“Ninguna de las ovejas que el Padre Me confió, se perderá…”


“Ninguna de las ovejas que el Padre Me confió, se perderá…”

 
El problema de las aptitudes intelectuales es de gran importancia en el

estudio de la Reencarnación, y sugiere interpretaciones interesantes cuando es

estudiado a la luz de las diversas doctrinas religiosas o filosóficas.

Las religiones que enseñan a las personas de que tienen apenas una sola

existencia, o sea, las que avalan la idea de que el alma es creada en el mismo

momento que el cuerpo, tendrán sin lugar a dudas, demasiadas dificultades

para explicar, entre otras, la palpitante cuestión del conocimiento, la sabiduría,

y la erudición del conocimiento innato.

Difícilmente se puede comprender cómo una persona, en una existencia

de apenas una decena de años, pueda revelar privilegiada inteligencia y

sabiduría, como frecuentemente ocurre, sabiéndose que, siendo tan vastas las

ramas del conocimiento humano, fuera posible a un hombre, acumular tanto,

en tan corto plazo.

“Una encarnación es como un día de trabajo”, afirma, acertadamente un

amigo espiritual.

Es en función de esto, nuestra dificultad para comprender el cómo puede

un hombre realizar grandes y apreciables conquistas intelectuales, en los más

variados campos del saber, en un período de seis, siete o aún mismo, ocho

decenas de años.

Y esa dificultad aumentaría más, si catalogásemos a los hombres que, en

idénticos períodos, nada o casi nada aprendieran en los templos del saber, a

pesar del esfuerzo realizado.

Enfrentamos así, en una expectante y dolorosa alternativa: o Dios, el

Supremo Creador de todas las cosas, es parcial e injusto, porque crea y pone en

el mundo a sabios y a ignorantes, cuando a todos sus hijos debiera dar, como lo

hacen los más imperfectos padres terrenos, las mismas posibilidades, o

seremos inevitablemente llevados a aceptar la tesis de las religiones

reencarnacionistas de que cada existencia representa un hilo en la trama de una

inmensa cadena de sucesivas vidas, durante las cuales el Espíritu aprende y

crece, evoluciona y se enriquece de valores nuevos y consecutivos.

El Espiritismo es reencarnacionista, como tal enseña la doctrina de las

existencias múltiples; de las vidas que se renuevan, como lo hacen la mayoría

de las religiones antiguas.

El conjunto de las enseñanzas Espíritas, gira en torno del siguiente

enunciado filosófico: “Nacer, vivir, morir y renacer nuevamente, progresar

continuamente, tal es la Ley”.

El Espiritismo enmarcó en esa admirable sentencia su estructura

doctrinaria, ofreciendo una llave de Luz para los intrincados problemas que

vienen desafiando la argucia, la cultura, y el talento de innumerables

pensadores, en todas las épocas de la Humanidad.

La Reencarnación nos hace comprender a Dios como a la Suprema

Inteligencia y Suprema Justicia.

Nos hace comprenderlo como Infinita Perfección e Infinita Misericordia.

Dios, nos es mostrado a través de la Reencarnación, como un ser Justo y

Bueno, creando almas simples e ignorantes, con el fin de que, por el esfuerzo

propio ascienda todos los pináculos evolutivos, en el rumbo de la perfección

con Jesús.

Aceptando la Reencarnación, no tenemos dificultades en comprender la

promesa del Maestro, cuando dice “Ninguna de las ovejas que me confió Mi

Padre, se perderá.”

A la Luz de la Reencarnación, lo que era nebuloso se tornó límpido.

La interpretación del Evangelio se tornó menos difícil.

Más comprensible se volvió el pensamiento de Jesús.

Lo que era confuso e indescifrable pasó a reflejar, espontánea y

naturalmente, la meridiana claridad del buen sentido y la lógica.

La explicación palingenésica nos lleva, finalmente, a que mejor

comprendamos por qué existen sabios e ignorantes en el mundo, cruzando las

mismas calles, sufriendo los mismos dolores, respirando el mismo oxígeno, sin

que seamos, dolorosa y tristemente, compelidos a aceptarlo como un Padre que

usa, para con sus hijos, dos pesos y dos medidas.

La cultura, el conocimiento, y en fin, el progreso deviene de ese

maravilloso encadenamiento de existencias, durante las cuales el alma adquirió

y almacenó valiosos patrimonios intelectuales.

Sin las tesis reencarnacionistas, la explicación del progreso de las

humanidades queda incompleta, o por lo menos incomprensibles.

El observador imparcial, el historiador sensato y el hombre desprovisto de

preconcepto han de compartir con nosotros esta aseveración.

MARTINS PERALVA

1 comentario:


  1. La Biblia de las Américas
    Cuando estaba con ellos, los guardaba en tu nombre, el nombre que me diste; y los guardé y ninguno se perdió, excepto el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliera.

    Nueva Biblia Latinoamericana
    "Cuando Yo estaba con ellos, los guardaba en Tu nombre, el nombre que Me diste; y los guardé y ninguno se perdió, excepto el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliera.

    Reina Valera Gómez
    Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste yo los guardé; y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición; para que la Escritura se cumpliese.

    Reina Valera 1909
    Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; á los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición; para que la Escritura se cumpliese.

    Biblia Jubileo 2000
    Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu Nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición; para que la Escritura se cumpliera.

    Sagradas Escrituras 1569
    Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu Nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición; para que la Escritura se cumpliese.

    King James Bible
    While I was with them in the world, I kept them in thy name: those that thou gavest me I have kept, and none of them is lost, but the son of perdition; that the scripture might be fulfilled.

    English Revised Version
    While I was with them, I kept them in thy name which thou hast given me: and I guarded them, and not one of them perished, but the son of perdition; that the scripture might be fulfilled.

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