha dejado el mundo, (aunque puedan los herederos usarla

cristianamente, y así suavizarle el sufrimiento, aplacándoles el remordimiento.)

Es la que se adquiere por medios oscuros, en inconfesables

emprendimientos, apoyados en la explotación de los semejantes.

Riqueza bendecida es aquella que siendo obtenida por el trabajo digno, se

expande fraternal y laboriosamente, creando más trabajo y favoreciendo a la

prosperidad.

La que estimula las realizaciones superiores, en los diversos sectores de la

actividad humana, convirtiéndose en rosas de luz para el Espíritu eterno en los

divinos jardines de Lo Infinito.

Ese tipo de riqueza y esa forma de aplicarla favorecen la ascensión del

hombre, toda vez que poseyéndola, no es por ella poseído.

La riqueza mal adquirida y mal aplicada, mantendrá a quien la posea en

consecutivas repeticiones de dramas expiatorios, en los caminos terrestres y en

las sombrías regiones de la vida espiritual.

Afirmando que es “más fácil pasar un camello por el agujero de una aguja

que entrar un rico en el Reino de Dios”, no quiso el Maestro menospreciar a la

prosperidad, que es un bien de la vida. Ni condenó irremisiblemente al

compañero afortunado.

Lo que el Maestro pretendió, ciertamente, fue advertirnos en cuanto a los

peligros del exceso, de lo superfluo, porque nuestras manos desprevenidas

están habituadas al abuso.

En el decurso de los siglos fuimos campeones de la extravagancia.

Reconocía Jesús, que la fortuna en poder de criaturas que se detienen aún

en un clima de egoísmo, en las estaciones de la avaricia, inmersas en la

insensibilidad, tienen siempre puerta abierta, diríamos mejor, abiertas de par en

par, hacia el abismo.

En verdad, la única riqueza que no ofrece margen de peligro, es la riqueza

espiritual, los tesoros morales que el hombre haya adquirido.

Es la riqueza que no se manifiesta exclusivamente, por medio de cofres

repletos, ni de palacetes suntuosos y patrimonios incalculables, ofendiendo a la

indigencia.

Es la que se expresa en la posesión simple y humilde, de los sentimientos

elevados

Por ese tipo de riqueza, imperecedera y eterna, podemos y debemos

luchar, denodada y valientemente.

Con toda la fuerza de nuestro corazón. Con toda la energía de nuestra alma.

Martins Peralva

Extraído del libro “Estudiando el evangelio a la luz del espiritismo”

1 comentario:

  1. Marcos 10:25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios.

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